La mejor forma de predecir el futuro es inventándolo
Jorge Forbes
Va arrancando el año nuevo 2024. Atrás quedaron las fiestas y reuniones. La música, comida y bebida que caracterizan al último mes del año han cedido su lugar a otros elementos e ingredientes, configurándose una atmósfera diferente, abriéndole paso a un tiempo nuevo, tiempo que, si así lo queremos, requiere ser inventado.
Para algunas personas iniciar el año es algo sencillo, una simple transición de un día a otro, para otras, la transición les genera pesadez, angustia, desearían extender lo más posible el mes de diciembre, se quedan suspendidas en la nostalgia de lo que fue o de lo que pudo haber sido no sólo el año sino su vida, su tiempo. Para ellas enero es verdaderamente una cuesta, un abismo, un pasaje pesado que les demanda reconfigurarse a partir de los fragmentos que les dejó el año que recién terminó. Situación que, por supuesto, no es nueva, sino responde a algo que siempre portan y habitan, quizás un duelo pendiente de elaborar, una problemática a la que se le ha sacado la vuelta, una situación insoportable que les incomoda permanentemente…y que, ahora, se expresa nuevamente a la espera, como siempre, de la oportunidad de hacer algo diferente. A esas personas les recordamos que la oportunidad de reiniciar siempre está disponible.
Los extremos. Iniciar o terminar pueden ser dos acciones más o menos fáciles, desde un cierto punto de vista. Sobre todo, la primera, el iniciar: ya que sólo se requiere un paso; regularmente el comienzo está cargado de esperanza, de sueños, siendo en sí una apuesta, esto es lo que lo puede hacer al mismo tiempo interesante, pero también peligroso, pues se corre el riesgo de ser un pantano lleno de esperanza e ilusiones desprovistas de decisiones y acciones, un puro sueño despierto que terminará marchitando la vida y todas sus potencialidades. Mientras que, terminar, puede no ser tan sencillo, sobre todo cuando se cree que aquello forma parte de una especie de referente de seguridad, de sentido, y perderlo, puede implicar desprenderse de una parte de sí mismo, cosa nada fácil de reconocer, soltar y transitar. De cualquier forma, ambas acciones implican un movimiento, un pasaje...en sí, una experiencia que transformará. Sólo que todavía no se sabe en qué sentido será dicha transformación. Eso es, al mismo tiempo, lo fascinante y lo terrorífico del cambio. Por otro lado, continuar algo sólo tiene sentido cuando ello responde a un deseo singular que se abre paso por sí solo a partir del entusiasmo que genera y que se renueva incesantemente, desprovisto de cualquier dejo de sacrificio y rutina. Es un eterno presente que se eterniza continuándose en el tiempo. Esta es la posición de una vida que se busca realizar, que hace y tiene lo que desea, y desea lo que hace y posee.
En estos momentos de inicio de año es bueno recordar las dos posturas que se pueden asumir ante cualquier instante: responder ante lo nuevo desde la repetición o a través de la diferencia. La apuesta siempre es singular, toca a cada uno decidir responsablemente sobre la actitud y posición que asumirá ante este tiempo nuevo. Es importante no vivir en piloto automático, creyendo que será el año nuevo el que nos traerá la novedad, que será el año nuevo el que finalmente nos dirá cómo viviremos, y no al revés, que cada persona, de manera singular y responsable, tiene la posibilidad de decidir lo que hará con este tiempo nuevo que tiene entre manos.