Como si no fueran poco las múltiples grescas y actos bochornosos que se suscitan en el estadio cada vez que hay un juego, importante o no, de futbol, en el que un equipo es querido y el otro defenestrado. Como si no fuera poco que el futbol es el deporte más violento, además del futbol americano, que se ha olvidado por completo de que el ejercicio es bueno para la salud. Como si no fuera poco, digo, los desmanes ocurridos en los palcos.
Como si no fuera poca toda esa caterva de lecciones de lo impropio, ahora quieren hacer un nuevo estadio, este para el equipo de futbol los Tigres. Todavía ven y no aprenden la devastación y la afección a la naturaleza que causó la construcción del estadio de los Rayados, con inversión privada de los meros meros de Cervecería Cuauhtémoc, y con la aprobación y complacencia del ex gobernador Rodrigo Medina de la Cruz, y la ex alcaldesa de Guadalupe, Ivonne Alvarez.
Que la construcción del nuevo estadio, ya anunciada y cantada a los cuatro vientos, todavía sin lugar fijo y sin la aprobación de las decenas de permisos de todo tipo, se hará con fondos de inversionistas privados. ¿Entonces por qué el gobierno lo presume como si fuera suyo diciendo que será el más grande y el más ecológico y el más versátil de América Latina? Que lo digan los inversionistas.
¿Y cuál es el interés del gobierno del estado en que se construya el estadio para los tigres? No se sabe. Lo que sí se sabe es que el público participante del futbol ha sustituido la idolatría por una interacción cívica en los asuntos que le corresponde, como el mal servicio del transporte, el aire contaminado y la inseguridad. Pero el público futbolero está a años luz de estos intereses porque está adormilado con los juegos del futbol. Entonces se construye el estadio para que el público siga durmiendo los sueños de la ignorancia y no salga a las calles a protestar ante alguna injusticia.
Sabemos que el público adicto al futbol es el más ignorante, el más mal educado; el que tira basura en la calle y se pasa los semáforos en rojo, es el que si tiene auto va conduciéndolo a todo volumen en el programa del Cepi Boy. Es el que se estaciona en los lugares para personas con discapacidad. Es el que profiere el grito homofóbico en los partidos. A ese público está destinada la nueva magna construcción. Y es que sí, entonces de eso se trata, exactamente.
Y porque es un negocio con ganancias bastantes considerables, tantas que a todos atrae, a todos, menos a los adictos al futbol, esos con pagar el boleto de entrada y tomarse unas caguamas está bastante contento y más si el Partido lo ganó el equipo de su preferencia, los Tigres. Que por cierto no son la UANL, son de Cemex. La UANL paga la limpieza del estadio.
De aquel hermoso juego que era el futbol, en el que la destreza y sinceridad eran los verdaderos valores físicos, además de la condición y la habilidad, no queda nada. Hoy se comercia con los futbolistas, se vende cerveza en los estadios olvidando lo de mente sana en cuerpo sano, o al revés. Y lo peor: en el futbol, ocurren asesinatos.