Yo celebro la Pascua, mis padres me enseñaron que era la fiesta más importante. Esta es una temporada en la que escuchamos una narrativa que nos recuerda que ni la injusticia ni la tristeza ni la muerte tienen la última palabra; se nos habla de amor, de fe y de esperanza. La Pascua me obliga cada año a recuperar los motivos, las verdaderas razones para recorrer mi camino de vida y particularmente recobrar los empeños de mi trabajo por México.
Nuestra vida y nuestra misión está en lo que hacemos "todos los días". Debemos normalizar la Política y volverla un esfuerzo cotidiano. Vale la pena que identifiquemos nuestras buenas razones para tener esperanza en que México recupere el rumbo, que mire hacia una vida democrática que supone diálogo y respeto, así como al progreso que signifique desarrollo, sin distinción, para nuestro pueblo.
Se trata de que encontremos los motivos de esperanza para el país. ¿Dónde deposito mi esperanza en México? voy a dar sólo tres:
Primero, en una ciudadanía que se moviliza, que está pendiente, que pregunta y denuncia más allá de un tuit. En aquellos ciudadanas y ciudadanos a quienes hace tres años vi movilizarse para hacer un partido político (México Libre), partido al que el autoritarismo que vivimos con sus complicidades y amenazas no permitió el registro, pero que hoy unen sus esfuerzos a los colectivos de ciudadanos que participan con la misión de devolverle a México la esperanza.
Segundo, también tengo esperanza en la política, en los hombres y las mujeres que desde la vida pública no nos callamos. Hay ciudadanos y ciudadanas buenos en la política, pero faltan muchos más.
Tercero, en la historia de México, en la que estudiamos y deberíamos de conocer más, pero también en nuestra historia reciente. La sola Transición Democrática nos debería recordar lo mejor de nosotros.
Nuestra esperanza puede transformarse en una ilusión que cualquier tirano puede destruir. Ahí está nuestra decisión como ciudadanos si en estos meses fortalecemos nuestra esperanza o nos quedamos en la trivialización de la ilusión de que todo se haga exactamente como cada uno en su individualidad esté pensando. Decidir entre la libertad que dignifica o la libertad que sólo satisface.
Es nuestra decisión, por lo pronto, yo me formo en la fila de la esperanza porque al fin de cuentas ahí me he aprendido a formar y soy capaz de creer firmemente en lo increíble.