Ganar o perder

Ganar o perder son caras de la misma moneda que hoy se llama México

La tarde estaba cargada de nerviosismo. Los niños de sexto grado del colegio Formus enfrentaban su primera final de fútbol. El sol brillaba con intensidad mientras el pitido inicial daba comienzo al partido. En pocos minutos, el marcador ya reflejaba un 4-0 en contra. Los pequeños, con rostros llenos de sudor y esfuerzo, parecían abatidos. Gabriel, mi hijo de 11 años, entró al final del primer tiempo, con una mezcla de emoción y miedo en sus ojos. 

El colegio Formus no es conocido por su rigor deportivo, sino por su dedicación a las artes y la inclusión. Sin embargo, en esta ocasión, los niños querían algo más que participar; querían ganar. En el segundo tiempo, como si de un milagro se tratara, lograron anotar dos goles. Los gritos de alegría resonaron en el campo, superando momentáneamente el desánimo. Pero el tiempo jugó en su contra y el partido terminó con un 5-2 definitivo. 

Al sonar el silbato final, algunos niños lloraban, otros estaban enojados. El entrenador, con voz serena, los felicitó por su esfuerzo: "Lo hicieron bien, llegaron a la final." El equipo contrario, con nobleza, les dedicó una porra. Abracé a Gabriel, intentando aliviar su tristeza con una sonrisa: "Empataron, hijo. Ellos ganaron 4-0 el primer tiempo y ustedes 2-1 el segundo." 

Esa final, que parecía tan crucial, se desvaneció en el pasado. Dos semanas después, los chicos de Formus ya no pensaban en la derrota. Estaban inmersos en los preparativos de su graduación, listos para avanzar a la secundaria. La vida sigue, y aunque las derrotas puedan ser dolorosas, siempre habrá nuevas oportunidades. Para los pequeños, el mañana está lleno de promesas y sueños. 

En contraste, los adultos en México se encuentran atrapados en un juego mucho más complejo. La reciente elección presidencial del 2 de junio dejó al país dividido. Una elección histórica por la cantidad de cargos en disputa y la alta participación ciudadana. Pero la sensación es de fragmentación. Los ganadores celebran mientras los perdedores claman fraude y se aferran a su enojo. 

Como en el fútbol, es tiempo de cerrar ese capítulo. La presidenta electa tiene la ardua tarea de gobernar para todos, no solo para quienes votaron por ella. Los "derrotados" deberán encontrar consuelo en la esperanza de futuras elecciones. Debemos aprender de los niños: olvidar, perdonar, y seguir adelante. Un país necesita unidad, y la verdadera victoria es trabajar juntos por un futuro mejor. 

Así, la lección queda grabada: en la inocencia de la niñez, la capacidad de superar y avanzar es natural. En la madurez, la obstinación y la falta de magnanimidad nos anclan en la derrota. Ganar o perder son caras de la misma moneda que hoy se llama México.