A lo largo y ancho del mundo vemos un preocupante ascenso al poder de la extrema derecha. Su discurso es el mismo, un discurso de fin del mundo, de urgencia y limpieza, cerrar filas, eliminar el mal, purificar la vida, proteger a la familia, desarrollar la economía a toda costa, eliminando el Estado de bienestar. Eliminar el mal, que siempre se localiza afuera, nunca adentro de las derechas y sus prácticas. De ahí su núcleo dictatorial y paranoico.
Si las derechas están arribando al poder , desplazando al centro y izquierda, no podría ser de otra forma, y con razón, paradójicamente, debido —directa o indirectamente— al funcionamiento y fracasos de algunas izquierdas, —como las derechas— enamoradas de ellas mismas.
Entre los elementos del fracaso de las izquierdas podemos nombrar el vivir enamorados del pasado, no hacer una nueva alianza con el dinero y la tecnología, estos se consideran como agentes malos a priori, no dando posibilidades de matices; enamoramiento del ideal de antaño que intentan sustentar en pleno siglo XXI. ¡Oh si, éramos gloriosos! ¡Somos gloriosos! ¡Luchábamos contra el sistema! Esto son sin resolver la burocracia lenta y obsoleta de sus gobiernos, su fijación al pasado, a la idea de los enemigos son los otros. Lo que nos lleva al siguiente punto: hartazgo de la población a la demagogia: claro, la hay tanto de izquierda como de derecha. La primera con su mistificación de ideales y personajes que terminan siendo huecos, mientras que la segunda, la demagogia de derecha, se encubre en ideas de progresos y desarrollo empresarial, "no se puede mejorar lo que no se puede medir, evaluar", para controlar y explotar a sus anchas todo cuanto se atraviese, recursos, personas, instituciones, gobiernos, mercados. Por eso, precisamente, su destino es colapsarse, fagocitarse, reiterar la misma insatisfacción. Pero ello no le importa mucho ya que en el inter vende, basta con que alguien crea al menos una vez y "muerda el anzuelo".
La derecha sueña con un gobierno a su servicio, por eso le habla al ciudadano que vive en el hartazgo, haciéndole creer que son exclusivamente las izquierdas las culpables del estado en le que se encuentra, no ellos, privatizando todo sin regulación alguna, para cargar, una vez más, a los ciudadanos toda la responsabilidad. Los peores discursos de la derecha y la izquierda son aquellos irresponsables, uno culpa al otro. El mal son los otros. En medio, los ciudadanos, a quienes nos tocará salir de la ilusión neurótica de que será un otro poderoso que finalmente nos salvará, tomando una posición a la vez creativa y responsable.