En una nueva contraofensiva del ejército ruso este domingo, fue atacada la ciudad ucraniana de Jersón, dejando un saldo preliminar de al menos cuatro muertos.
Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, 170 mil personas entre soldados rusos, ucranianos y de la sociedad civil, han perdido la vida.
"Habrá paz cuando alcancemos nuestros objetivos" dijo el omnipresente Vladimir Putin al respecto de la invasión, justificando que su país vecino debe ser "desnazificado" y libre de ideas radicales que les ha impuesto el mundo occidental.
En Oriente Medio, las huestes de Benjamin Netanyahu siguen confrontándose contra Hamás y este domingo, el conflicto armado cobró 70 víctimas más durante los bombardeos en Gaza. Desde el 7 de octubre que comenzó la ofensiva, más de 20 mil 500 personas han perdido la vida y 2.3 millones de niños, niñas, abuelos, gente con discapacidad, ha tenido que desplazarse, sin tener un lugar seguro donde vivir.
"Estamos en una guerra, no una guerra por elección, sino una guerra justificada, correcta y moral", justifica el presidente de Israel, Isaac Herzog.
Miles, millones de personas envueltas entre ambos conflictos, viven un episodio al más puro estilo de Dante, sin que lo hayan pedido y esta noche, en Navidad, pese a vivir en penumbras, en medio del frío y vivir con familias mutiladas, lo único que piden es paz, es volver a encontrarse con sus seres queridos, llegar a la mesa a convivir sin sobresaltos.
El Papa Francisco se ha referido en la homilía de este 24 de diciembre, a los escenarios de guerra.
"Estamos cerca de nuestros hermanos y hermanas que sufren la guerra. Pensamos en Palestina, Israel, Ucrania. Pensamos también en aquellos que sufren la miseria, el hambre y la esclavitud'', dijo Francisco.
Si bien estamos a miles de kilómetros de los conflictos bélicos, bien podemos aún ahora en el 25 de diciembre, la Navidad, pensar en aquellos que padecen hambre, quizá elevar una plegaria por ellos y más cercano a nosotros, llevar un poco de alegría a quienes menos poseen, reconciliarnos con nuestra familia, dar un abrazo o una palabra de aliento a quien lo pueda necesitar.
Es lindo celebrar con una gran cena, con obsequios, pero como dice el Papa, el consumismo no lo es todo; de los elementos de las fiestas, es el menor.
Soy una gran afortunada de contar con amigos y familia incondicional, que me y nos arropa y cuando esto sucede, cada eventual trago amargo que pudiera llegarse a dar, es más llevadero.
Esa es la magia de la Navidad, sentir el amor del Niño Jesús que quiere encontrar su lugar en el mundo, en nuestros hogares, en nuestro corazón.
Desde este pequeño ejercicio editorial, van mis mejores deseos por una Navidad y un cierre de año, literal, como el que rezan los villancicos: de paz y de amor ¡Felices fiestas!