Al acecho, vigilando a la presa a veces se escapa, pero cuando la atrapa va a la yugular. Una madrugada se oían ruidos agudos que venían de afuera del patio, eran los últimos momentos de la vida de un pequeño minino, que los destrozaba con su hocico mi mascota Tara, una perra labrador.
Tara solo tiene un año, nació y creció en la naturaleza, en nuestra casa de Santiago, en donde las mañanas te despierta el canto de los gallos, desayunas con la música que produce el canto de los pájaros, a veces llegan chachalacas a contarte con ruidos ensordecedores los peligros de la noche anterior; mi perra ha intentado callarlos de una tarascada pero estos vuelan. En este año que Tara tiene de vida, aprendió por instinto natural a cazar; algún pájaro despistado, gallos y tlacuaches, han sido sus víctimas. También ha sufrido las derrotas humillantes de las liebres que por más que corre se le van y la burla de las ardillas que delante de sus ojos llegan a robarse las nueces de nuestro nogal.
¿Pasa algo similar en el humano? Un niño que creció con historias “triunfales” de un padre que celebraba el acabar con la vida de los carteles enemigos, que tenía una prosperidad y lujos gracias a envenenar a miles de jóvenes con las drogas. Con comunidades que callaba cuando de una manera u otra se veía beneficiada por la ayuda del “bondadoso” Chapo. Y quizás, para que el pequeño Ovidio de niño se durmiera, no había canciones de cuna, si no la música de los narcocorridos que narraban la apología de su padre.
¿Quién decidió el destino de Ovidio? ¿Su padre porque era lo mejor para su hijo? O él, al crecer oyendo historias de esfuerzo, de triunfos y de poder. Además de ver en series de televisión la historia de su papá, que lo hace casi un héroe y mártir de las tracciones, de las corrupciones del gobierno en turno. ¿Estaría consiente que moriría joven o que terminaría el resto de su vida en una cárcel igual que su padre?
Quizás Ovidio no se podía escapar de ese destino, porque la vida a él también lo asechaba, por más que huyera, sería siempre el hijo del narcotraficante que ha mandado matar a miles de personas y otros miles por la droga que distribuye. La naturaleza de los animales nos puede parecer en ocasiones cruel, como las muertes que ha causado “la pequeña Tara” por su instinto. Pero creo que los hombres deberíamos intentar ser unos héroes para luchar con un destino impuesto por las circunstancias o nuestros padres… lástima que Ovidio no lo logró.