El presidente del CEN del PRI ha comprado impunidad a cambio de unos cuantos votos capaces de condenar el futuro de nuestro país. La extorsión es la moneda de cambio del gobierno para abrir las puertas que las urnas le negaron, usando facciosamente la justicia, donde el objetivo es doblegar y no hacer cumplir la ley. Sorpresivamente los ataques sistemáticos emprendidos desde el gobierno de Campeche en contra del dirigente nacional del PRI se detuvieron, tras semanas constantes de exhibirlo como un político de excesos, faltoso y sembrando dudas sobre el origen de su patrimonio. Súbitamente los morenistas dejaron de condenarlo para arroparlo: "el compañero ‘Alito’".
La dirigencia exhibió sus "convicciones" famélicas, o bien su vocación de cortesana, capaces de entregarse a cualquiera que alcanzara su precio, aún que este fuese muy alto: entregaron las labores de seguridad pública a la milicia, con una iniciativa que amplía hasta 2029 sus labores en las calles. Sin un plan paralelo para su futura contracción a los cuarteles, dotándolos de fuero militar, con un amplio catálogo de facultades propias de instituciones civiles, y con toda la fuerza de las pruebas que remiten a señalar que está es una estrategia fallida, se apertura la fórmula de desastre. Hace unas semanas se escuchaba a los líderes del tricolor condenar la militarización, asegurar que una propuesta de ese tipo no prosperaría. Hoy traicionan la confianza conquistada en las elecciones pasadas, dando revés a lo que prometieron: ser oposición.
El costo de esta decisión es de vital trascendencia para la supervivencia del PRI; derivado de ello ponen en riesgo la alianza opositora, su único vehículo mediante el cual pueden ser competitivos para conservar los últimos dos gobiernos regionales aun a su cargo; sin ellos pasarían a cero en número de gubernaturas. La militancia priista debe levantarse a exigir la renovación anticipada de su dirigencia, pues mantener el estado actual de las cosas los destina a su eminente extinción y con vistas amplias pone en riesgo el andamiaje democrático nacional, sin un PRI sólido capaz de sostener y defender sus posiciones, el bloque de contención que frena los embates autoritarios del gobierno en las cámaras, se dilapida. Esta vez fueron doblegados para aceptar la militarización de la seguridad; el siguiente objetivo puede ser la desestabilización de sistema democrático, la desarticulación de sus instituciones y la imposición de un modelo electoral a modo y preferencia del gobierno. Así que de los priistas no solo depende salvaguardar la vida de su institución política sino también el andamiaje democrático del país.
Ningún partido político debería sacrificar sus convicciones para encubrir las tropelías de sus dirigentes; a la militancia, su inacción los vuelve cómplices, y en este caso se torna una traición abierta a la nación, poniendo en riesgo el desarrollo del país solo para que Alito duerma en paz. Es risible pero alarmante.
López Obrador ha encontrado el modo de saltar los frenos institucionales subyugando voluntades. Creemos que en el otrora partido dominante sobran personas con congruencia y vocación de servicio, que antepondrán lo correcto a los desplantes de su líder servil y traidor. Si el PRI tiene una oportunidad de renovar su confianza ante el país, este es el momento.