Cerramos el 2021 con más de 35,000 mil homicidios dolosos; si sumamos a los asesinatos sucedidos durante el actual sexenio, los del 2019 con 34,690 y 2020 con 34,558, llegamos a un total de 105,804, sin contar los que ocurran durante la última semana de este año.
Otro tema muy sensible tiene que ver con la violencia hacia las mujeres, tenemos que hasta noviembre fueron asesinadas 3,462, lo que nos da un promedio de 10 mujeres al día, esto de acuerdo con las cifras que brinda el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública; si igualmente, agregamos las víctimas que fallezcan durante el mes de diciembre, seguramente superaremos las 3,500 mujeres asesinadas.
De las 3,462 víctimas, 922 fueron considerados casos de feminicidios, lo que ha representado un aumento del 3.25% y, también el tema de la violencia familiar ha sufrido un incremento de 15.5%.
A nivel local, el 2021 cerrará como el tercer año más violento en la historia reciente del estado de Nuevo León, con 1,007 homicidios hasta el momento, recordando el 2011 con 2,003 y el 2012 con 1,459 asesinatos.
Hay que señalar que después del 2012, entre los años 2013 y 2014 se dio una tendencia a la baja, para llegar al 2015 con 451 crímenes; inicia el período del Bronco y las muertes repuntan en el 2016 con 644, luego el 2017 con 656 y así hasta llegar al 2020 con 914. ¿La duda que surge es si el actual gobernador logrará cambiar la estrategia del gobierno anterior que le permita revertir la tendencia a la alza? La respuesta se vuelve complicada si consideramos que sigue en el cargo del área de Seguridad Pública el mismo funcionario, quien ha asimilado bien el discurso evasivo de la 4T, al considerar que la violencia es un fenómeno de carácter nacional que difícilmente podrá evitarse que contagie a nuestro estado, para lo cual hay que actuar con un sentido de contención de la misma ya que su erradicación es imposible.
Hasta el día de ayer se han cometido en nuestro estado, durante el mes de diciembre, 44 homicidios dolosos, seguramente si lo comparamos con julio no es tan significativo, donde ese mes se presentaron 112 asesinatos, sin embargo, el carácter simbólico del mes de diciembre y la expresión pública de la violencia, sí podrían orientarnos sobre un cambio en el comportamiento de los grupos criminales durante el final de este año e inicios del 2022.
En el tema de feminicidios nuestra entidad federativa ocupa el quinto lugar, con 57 casos registrados hasta el mes de noviembre, es probable que superara los 60 al finalizar el año 2021.
¿Qué significan estas cifras aterradoras sobre la violencia que padece el país? Que México es el epicentro del furor homicida y fratricida. Generalmente se asocia el término fratricida a las muertes por motivos de una guerra civil, donde existen diferencias ideológicas y políticas significativas, como lo fue y sigue siendo el caso de Corea, o en México el tema de la Revolución Mexicana, o la Guerra de Secesión norteamericana.
“La persona que mata a su hermano”, tal como lo define la Real Academia Española, se trata de una figura delictiva presente desde la antigüedad, como se observa en la historia bíblica de Caín que mata a Abel motivado por la envidia; existen otros casos semejantes como el de José el Soñador, hijo de Jacob, a quien los hermanos vendieron como esclavo, creyendo con ello que no sobreviviría. También tenemos el mito de la fundación romana, donde Rómulo mató a Remo. El Rey de Dinamarca, Hamlet, según Shakespeare, fue muerto por su hermano Claudio, entre otros ejemplos.
¿Es la guerra entre los cárteles una guerra fratricida? El significado de hermano posee un sentido estricto, como alguien que comparte la misma línea consanguínea; en un sentido más amplio implica alguien relacionado con una actividad específica, como lo son los hermanos en armas, “brothers in arms”, refiriéndose a los combatientes que participan en un conflicto armado; y el sentido nacional, donde los mexicanos son considerados, al poseer el mismo origen histórico y social, una hermandad como ciudadanos miembros de un mismo tejido político y territorial.
¿Son los criminales mexicanos nuestros hermanos o son extraños enemigos? La controversia en torno a esta pregunta pareciera poco importante, pero si quien la rebate es el presidente y comandante supremo de las fuerzas armadas mexicanas, la respuesta se vuelve verdaderamente significativa. El presidente mexicano considera a los criminales como víctimas del neoliberalismo, como mexicanos que requieren tener una oportunidad para redimirse, para reintegrarse al buen camino. No son extraños enemigos, sino víctimas de las circunstancias.
La guerra entre los cárteles sí es una guerra fratricida, considerando que la mayoría que allí mueren, son jóvenes mexicanos, correligionarios pertenecientes a uno u otro cártel, lo que los vuelve hostiles unos contra otros. “Hostiles” es prácticamente un eufemismo, considerando que la crueldad de violencia fratricida llega a un nivel de atrocidad, donde se utiliza la fuerza física para mutilar, descuartizar, lacerar, maltratar en extremo, y provocar terror.
Esto último se incrementa con la destrucción de cadáveres (700 casos) que es una práctica muy recurrente, además, también en el 2021 se reportaron 924 casos de tortura, 520 fosas clandestinas, 459 masacres y, 389 asesinatos de mujeres con crueldad extrema.
La sombra de Caín recorre México, como maldición imposible de exorcizar, la violencia no da tregua. De acuerdo con el relato bíblico, la motivación más profunda fue la envidia. Un sentimiento profundo donde se desea el bien o los beneficios del otro; para los líderes de los cárteles, es imposible poder compartir los territorios, cada uno de éstos se codicia hasta al grado de poseer un control absoluto sobre el mismo.
El furor fratricida se incrementa cuando el gobierno no es parejo en la lucha contra los cárteles; si existe preferencia, protección o apoyo hacia alguno de ellos, los otros grupos criminales arden en cólera y la guerra se intensifica. Esa es la lección que hemos observado, desde el 2002 hasta la fecha, sobre el comportamiento criminal y la participación de la autoridad gubernamental a nivel nacional.
La población indefensa que es víctima de los criminales también representa al Abel bíblico, que es victimizado sin lograr defenderse a sí mismo y sin nadie que le ayude ni lo proteja; permaneciendo vulnerable ante un Caín oscuro y colérico, henchido de un espíritu fratricida.