Es innegable el impacto que ha tenido Marcelo Ebrard para hacerse de un lugar entre los precandidatos presidenciales de MORENA.
Si él no estuviese entre los posibles candidatos, la Convención Nacional de Morena hubiese sido un día de campo para Claudia y Adán. Es más, a estas alturas el presidente ya tendría la decisión tomada de quien sería su sucesor, como lo hacían los presidentes priístas del periodo jurásico político de nuestro país.
Marcelo, convertido en el "apagafuegos" de este gobierno, fue un colaborador imprescindible, capaz de atemperar, -dentro de lo posible-, el impacto de los graves errores presidenciales en política exterior. Podemos cuestionarle errores como el de la Línea 12 del Metro, pero aun así destacó.
Esa es su principal fortaleza frente al país que quiere gobernar y su mayor debilidad frente al gran elector que está tratando de dejar un sucesor "a modo".
Mientras Claudia y Adán pierden su fuerza fuera de Morena y a su vez eso es su fortaleza frente al gran elector, -pues ambos representan lealtad incondicional-, vemos que Marcelo y Ricardo tienen una trayectoria propia, reconocida fuera de MORENA.
La convención del Consejo Nacional de MORENA realizada este domingo podríamos interpretarla como un golpe de autoridad del presidente para imponer disciplina en este proceso interno para definir al candidato, tratando de garantizar la petición de "piso parejo" que ha sido exigida por Marcelo.
La posibilidad de que Marcelo sea candidato dentro o fuera de MORENA, -aún y con la declaración de Marko Cortés, quien a nombre de la coalición formada por el PAN, PRI y el PRD advirtió que no aceptarían a nadie que saliera de MORENA-, seguramente está generando en el presidente una actitud conciliadora para retener a Marcelo dentro del partido.
También es muy probable que el presidente haya negociado con Marcelo que, -si se garantiza "el piso parejo" y Claudia ganase la encuesta-, Marcelo reconozca con honorabilidad su derrota.
Por otra parte, todo parece indicar que Ricardo Monreal, -habiéndose subido a la campaña presidencial-, lo que realmente pretende sea obtener como premio de consolación la candidatura de MORENA para la Ciudad de México.
Podríamos concluir estas reflexiones considerando que la candidatura presidencial de MORENA se desarrolle entre dos candidatos: Claudia y Marcelo.
Lo que hemos visto estos últimos días es que conforme la posición de Marcelo sea ha fortalecido, la de Adán Augusto López se ha desvanecido y por tanto, podría suceder que en esta contienda termine convirtiéndose en lo que en cine se denomina "actor de reparto", o sea un actor secundario que enmarca la competencia de los dos protagonistas: Claudia y Marcelo. Es más, su declaración pública en la cual evita hablar de renuncia y sustituye este concepto por una petición al presidente para que lo releve del cargo, parece significar que ya considera que apenas la
encuesta defina quien será el candidato de MORENA, él regrese a su cargo en la SEGOB, después de haber participado en la contienda como actor secundario.
No olvidemos tampoco la declaración que dio el presidente respecto a que pudiera suceder que la próxima administración se moviese hacia "el centro", dentro del espectro ideológico.
Claudia representa a la izquierda radical y su trayectoria lo confirma. Por tanto, por eliminación, Marcelo sería la única posibilidad de un viraje "al centro" de la geografía política.
Además, de los dos posibles candidatos, Marcelo es el más incluyente y el que podría obtener en la elección presidencial el voto de la clase media y de un segmento de población no morenista. Seguramente ésto ya lo está considerando el presidente López Obrador; más vale un aliado el próximo sexenio, -y una transformación "light"-, que una elección conflictiva.
Esta posibilidad de que ganase la encuesta Marcelo y terminase siendo el candidato de MORENA, pareciera explicar el por qué el presidente López obrador traiga como obsesión obtener para MORENA la mayoría calificada en el Congreso, lo cual, -aparte de permitirle hacer reformas constitucionales-, le permitiría, -ejerciendo el rol de líder moral de su partido cuando deje de ser presidente-, controlar al próximo mandatario por si este decidiese alejarse de la "Cuarta Transformación".
Muchos indicadores muestran que el presidente aún no tiene la certeza absoluta de que la triunfadora de la encuesta, -que definirá la candidatura de su partido-, sea Claudia, evidentemente su favorita.
Sin embargo, con todo lo anterior no podemos descartar que hará todo lo posible, -sin romper el pacto que pudiera haber hecho con Marcelo-, para impulsar a Claudia.
Podríamos vislumbrar que en estas próximas semanas en que se definirá quien asumirá la candidatura presidencial de MORENA, veremos una contienda cerrada entre el binomio compuesto por López Obrador y Claudia Sheinbaum, compitiendo contra Marcelo.
No es necesario que el presidente esté en la boleta para acreditar que él estará contendiendo en la percepción pública, contra Marcelo.
Es evidente que durante mucho tiempo se ha fijado en la opinión pública la percepción de que su candidata personal es Claudia.
Sin embargo, suceda lo que suceda, el presidente será el beneficiario final, pues habrá proyectado a través de este proceso partidista una imagen institucional para MORENA, una identidad personal para él, -como demócrata-, y logrará mantener la unidad en un partido que últimamente se confrontaba internamente debido a las aspiraciones de los militantes que creían tener los méritos para obtener candidaturas, que terminaban no recibiendo.
Evidentemente el tema de las encuestas acaparará la atención en los próximos días, pues siendo este el instrumento que definirá al candidato, ha perdido credibilidad a partir de que esta herramienta de investigación tuvo fallas en las cifras proyectadas en la elección estatal por el Edomex. La mayoría de las encuestadoras daban por sentado un margen mayor en la intención del voto, que el que obtuvieron entre Alejandra del Moral y Delfina Gómez el día de la elección.
Definir la honorabilidad ética de las encuestadoras participantes para garantizar la credibilidad de los resultados, -así como la metodología de investigación para descartar que los dados vayan "cargados de origen"-, será el reto.
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