Japón es un conjunto de islas en el Océano Pacífico y cuenta con una población de poco más de 124 millones de habitantes.
Aunque ha renunciado a declararle la guerra a nadie, sus fuerzas de autodefensa se consideran el cuarto ejército más poderoso del mundo. Hablar de Japón es hablar de misticismo, cultura, de tecnología, de un mundo de bienestar al que todos aspiran.
Después de Singapur, es el país con la esperanza de vida más alta del mundo y su PIB es de los más importantes y prósperos del planeta.
Es cierto, su historia tiene episodios muy tristes y oscuros, como la Segunda Guerra Mundial en que sufrió bombardeos atómicos, algo que quisiéramos borrar de la historia de la humanidad.
El tren bala, sus rascacielos, sus templos budistas, montes y santuarios, dan ganas, nomás de ver, de lanzarse hacia el lejano oriente, aunque ello implique romper el cochinito, como se dice coloquialmente.
Tienen un emperador, Naruhito; y también tienen un Primer Ministro en la persona de Fumio Kishida.
Recientemente, la Dieta Nacional de Japón, que es el Poder Legislativo de aquella nación, aprobó una serie de reformas legales en materia de delitos sexuales.
De entrada, la edad de consentimiento sexual pasó de 13 a 16 años; se supone que era una de las más bajas del mundo.
Tener coito con una persona menor a los 16, es violación; ahora, bajo la nueva ley, sostener una relación sexual forzada bajo los influjos de drogas, alcohol, miedo o intimidación, es también un delito.
Tomando en cuenta que la denominada Tierra del Sol Naciente es altamente conservadora, su Código Penal se mantuvo sin cambios durante 110 años, de tal suerte que muchos delitos sexuales eran castigados de manera leve o los agresores salían en libertad sin mayor problema.
Es un gran avance legislativo y jurídico para Japón, sin duda. No obstante, tiene asignaturas pendientes en el tema de la diversidad y la comunidad LGBTQ+.
Aunque no se han penalizado las relaciones homosexuales, éstas son prohibidas y el matrimonio igualitario no es permitido.
La opinión pública ha ido cambiando su forma de pensar y da su apoyo a la comunidad, pero la clase política no opina lo mismo y prefiere no hacer cambios sustanciales en materia de igualdad de género y diversidad.
Es difícil entender cómo un país que se considera de avanzada en mil temas, en otros decida quedarse tal y como ha estado en un siglo.
Estados Unidos, otro país de avanzada, ya tenía un gran camino recorrido en el tema de la igualdad y la diversidad, y ahora se topa con la pared de algunos políticos, como el gobernador y aspirante a la presidencia, Ron DeSantis, quien en Florida aprobó la ley "no digas gay", y ha limitado el apoyo médico a la comunidad LGBTQ+. Texas actúa de manera muy parecida.
Y al otro lado del mundo, Rusia cada vez es más duro en lo que respecta a la diversidad.
Guardada toda proporción y sin ir más lejos, Nuevo León se dio su "tiempo" para incluir el matrimonio igualitario en el Código Civil cuando fue hace cuatro años que la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya había dado luz verde para este tipo de uniones.
Ojalá que los pasos dados por Japón no se queden en eso y que cada vez haya más países que lo secunden.
Como sociedad nos falta mucho camino por avanzar, no sólo para visibilizar los derechos de todos, sino plasmarlos en las leyes y hacerlos valer.