Nuestra cercanía es tan grande como nuestra distancia
Massimo Recalcati
Siglo XXI, era de la potenciación de la tecnología. Atrás quedaron los rudimentarios principios de la internet. Se acortaron aún más los tiempos y las distancias; en fracción de milisegundos estábamos todos conectados a una calidad amplificada. Todo esto gracias a la nueva generación tecnológica, principalmente a la inteligencia artificial con sus aplicaciones en diversos campos y quehaceres. Que pareciera –algunos piensan-- que los misterios, por fin, están próximos a resolverse. Entre ellos el poder, por qué no, alcanzar la inteligencia y perfección absolutas.
Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, publicó a principios del siglo pasado un texto que, sin arrugas ni achaques, trasciende las épocas, siendo de una actualidad implacable. Se trata del texto titulado Psicopatología de la vida cotidiana, un ensayo sobre el olvido, los deslices en el habla, el trastrocar las cosas confundido, la superstición y el error, 1901. En el cual aborda, de una forma clara y accesible, una característica fundamental de todos los humanos: la psicopatología que todos "padecemos", aquella que nos ha constituido como humanos.
Después de haber tomado como objeto de estudio a los sueños, en La interpretación de los sueños, Freud se dedicó a investigar esos fenómenos que nos suceden a todos y que pasan por simples errores de atención: los olvidos, las confusiones, los lapsus...demostrando que no son producto de la casualidad, sino que tienen una lógica (lógica del Inconsciente) y que es posible descubrir sus sentidos y efectos de verdad para quien los experimenta. Para ello, bastaba con aplicar a tal evento sorpresivo un método a simple vista ilógico, absurdo: el método psicoanalítico de la asociación libre. El cual consiste en pedirle al paciente en psicoanálisis que diga a su analista todo lo que pase por la mente, sin realizar ningún tipo de filtro o edición, por más que lo que aparezca se ilógico y vergonzoso. Al utilizar este método que, rompe con la lógica consciente, lograba dar con un elemento extraño y caótico, que no podía integrarse en la consciencia y que era precisamente la pieza faltante, la representación que daría la clave para descifrar el sentido del por qué había sucedido tal o cual error, lapsus, confusión y que eso justamente era lo que en ese momento de la vida estaba afectando, intrigando, estorbando a la persone. Esto, además de ofrecer un camino práctico de investigación de lo humano (lo inconsciente) mostraba algo fundamental: que la esencia humana es vacía, que por principio la vida de las personas es algo que escapa a la lógica consciente. Y así fue y es hasta nuestros días el aporte del psicoanálisis, el retomar el sujeto rechazado por la ciencia (Jacques Lacan) es decir, el asunto en cuestión, la singularidad de cada uno de nosotros. Eso que la ciencia y tecnología lo considera en general, en grupos, masa, o bloques poblacionales.
¿Por qué es importante retomar estas ideas hoy en día? Porque ante los avances de la Inteligencia Artificial y con ello, la sistematización aún más de la vida en todos los campos y saberes, podemos tener la idea que finalmente todo quedará claro. Efectivamente millones de cosas quedarán más claras, si por claro entendemos todo aquello que es operacionalizable, es decir, todo aquello que se pueda medir y cuantificar, reproducir. En la línea de lo que decíamos, la lógica consciente. No así lo humano que, por principio, escapa a toda lógica y algoritmo consciente. Por ejemplo, la inteligencia artificial no posee piel (ni erotismo, ni entiende el amor o el sentido poético de las palabras) sino en todo caso un recubrimiento, una parte de su componente que le impone un límite, pero nunca erotismo en la piel, en los poros, pena, por donde circula y habita el misterio que se escapa, lo inaprensible, eso que habita a flor de piel y que es de otra índole.
Intentemos dar un ejemplo práctico, retomando el titulo y lo dicho hasta aquí, hablando de la belleza. Para los humanos, la belleza es aquello que se escapa, aquello que resiste a todo intento de sistematización. En ese sentido ---como el poder, diría Foucault-- la belleza nunca es, no se posee, no se captura o aprisiona en cánones o algoritmos, sino que la belleza siempre es aquello que está entre, como una resonancia de palabras que produce el efecto poético. Mientras que para la inteligencia artificial la belleza serían aquellos principios almacenados bajo ese título, algo que se puede reproducir, replicar, clonar, pero en ausencia del gesto, del erotismo, de eso que se escapa, es decir, una belleza sin belleza. Por ello, quien pretende seguir esos principios, muchas veces, lo que se termina produciendo es algo vacío, sin ton ni son, cuando no una monstruosidad, que entre más se busque ir tras la reproducción perfecta de la belleza más.... ¡bingo! se escapa.