El pasado 21 de octubre, un destacado periodista mexicano me acompañó en un recorrido por una zona de Tijuana afectada por una prolongada crisis humanitaria. La falta de capacidad para abordar y resolver la problemática en el área del bordo de Tijuana ha llevado a la concentración significativa de migrantes procedentes de diversas entidades federativas y países. Esta situación ha generado serios problemas en términos de salubridad, salud y seguridad en los alrededores de este emblemático espacio tijuanense. Era imperativo, en ese recorrido, entablar un diálogo con mujeres y hombres que, en las banquetas y áreas públicas, han construido de manera improvisada sus hogares, utilizando tan solo unas cuantas cobijas o plásticos como paredes de su residencia.
Una de las conversaciones más significativas fue con una mujer de 35 años, recién llegada a Tijuana. Ella, con tan solo dos meses y medio en la ciudad, compartió que, al igual que otros residentes, solo encontró refugio en esa zona caracterizada por la tragedia y la desesperanza. Durante nuestro diálogo, reveló ser originaria de Acapulco y estar huyendo de la violencia que asola esa región. Sin vacilación alguna, expresó la imposibilidad de vivir en ese destino turístico debido al control absoluto y la pérdida de libertades impuestas por organizaciones criminales, afectando a muchas familias en los últimos años.
Luego de escucharla, respondí sorprendido: "Vaya ciudad, Tijuana, la que eligió para escapar de la violencia". Sin embargo, para mí, el panorama en Guerrero y las numerosas historias de ingobernabilidad por parte de las autoridades locales, sumado a la gestión del gobierno federal en esa zona durante al menos la última década, no son sorprendentes. Es suficiente recordar la marca significativa que el sexenio de Peña Nieto dejó, especialmente con ese capítulo incomprensible y sin respuestas institucionales objetivas en Ayotzinapa.
Hace un poco más de una década, tras una reunión institucional crucial con el exfiscal estatal Xavier Olea, quien recientemente falleció, y el secretario de seguridad pública de la zona, el General Pedro Almazán, expresaron las enormes dificultades para enfrentar a las organizaciones criminales en la entidad federativa. En aquel entonces, el poderío y la capacidad económica de estas organizaciones, junto con el aumento acelerado de sus miembros, representaban desafíos considerables y peligrosos.
Así como lo escribí la semana pasada, basándonos en el informe presentado a principios de año por AC Consultores, se revela que en Guerrero operan 14 grupos delictivos que tienen presencia en uno o más de 69 de los 81 municipios del estado, abarcando el 94% de la superficie territorial. Esto implica una amenaza potencial para 3,308,579 habitantes, lo que representa el 93% de la población:
y las organizaciones criminales que operan en la zona incluyen a Los Beltrán Leyva, Los Rojos o Jefes, Los Granados, el Cártel de Sinaloa, la Familia Michoacana, Los Tequileros, Los Guerreros Unidos, el Cártel de Jalisco Nueva Generación, el Cártel del Sur, el Cártel Independiente de Acapulco, Los Ardillos, Los Tlacos, Los Caballeros Templarios y Los Viagra. Estas organizaciones han cooptado o sometido a autoridades locales y federales, resultando en el control y la sumisión de la sociedad civil en la región... apropósito de este tema, recién iniciada la semana varios empresarios de Acapulco me han comentado que los cobros de piso han comenzado, basados en la reconstrucción de los comercios, quieren cobrar ahora para permitirles reconstruir.
La inesperada devastación causada por el huracán "Otis" simplemente confirmó lo que ya era evidente para la sociedad: la gobernabilidad de facto está en manos de la delincuencia organizada, no en los cuestionables gobiernos que actúan como gerentes de ese gran poderío criminal.
En este momento, el Gobierno Federal dio por terminada la declaratoria de emergencia en Acapulco y Coyuca de Benítez, los dos municipios afectados por el huracán "Otis", a través de un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF), lo cual resulta completamente absurdo. Es crucial prestar atención a la posibilidad de que el fin de la violencia y el empoderamiento del crimen organizado en la región también llegue a su término, estoy siendo irónico, gracias a un pronunciamiento presidencial, ¿acaso no es así como se acallan los problemas en el país en este momento histórico? Al presidente, al parecer, le importa poco lo que sucede en Acapulco, un lugar donde ha afirmado haber ganado siempre las elecciones, y de ser así las implicaciones son evidentes.