En una reunión sostenida hace un par de semanas, Rusia y China exhortaron conjuntamente al mundo “a fortalecer la mutua comprensión y a aumentar la cooperación a favor de la seguridad mundial y la estabilidad geopolítica y a contribuir al establecimiento de un orden multipolar más justo, democrático y racional”. En serio, ¿China convocando al mundo a establecer un “orden multipolar más justo” y haciendo votos para cooperar en torno a una “estabilidad geopolítica” ?, ¿y a dónde se fue la circunspecta, subrepticia y cautelosa China en cuanto a la “libre determinación de los pueblos” de tiempos de Deng Xiaoping?, ¿qué no se supone que era Biden quien debió haber hecho una exhortación de esa índole?
Naturalmente, se aproximan vientos de cambio, si no es que ya llegaron, en el caleidoscópico tablero económico, social, militar e ideológico mundial. Al igual que en todo deporte en equipo, en la estrategia geopolítica es preciso escoger bien a los compañeros de fórmula y conocer a los adversarios y sus jugadas. En ese sentido, China, como buen capitán, ha seleccionado temporalmente a países que se sienten frustrados y ofendidos por represalias, injurias y embargos de parte de Washington: Rusia, Corea del Norte e Irán. Por otro lado, China ha señalado como su rival al país supremamente admirado y al mismo tiempo, injustamente la mayoría de las veces, más odiado del mundo, EUA.
Como muestra un botón, hace unos días el presidente Biden, en entrevista con la cadena ABC, escupió hacia arriba acusando a su homólogo ruso de ser un “asesino” y de que “pagaría un precio” por su injerencia en las elecciones pasadas. Uy, quizás si lo hubiese espetado Trump nadie se hubiera sorprendido, pero fue el supuestamente diplomático y mediador Joe Biden, quien escribió el epitafio. Es difícil de entender cómo, si nuestro vecino norteño conoce de sobra que Putin tiene la “mecha corta”, ¿qué caso tiene estar despertando demonios encadenados hace cinco años? En respuesta, el timonel soviético sobriamente le deseó “buena salud” a su homólogo ofensor… ya veremos en el actuar, particularmente de la mano de Xi Jinping.
Por otro lado, Irán acumula tres años continuos de recesión económica propiciada por un coercitivo embargo comercial estadounidense que, lejos de haber logrado el objetivo de reducir la producción de uranio enriquecido, ha festinado mayores tensiones en el cuadrilátero medio oriental. Así es, parece que en casa del Tío Sam “el horno no está para bollos”.
Pues bien, hace apenas unas semanas, el secretario de Estado de EUA, Antony Blinken lanzó la primera piedra afirmando: “La mayor prueba geopolítica del siglo XXI es nuestra relación con China … es el único país con el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para desafiar seriamente al sistema internacional estable y abierto”.
De la misma forma, el presidente Biden airadamente advirtió: “China tiene un objetivo general, y no la critico por ese objetivo, pero pretende convertirse en el líder mundial, en el país más rico y poderoso del mundo. Eso no va a suceder mientras yo esté a cargo, porque EUA seguirá creciendo y expandiéndose”. En consonancia, EUA está pensando en una inversión de más de USD$110 millardos apostando a tecnologías de punta llamada “Endless Frontier Act”. El tiempo desvelará si, considerando el mapa de ruta trazado años atrás en su estrategia 2049, China ni siquiera requiera contra atacar.
Mientras tanto, ninguna de las dos naciones precisa de permiso del otro y no porque Washington siga creciendo y, por el bien mundial y particularmente de México esperemos que así sea, quiere decir que Pekín dejará de hacerlo. Esto es claramente una carrera contra el tiempo donde el mejor estratega escribirá las reglas del nuevo juego multinacional. Caray, más de uno se preguntará, ¿por qué China y por qué ahora?
El tema es que, desde la caída del Muro de Berlín en 1989, precursora del fin de la Guerra Fría, los EUA no habían vuelto a tener un enemigo, adversario o contrapeso que retara su rol hegemónico mundial. Claro, hasta que apareció de improviso un gigantesco elefante asiático en el tablero geopolítico. Notablemente, entre el crecimiento económico, su asertiva visión de largo plazo, los jokers colocados en los 70 países receptores e inversión a través de la Nueva Ruta de la Seda y la expansión de la tecnología 5G de Huawei, quizás se aproxime el siglo de China como hacedor de reglas.
Una frase de las abuelas era “quiere a quien te quiera”, pero también hay que considerar la intención de los quereres. Estrictamente hablando, por las asimetrías económicas, China no precisa del cariño de Rusia, Irán y mucho menos de Corea del Norte. Lo que sí comprende de sobra es que los enemigos de su enemigo son sus amigos y en su afán de convertirse en el país de mayor influencia del mundo, toda nación aliada será una canica más en el juego de “damas chinas”.
Yo me pregunto, ¿no será que a esta generación le tocará ser testigo de lo que el escritor Nicholas Hagger vaticinó en su libro sobre el crecimiento y caída de las civilizaciones? Soñar no empobrece y, por el bien de todos, espero en Dios que sendos gigantes propicien un diálogo respetuoso, colaboren simbióticamente y aprendan a encontrarse a mitad del puente.