En el día a día en la vida de todas las personas existen situaciones complicadas, momentos en que las emociones deben gestionarse para tener la mejor solución a los conflictos.
Hay una gama de emociones humanas que debemos aprender a reconocer y nombrar, emociones como tristeza, dolor, frustración, amor, etc. Emociones que conocimos durante la infancia y adolescencia, etapa en la que adquirimos herramientas para lidiar con ellas.
Las personas apasionadas pueden llevar al límite las respuestas a determinadas emociones, en lugar de controlar la respuesta a ellas.
Hace unos días vimos a un hombre adulto golpear a un menor de 15 años en un Subway solamente porque se le pidió que respetará los turnos de la fila. La respuesta fue exagerada para la situación, en esa misma situación el resto de las personas respetarían las reglas preestablecidas, harían fila y obtendrían de todas formas el servicio, pero sin violentar a otros.
Hemos visto respuestas iguales en peleas entre estudiantes que toman la vía de la violencia, incluso en una taquería de San Pedro vimos desbordar la violencia contra un empleado. ¿Hemos llegado al punto de creer que la violencia es la única forma o el único camino?
Quizás la violencia es el camino más antiguo, pero sin duda en nuestra época existen muchos más caminos para la resolución de conflictos. Incluso en escuelas y centros de trabajo se dan cursos de gestión emocional para facilitar la adquisición de habilidades emocionales.
La gestión emocional es básica para cualquier persona y cualquier empresa, sin duda las y los psicólogos deben ser piedra angular de los espacios públicos y privados para que nos ayuden a desarrollar mecanismos de respuesta que no transgredan los derechos de las demás personas. Las conductas delictivas no son la forma adecuada de gestionar nuestras emociones.