Las elecciones en Brasil se definieron hasta el último momento. No será fácil el regreso de Lula para reconstruir la democracia. La destrucción que la ultraderecha ha generado en ese país desde 2016, cuando le dieron un golpe legislativo a la presidente Dilma Rousseff, ha sido profunda. Muy lejos han quedado aquellos tiempos en donde las opciones rondaban el centro democrático, hacia la izquierda como hacia la derecha. Ahora la pelea fue entre una amplia coalición de centro y una ultraderecha que desgobernó el país con todos los excesos posibles.
El daño del bolsonarismo en Brasil ha sido tan grave que hace unas semanas se pensó que sería relativamente sencillo dejarlo de lado, como una pesadilla frente a la cual el país despertaría, pero la sorpresa fue que ese modelo y ese líder habían echado raíces y tenían más apoyo del que lograron captar las mediciones electorales. La noche oscura del bolsonarismo llegó a la segunda vuelta con una alta intención del voto, prácticamente con un empate técnico frente a Lula. El resultado estuvo cerrado durante todo el conteo de votos. 50.9% obtuvo Lula contra 49.1% de su contrincante.
Como una réplica de lo que ha sido el trumpismo en Estados Unidos, con todas las diferencias que puedan darse entre esas dos opciones de ultraderecha, Bolsonaro destruyó la senda de una democracia de derechos, bienestar y pluralismo: afectó el medio ambiente con graves consecuencias para la amazonia; combatió a la diversidad social y sexual; propició daños terribles en muertes durante la pandemia de la Covid-19; llenó de militares a la administración pública. Ese gobierno movió el eje político brasileño hacia una alianza impensable hace unos años. Tres grupos poderosos cobijaron al bolsonarismo, el agronegocio, los sectores evangélicos y los militares; hoy esa alianza ha germinado hasta cambiar el mapa político del congreso y de los gobiernos locales. Una reelección de Bolsonaro hubiera implicado seguir con la destrucción democrática para consolidar una autocracia electoral.
Esta elección puso sobre la balanza no sólo un proyecto de país, sino las posibilidades de reconstruir el sistema democrático y el bienestar. El regreso de Lula como presidente, en su tercer periodo, abre la posibilidad de un regreso a la vía democrática. Se espera una economía más redistributiva que termine otra vez con el hambre para millones de personas; Brasil podrá recuperar su peso internacional, que se perdió con el bolsonarismo. Se volverá a proteger el medio ambiente y la amazonia.
Lula no la tendrá nada fácil. A diferencia del país de 2003, el líder del PT tendrá ahora un contexto interno y externo muy adverso, con un corrimiento político hacia la ultraderecha y con márgenes de maniobra mucho más estrechos de lo que fue la ola de precios altos de los commodities. El regreso de Lula llegará con una economía mundial que anuncia recesión, una fuerte ola inflacionaria y una guerra en Europa que se ha prolongado, es decir, un mundo complejo que propicia mucha incertidumbre.
Estas ultraderechas hacen trampa. Bolsonaro sigue al pie de la letra el truco de Trump, desconocer el resultado si no le favorece y decir que hubo fraude. Así que durante toda la campaña se dedicó a inventar un fraude inexistente. Brasil tiene uno de los sistemas electorales más seguros y el voto electrónico permite un cómputo exacto, rápido y a prueba de cualquier manipulación o hackeo. Por esa razón Lula en su discurso de victoria señaló: “quiero saber si el presidente que teníamos va a reconocer la derrota” (El País, 30/10/2022). Esperemos que el exmilitar derrotado no intente un golpe, tomar el congreso y tratar de impedir el legítimo triunfo de Lula. El resultado electoral expresa el mapa de un país no solo completamente dividido, sino altamente polarizado. Brasil también padece esa enfermedad que padecen hoy las democracias en muchos países.
La reconstrucción de Brasil llevará tiempo y necesitará de todo el talento y la experiencia del próximo presidente Lula, de su equipo y su coalición. Este triunfo abre una esperanza en un país que necesita urgentemente una nueva orientación hacia la democracia y el bienestar. El primer discurso de Lula fue un llamado al diálogo…