Son múltiples las historias asociadas a la fundación de Monterrey, algunas de ellas se sustentan con un mayor cúmulo de evidencias, pero otras no tanto. Estas últimas cuentan con escasas referencias por parte de los cronistas de la época y, algunas son tan increíbles que rayan en lo legendario.
De acuerdo con la crónica de Alonso de León, en la época de Luis Carvajal y de la Cueva, habitó en esta Villa de Santa Lucía un sefardita de nombre Hernando Arias, a quien se le atribuyen enormes hazañas solamente comparables, según el mencionado autor, a las de Sansón ocurridas más de un milenio antes de nuestra era.
Escuchemos al cronista: "Un día, estando abajo del torreón, como dos tiros de arcabuz, Martín de Solís, le dijo un indio: anda donde están tus compañeros, porque, estando aquí el sol (señalando a mediodía) han de venir y matar a todos, los indios, que están enojados; y como no de todo punto se ha de desechar el consejo del enemigo, éste como prudente, lo tomó, subió arriba; avisó al teniente; pusiéronle lo mejor que pudieron. Llegó el sol a la mitad de su carrera, cuando los indios, delante de la casa, dando alaridos y flechando apriesa, salió apriesa el capitán Linares, a pie, con su chimal y espada en la mano, a defender unas cabrillas que le llevaban del corral. Matáronlo, sacándole la lengua, que como estaban de él ofendidos, usaron con él crueldades, pusieron la punta de la espada y un paño de manos por bandera, con que andaban muy orgullosos. No había más que un caballo, que no hubo lugar de avisar a la caballada, que estaba lejos; el dueño era Hernando Arias, que saltó en él y hizo belle- zas; mató al que traía la espada y a todos los que alcanzó, hízoles retirar, desembarazando la campaña. Débesele a este hombre el quedar con vida tantos como allí estaban, porque de sed los habían de matar los indios, impidiéndoles aprovecharse de los caballos." Luego agrega enfáticamente: "Era de tantas fuerzas este hombre, que se echaba al hombro un caballo, como quien carga un cabrito. Retrato vivo de aquel gran nazareno (Sansón), en hechos y obras, pues libró a su pueblo, matando a mil filisteos, y después cargó las puertas de la ciudad de Gaza hasta dejarlas en lo alto del monte. Así, éste defendió al suyo, como hemos visto; y en otra ocasión, viniendo de la provincia de Coahuila al Saltillo, se le cansó el caballo, y él se lo echó al hombro con todo lo que llevaba, y anduvo tres leguas con él y lo puso en salvo."
En el manuscrito de García de Luna, escribano de guerra de Carvajal y de la Cueva, se hace referencia a Hernando Arias como un soldado de fortuna que pronto se adhirió al proyecto político militar del conquistador sefardita. No sabemos si su fuerza era sobrenatural o dependía de su estructura físico-atlética, ya que es descrito como un gigante que medía cinco codos, con gran destreza en el manejo de la espada y, como jinete de guerra, "embestía como un toro furioso", relata el cronista, blandiendo su lanza de manera certera y eficaz, era el terror de los indígenas.
Se sabe que en la batalla de Tamaholipa ocurrida en 1573 en la sierra de la Huasteca Potosina, su participación fue muy destacada y clave, considerando que nunca se detuvo, se le vio pelear en el campo de batalla sin pausa alguna, mientras que los compañeros estaban exhaustos, a Hernando Arias nunca se le notó signo de fatiga alguna.
De igual manera, en la captura que realizó Carvajal y de la Cueva en 1568 de los piratas ingleses en el Golfo de México, Arias no esperó a que se aproximaran a la embarcación para improvisar un puente e iniciar así el abordaje. Según García de Luna, lo vio saltar de una embarcación a otra, volar por los aires, cruzando una distancia de más de 40 varas, su presencia temible en la nave enemiga motivó la rendición inmediata de los peligrosos piratas ingleses.
Pronto se adhirió a las filas del Capitán Lucas de Linares y se convirtió en su lugarteniente. Los indios creían que era un demonio encarnado, lo llamaban "Tozqui Nokatli" (Armadillo de las Sombras), porque creían que por cuestiones mágicas las flechas no podrían perforar su piel, hecho que, según García de Luna, fue verídico, además, era inmune a flechas envenenadas o flameantes.
Además de la historia donde cargó un caballo de como si fuera un cabrito y lo llevó consigo por varias leguas, el cronista nos brinda algunas otras hazañas realmente sorprendentes: rescató a un grupo de españoles secuestrados por un grupo de indígenas guachichiles, él sólo acabó con más de cuarenta utilizando para ello únicamente un pequeño puñal almarada de filo puntiagudo.
En un recorrido exploratorio por la Sierra de Picachos, una enorme piedra se deslavó cayendo encima de la pierna de Domingo Manuel, otro expedicionario. Arias, según el cronista, movió como si fuera un insignificante junco del camino una roca de más de 80 arrobas.
De acuerdo con el cronista, el Sansón regio también fue sorprendido en la Sierra de Tariyal por una enorme y furiosa osa negra, el pobre animal recibió un puñetazo en forma de martillo tan fuerte en la cabeza que no logró ponerse nuevamente en pie. También se asegura que un par de agrestes coyotes lo seguían a todas partes, los había domesticado de manera absoluta y le cuidaban las espaldas.
El único problema que señala el cronista con respecto al superhéroe regio era su hedor, nunca se le vio asearse, al contrario, evitaba la higiene personal, y su chaleco de liebre, poseía rastros de sangre y carne cruda que nunca limpiaba. Era difícil permanecer mucho tiempo a su lado debido a esta situación olfativa tan desagradable, inclusive para los mismos españoles que no eran muy afectos al aseo diario. Sorprendentemente su cabellera rubia se mostraba tersa y brillosa, nunca la cortaba ni tampoco se afeitaba la densa barba.
Para su época, estos conquistadores norestenses con espíritu medieval encontraron sentido al símil contenido en la narrativa bíblica de la Tierra Prometida, representada por el Nuevo Reyno de León, donde habitaban temibles filisteos que había que exterminar y, para ello, contaban con un Sansón propio: Hernando Arias.
"Tozqui Nokatli" o Hernando Arias como el Sansón bíblico, se debatió en vida con esa gran contradicción interna, tenía como misión contribuir a la extinción de los filisteos norestenses, pero sentía una gran atracción hacia sus mujeres, tal como lo fue el caso bíblico con Dalila, esposa de Sansón, también filistea.
Con el tiempo emparentó no sólo con el cacique Piopí de la Sierra de San Gregorio, que le ofreció a su hija más bella en matrimonio; también lo hizo con el cacique Alguarón, borrado, líder de los coapaliguanes que habitaban cerca de la Villa de la Cueva, aceptando alegremente en matrimonio a su primogénita; posteriormente emparentó políticamente desposando a la hija menor del cacique Juaquialeneycomo, de los indios aguacoatas.
A diferencia del Sansón bíblico, no existió una Dalila que lo traicionara, mucho menos enormes columnas del templo que derribar; según el cronista se sabe que Hernando Arias vivió el resto de sus días en la Villa de San Gregorio de Cerralvo, rodeado de su extensa familia, siendo autor de una prolífica descendencia. En el censo realizado por el Cabildo en el año de 1936 no aparece su nombre, pero sí algunos de sus hijos: Hernando Arias El Mozo, Miguel Arias y Diego Arias.