La reciente muerte de tres afamados pintores, que llenaron de color la ciudad, Gerardo Cantú, Sergio Villarreal y Héctor Carrizosa, los tres por causa del Covid-19, hace pensar en las consecuencias que el virus traerá a la cultura, ese elemento indispensable para frenar la violencia y la delincuencia.
Los tres se contagiaron del virus al asistir a una exposición pictórica en un espacio recién abierto, después de las restricciones impuestas como medida de seguridad. La apertura de espacios públicos y privados, dada con prudencia, no ha sido la causa principal de los contagios, pero sí una de las causas. La sala de exposiciones guardaba las precauciones recomendadas por el sector salud. Y aun así hubo contagios. Letales, esta vez.
Y entre otras causas apunta una en los primeros lugares: la imprudencia de las personas. No captan todavía que el virus no ha desaparecido, que mutó y ahora en una variante mucho más agresiva y resistente. Tan agresiva es que ha contagiado a niños y adolescentes. Algo grave.
Los contagios, las muertes, los intubados siguen a la alza cada día. Pronto se saturarán de nueva cuenta los hospitales, algunos de los cuales, como el Universitario, está en semáforo amarillo. Y entonces sí, la calamidad reinará. Y se rasgarán las vestiduras. Lo más alarmante es que ante la proliferación de casos se vuelvan a cerrar los negocios. Y entonces sí habrá bancarrota total. Las empresas, los comercios, sobre todo las medianas y pequeñas, no podrán resistir porque ya están castigadas por la primera ola.
Y entre ellas las empresas culturales. Artistas de las diferentes áreas estéticas se habían organizado para darle forma a espacios culturales, pequeñas casas de cultura, talleres de producción artística, cafeterías, venta de libros. Y ellos son quienes más resentirán los daños económicos, porque son los sectores más vulnerables de la actividad económica. Y a la vez la más importante porque son productores de cultura.
Las editoriales, las que no hayan cerrado sus puertas y desalojado los libreros, no tienen dónde ofertar sus libros, además de las librerías que también, si sigue el mal esparciendo su halo venenoso, cerrarán si la gente no va a adquirir libros. Y no hay ferias del libro, una alternativa para que el editor exponga sus novedades.
El gobierno tiene de nueva cuenta que reorganizar sus partidas para dirigirlas a los hospitales, equiparlos, adquirir los insumos. La vacuna no ha dado resultados porque no se ha vacunado a toda la población del estado. Pero el gobierno debe hacer lo posible para aportar recursos al organismo cultural, Conarte, para que a su vez las transfiera, mediante mecanismos no complicados, a los artistas, a los productores culturales. Muchos de los cuales, además, no cuentan con seguridad social ni una cuenta bancaria gordita. Se la tienen que jugar. La preocupación impera. Lo mismo deben hacer las direcciones culturales de los municipios del estado.
Por eso, se tiene que diseñar programas, si no los hubiere, para dar atención a la situación de los artistas, de cualquier rama estética, de la misma manera que los hospitales dan atención a los contagiados. Los hospitales curan el cuerpo, Conarte debe curar y el alma. Y prevenir la posible pandemia económica que ha desatado el virus.