Uno de los principios irreductibles del cambio de régimen que inició en el país hace ya casi seis años es —como señala el presidente de México, el Lic. Andrés Manuel López Obrador— que la política es hacer historia; la política es transformar.
Recuerdo con mucha claridad el 1 de diciembre de 2018, día en que, gracias a la voluntad popular, nuestro movimiento finalmente tomó las riendas del desarrollo del país. Fue una jornada de alegría, esperanza y satisfacción, pero también de reflexión sobre los retos que implicaría lograr una verdadera transformación de raíz.
Una de las grandes virtudes de la Cuarta Transformación radica en que, sin disparar una sola bala, sin hacer uso de la violencia o de la opresión, sino más bien optando por la protección de los derechos, la revolución pacífica de las conciencias y una lucha social más plural y amplia de nuestra historia, el presidente López Obrador logró reconfigurar de raíz, y no en forma cosmética, la clase política del país, y con ello, dar paso a los grandes y tan necesarios cambios para un desarrollo más justo y equitativo.
Hoy, a unos meses de que concluya su mandato presidencial, se puede afirmar que los avances logrados en este primer periodo de transformación son amplios y claros: la pobreza disminuyó; el sur finalmente fue incorporado al desarrollo; la soberanía energética se convirtió en una prioridad, y se concretaron proyectos de infraestructura trascendentales, como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.
También se puso en marcha el Tren Interoceánico; están entrando en operación empresas estratégicas, como Mexicana de Aviación; se invirtió para mejorar el abasto de medicamentos y se está impulsando un nuevo modelo de salud universal.
Se alcanzaron, por otra parte, reformas fundamentales, como la elevación a grado constitucional de los programas sociales y la eliminación de lujos, prebendas y excesos de la clase política, pero tal vez uno de los logros más importantes fue que se fortaleció la democracia a través de la creación de la consulta popular y la revocación de mandato.
Ahora corresponderá dar continuidad a este proceso a la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, quien ayer, domingo, fue elegida por el Consejo Nacional de Morena como candidata a la Presidencia de la República. Como ella lo expresa: se construirá el segundo piso de la Cuarta Transformación.
El horizonte es positivo. Recientemente concluimos la etapa de precampaña, un proceso venido a más en el que constatamos su liderazgo. Y no solo me refiero a los más de 20 puntos que le lleva de ventaja en intención del voto a su más cercana contendiente, sino al trabajo que realizó a lo largo de estos meses en el territorio, sosteniendo encuentros con las bases de nuestro movimiento y con miles de mexicanas y mexicanos que simpatizan con los ideales de la Cuarta Transformación.
A lo largo de sus recorridos por el país, la Dra. Sheinbaum reiteró su compromiso de construir este segundo piso, como parte de su visión para México, destacando la necesidad de avanzar en las transformaciones políticas y sociales iniciadas por la actual administración federal.
De igual manera, hizo un llamado a la sociedad para que se sume al proceso electoral cada vez más próximo, resaltando la importancia de la participación ciudadana para consolidar la democracia.
De aquí a junio, la incertidumbre será una constante en el panorama político, y aunque la doctora Sheinbaum ha consolidado su posición de liderazgo, no podemos subestimar el hecho de que las elecciones son un terreno volátil, sujeto a giros inesperados y variables que pueden influir en la percepción pública.
Por eso, más allá de las cifras actuales, es crucial recordar que la verdadera fortaleza radica en la cohesión interna de nuestro movimiento. La unidad es el cimiento sobre el cual hemos construido una propuesta política fuerte y viable, reconociendo que es, también, la clave para enfrentar con éxito cualquier eventualidad que pudiera surgir.
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