Uma metade cheia, uma metade vazia.
Uma metade tristeza, uma metade alegria.
A magia da verdade inteira, todo poderoso amor.
Chico Buarque
Las siguientes preguntas son un concentrado de cuestionamientos que cada lector puede tomar como referencia, incluso, a partir de las mismas, generar las propias.
Madre, hoy quiero hacerte/hacerme las siguientes preguntas, quizás en un intento por abrir el diálogo, tratar de entender y, sobre todo, sanar lo vivido: madre ¿por qué nos hiciste tanto daño? ¿Por qué nos hiciste tanto daño y al mismo tiempo tanto bien? ¿Por qué nos hiciste tanto daño alejándonos y al mismo tiempo nos abrazaste con una fuerza amorosa?
Madre ¿por qué nos hiciste tanto daño y al mismo tiempo nos diste todo lo que no tenías y hasta un poco más, lo imposible? ¿Por qué nos hiciste tanto daño y al mismo tiempo nos dabas el alimento más nutritivo, el más delicioso? ¿Por qué nos hiciste tanto daño y al mismo tiempo te esmerabas en que nunca nos faltara nada y que buscáramos ser felices?
Madre ¿por qué nos hiciste tanto daño y al mismo tiempo tenías una fuerza incansable e imparable para siempre apoyarnos y creer en cada uno de tus hijos, darnos un amor incondicional lleno de fe en nuestras personas y proyectos? ¿Por qué nos hiciste tanto daño y al mismo tiempo no dejabas de amar la vida y sonreír? ¿Por qué nos hiciste tanto daño y al mismo tiempo parecía que buscabas algo inmenso y sublime, sin nombre ni tiempo?
Madre ¿por qué nos hiciste tanto daño levantándonos la voz en cada frase? ¿Por qué nos hiciste tanto daño con tu tristeza, pero también te recuerdo sonriendo, cantando, bailando… siendo amiga y cómplice de nuestras experiencias y al mismo tiempo algo que parecía asemejarse a una jueza implacable?
Madre ¿por qué nos hiciste tanto daño y al mismo tiempo hacías lo imposible porque tuviéramos todo lo que deseabas que tuviéramos? ¿Por qué nos hiciste tanto daño y al mismo tiempo nos consolabas? ¿Por qué nos hiciste tanto daño y eras también al mismo tiempo consuelo y remedio? ¿Por qué nos hiciste tanto daño y al mismo tiempo te amamos con todo nuestro corazón? ¿Por qué nos hiciste tanto daño y ahora habitas un espacio sin lugar ni tiempo en donde poder conversar? ¿Por qué nos hiciste tanto daño y aún siento que continúas profiriendo palabras agudas que hieren, acompañadas de frases alegres y amorosas?
Madre ¿será que, sin darte cuenta, nos hacías lo que alguna vez te hicieron, lo que tu misma padeciste sin saber mucho el por qué? ¿Será que lo que nos hacías era en parte una especie de mapa viviente, una memoria que venía de lejos y que todavía respira, un relato autobiográfico de un trayecto del camino, algo más fuerte que tú, que simplemente no pudiste deshacer y dejar de responder?
Madre ¿será que realmente nos hiciste tanto daño o más bien la memoria nos juega en tu contra dibujándonos un acartonado pasado terrible, cuando en verdad si aquel y este tiempo presente han sido maravillosos ha sido precisamente gracias a ti? ¿será que nuestras mentes insisten en creer que nos has hecho daño, culparte de nuestro dolor, algo que habita en cada uno de nosotros, tanto individual, familiar, como socialmente, para pretender salvarnos? ¿será que al decir que nos hiciste tanto daño en verdad somos unos malagradecidos que no queremos o no podemos reconocer los otros “lados de la moneda” al tiempo que buscamos escondernos cobardemente de nuestras propias desgracias, del futuro que nosotros mismos labramos y destruimos?
Madre ¿será que queremos inscribir tu presencia en nuestras vidas sólo como daño y no como algo que, por principio, excede a cualquier intento de explicación, que escapa a las palabras, y que, por su naturaleza y grandeza, rebasa los adjetivos y toca lo imposible del amor singular que te las ingeniaste para sostener y vivir con cada uno de tus hijos?
Madre ¿será que todos esos reclamos del supuesto daño que declaramos nos has causado no son más que la prueba fehaciente de tu presencia y apoyo incondicional? Madre que carga, cuida, abraza y besa, que habla, acompaña y nutre… ¡madre viva! ¿será qué decimos que nos dañaste para intentar, en vano, protegernos del dolor de la posibilidad de tu ausencia? ¿optar por el enojo en lugar del agradecimiento, por el rencor en vez de la ligereza del presente?
¿Será que como madre eres justamente un exceso de vida, que gracias a ello es que se logra sostener la función sin dejar de ser mujer, de dar vida, educar, acompañar, cuidar, generar…? Que de tan intensa y especial que es su función, y al faltar las palabras adecuadas, sólo nos queda nombrarla deficientemente con esa frase limitada y absurda: “nos has hecho tanto daño”, pero que en realidad se trata de otra cosa, de algo Real que, como dijo José Saramago, “…no tiene nombre y eso es lo que somos”.
¿Será que decir en una misma frase las palabras “madre” y “daño” es una forma inadecuada, pésima y limitada, de relatar lo que tuvo lugar en nuestras vidas y que, por lo tanto, necesitamos inventar y jugar con palabras nuevas para poder decir lo imposible de otras maneras sin reducirlo a un simple sufrimiento y dolor, hacer una poética nueva sobre ti, madre, para sólo entonces poder ver y recocer lo que tú has sido y significado en nuestras vidas?