En el año 2014 en la ciudad de Dresden Alemania se creó en forma casi desapercibida un aparentemente inocente y pequeño movimiento de extrema derecha llamado PEGIDA (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente). En un principio fueron solo unos cuantos neo-nazis quienes acudían a las marchas ante el asombro, la apatía, la incredulidad y el desdén de la mayoría. El grueso de los moradores de Dresden no comulgaban con las ideas del movimiento; lo minimizaban y lo veían como un tema ajeno, pero pronto el discurso de los medios viró hacia uno de comprensión ante quienes “de buena fe” se manifestaban y de rechazo hacia quienes opinaran lo contrario. Con el pasar de los meses ese movimiento se propagó a otras ciudades de Alemania y se convirtió en un partido político “Alternative für Deutschland” con retórica xenofóbica y nacionalista, produciendo consecuentemente al menos 10 crímenes de odio registrados diariamente hacia los “malos” migrantes y quienes tuvieran empatía con ellos. Pareciera profético aquel adagio que reza: niños chicos, problemas chicos; niños grandes, problemas grandes; lo que comenzó como un tema local se convirtió en un asunto nacional y un problema de todos.
En definitiva, los problemas de unos tienen resonancia en los otros; la historia lo ha hecho patente a través de las guerras mundiales, la crisis de refugiados en Siria, la falta de oportunidades en Centroamérica, el calentamiento global, la falta de educación y ahora, con el COVID19. Cuan grande es la ingenuidad, la arrogancia y la sobervia de la sociedad al pensar que la miseria, las cuitas, la injusticia y la desgracia ajena no son competencia propia. Cuando China inició con sus primeros casos que requerían de un ventilador, comenzó a comprar internacionalmente todos los que pudo y los fabricantes, gustosa y ventajosamente, “hicieron su agosto”. A China le siguió Corea del Sur quien adquirió los pocos que el primero le dejó y colocó órdenes de compra por todo el mundo. Como la parábola de las novias que no se prepararon con aceite para sus lámparas, las ínfulas de los políticos occidentales los cegaron y pensaron que ese era un asunto de los chinos, de ricos, de otros y que a sus países estaban preparados o inmunes. A excepción de China; primero en tiempo, primero en derecho, es evidente que existe globalmente un ingente déficit de ventiladores y que el occidente no fue previsor pensando que era un problema ajeno. Veamos las repercusiones en EE.UU.
Partiendo de un escenario optimista donde apenas el 40% de los 330 millones de habitantes se infecte y que de ellos el 2.3% requerirá de un ventilador, estaríamos hablando de que precisarán de más de 3 millones de unidades. Al día de hoy nuestro vecino del norte cuenta con aproximadamente 160,000 aparatos más otros 12,700 en una “reserva estratégica nacional”; obviamente son insuficientes. Ante ello, el viernes 27, el inicialmente incrédulo Presidente Trump, con una orden ejecutiva definió a los ventiladores como “esenciales para la defensa nacional” e invocó al “Defense Production Act (DPA) ”. Con ello obligarán a General Motors, a través de su filial Ventec Tecnology, a aceptar y priorizar contratos para producir la cantidad de ventiladores que el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) considere apropiados, reconvirtiendo una armadora de autos en Kokomo, Indiana. La ley federal DPA fue aprobada por primera vez por el Congreso norteamericano en 1950 y utilizada durante la Guerra de Corea definiendo como estratégica a la industria de aluminio y titaneo y ha sido pronunciada al menos en 50 ocasiones desde entónces. En definitiva no es un tema de “enchilame otra gorda” que pueda ser resuelto facilmente y le costará muy caro a EE.UU. y al mundo entero no haberse preparado, pues los yerros de los unos afectan a los otros. Quizás la hegemonía económica estodounidense no le permitió ver más allá y tal vez la primera presidente mujer de GM, Mary Barra, pensó que el deficit de ventiladores no era problema suyo, pero “les crecieron los enanos del circo”, y ahora sí lo es.
A toro pasado es muy fácil hacer un juicio desdeñoso, no así cuando se pretende alertar de un suceso que no ha acontecido. Otro ejemplo de cómo pudiera reverberar un asunto ajeno en Latinoamérica es el caso de Venezuela. Justamente la semana pasada el Departamento de Justicia anunció cargos de narco-terrorismo contra Nicolás Maduro y algunos de sus allegados, acusándolos de traficar cocaina junto con las FARC colombianas y Hezbollah, consideradas como organizaciones terroristas. Con esta acusación EE.UU. pudiera aplicar contra Maduro la Ley Patriótica que busca impedir y obtaculizar el terrorismo y que fuera promulgada por el expresidente George Bush a la luz de los ataques terroristas del 11 de septiembre 2001. No es un tema menor pues existe un diáfano hilo conductor entre Venezuela, Cuba y otros países latinoamericanos cuyos medios de producción se rigen por ideologías socialistas. Quizás sea un acto prudente que dichos gobiernos hagan una introspección para ver analizar el impacto de sus permisivas decisones con el tráfico de estupefacientes o con el manejo responsable del la contingencia sanitaria. Igualmente pertinente sería revisar su determinación de obstaculizar, nacionalizar o cancelar contratos de inversiones estadounidenses con el ánimo de no ser incluidos en la lista negra. Tal vez la situación de Maduro y Venezuela esté más cerca de casa de lo parece.
Es condición humana el vivir en sociedad y como tal nadie puede permanecer inmune, indolente o extraño al dolor ajeno; por tanto hago un sentido llamado a ser empático con los más necesitados y afectados por el COVID19. En indubitable que habrá muertos, que no tendra parangón la quiebra de PYMES y que se perderán cientos de miles de empleos. Como sustento cito el análisis de el Instituto de Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), donde por cada punto porcentual que disminuya el PIB, México perderá entre 225 y 275,000 empleos. Si JP Morgan prevee que el PIB caerá 7% este año, esto quiere decir que México pudiera perder 1,925,000 empleos, esto es la mitad del total de empleos formales que se crearon en todo el sexenio de EPN. Esta alarmante crisis economico-social nos convoca a cerrar filas, a trabajar más duro que nunca y a poner nuestro granito de arena para sacar al país adelante plenamente conscientes de que el problema ajeno, sí es clarmente también nuestro.