En nuestro país y en el mundo los abusos, desórdenes y descuidos del poder han tirado literalmente por la borda las virtudes de la política para generar la unión, la tranquilidad y la felicidad general. Y el problema del poder es que ha ido perdiendo la autoridad.
Hemos vivido un momento nacional de cambios que han sido acompañados de la ruptura, de la confrontación, de la persecución indeseable. Quizá porque se piensa, así lo creen los radicales, que un cambio no es cambio si no se rompe, día tras día, con “lo de antes”, utilizando el temible y pesado, pesadísimo mazo del poder. En la Revolución rusa los bolcheviques llegarían al exceso de ¡levantar las vías de los ferrocarriles construidos por el zar!
Porque hoy, “lo de antes” debería servirnos para corregir, para proponerle un proyecto solvente al país que nos lleve encontrar la paz en las calles, en los pueblos y en las conciencias, y no a más rupturas peligrosas.
“Lo de antes” nos obliga a todos, principalmente al gobierno, a poner en práctica, todavía es tiempo, la política de la auto contención, completamente ausente de nuestro mapa político.
La presidencia no puede estar llamando siempre a la confrontación. Porque los avances no logran ser tales y volverse duraderos si al enfrentamiento y al conflicto no le sigue la auto contención y el acuerdo, el consenso que falta para seguir avanzando. ¿Un ejemplo histórico mexicano de auto contención? El del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas en la elección presidencial de 1988 cuando, en vez de llamar al choque porque “le robaron la elección” -que hubiera desatado tal vez más división y violencia- supo obrar para bien de México y la democracia. Otro ejemplo más es el del padre del ingeniero, el general Lázaro Cárdenas, quien se resistió a imponer en la silla presidencial a uno de los suyos más suyos, el general Francisco Mújica. Después de tantos cambios y logros, que merecieron grandes agitaciones y controversias, México necesitaba volver a los quicios para recobrar su paz y Cárdenas lo sabía como nadie.
Venimos del IV Informe del presidente López Obrador y, queriendo encontrar luces sobre el futuro de la nación y no el de él junto con su partido, escuchando cifras y más cifras, dichas en tono solemne y serio, sereno hasta podría decirse, al terminar el discurso vino a mi mente la escena una película que vi en mi infancia en la que, desde una colina escarpada, invadida de silencios, expectación y temor, un jefe comanche convoca a sus huestes levantando poderoso y retador el rifle con la mano derecha poco antes de lanzarse contra el fuerte del ejército de la Unión.
Debemos insistir en la luz de futuro que no apareció en el Cuatro Informe, porque llamando disimuladamente a la guerra hacia el 2024, el Ejecutivo ha renunciado, hasta hora, a la auto contención política.
La política en México y el mundo se pervirtió el día que comenzó a importar más que la vida el poder y sus grandes pequeñeces.
Yo no he perdido en ningún momento la fe. Muchas y muchos como yo piensan que los mexicanos todos merecemos un destino mejor, en el que los problemas se encaminen del conflicto, a la auto contención y al consenso.
Poeta e historiador