El tiempo y la memoria son tejidos siempre abiertos, en constante construcción. ¿Qué es lo que hace que algunos eventos sean recordados, mientras otros tantos, olvidados? ¿Cuál es ese elemento silencioso e invisible, casi imperceptible, que funciona como hilo conductor, fuerza gravitacional que atrae y organiza los recuerdos que pueblan las memorias?
Una de las capacidades humanas, derivadas del hecho de tener lenguaje, es la capacidad de narrar: agrupar discursivamente los hechos desde un cierto lugar, de ahí que el nobel colombiano, Gabriel García Márquez, expresara que la vida no es aquella que uno vivió sino la que se recuerda para contar. En ese sentido, la vida humana es vida sobre todo vida narrada, vida ficción, vida en transformación y amplificación.
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, logró explicar cómo el sistema inconsciente organiza dichas huellas mnémicas, las memorias que aparecen en la consciencia, dándole un cierto orden y cadencia, un sentido de lo que creemos ser, lo que hemos sido, en sí a nuestros recuerdos. En ese sentido, el recuerdo no sería solamente una recolección pasiva de datos e información, sino un "molde" que cada cierto tiempo se edita y reedita, que organiza y aglutina elementos que se repiten desde una posición determinada, dándole cualidad a nuestras memorias. De ahí que la memoria sea una función psicológica que es dinámica. Es decir, que se construye desde un punto en el presente o en un supuesto futuro hacia el pasado, dependiendo de sus usos y objetivos, independiente que se conozcan o no. De ahí que una persona o país al no conocer su historia estaría condenada a repetirla. Pero también, por otro lado, una persona podría no recordar o editar de otra manera sus memorias, precisamente porque ese "molde" de recolección-edición de vivencias es una estructura discursiva rígida que por más que se vivan y experimenten cosas nuevas, simplemente no se pueden ver ni apreciar, ya que los "vinos" de la novedad se siguen sirviendo en las mismas "copas" viejas ya conocidas.
Mientras que la vida biológica tiene un inicio y un irreversible fin, la vida de la memoria es ilimitada, contingente al recuerdo y a la existencia en la narración. Esa es la posibilidad de que lo que desaparece en un plano pueda seguir existiendo y permaneciendo en otro, en el de la memoria. Todos y cada uno de nosotros terminaremos transformados en recuerdos u olvidos de alguien más. Siendo el recuerdo al mismo tiempo pobreza y riqueza, pobreza, porque no existe un recuerdo por más imperioso e insistente que sea capaz de materializar y solidificar una evocación, pero al mismo tiempo riqueza, ya que el recuerdo es el testigo silencioso que no todo desaparece, sino algo queda y permanece acompañándonos, recordar el vivir –dice la sabiduría popular.