El error de la prepotencia

Aturdidos por la acumulación de poder, están cometiendo un error garrafal

No les faltan razones para celebrar: el veredicto sobre Genaro García Luna dobló al PAN y pavimentó el camino de Morena a la reelección, pues la alianza entre los dos principales partidos de oposición en vez de sumar, cada día resta más. Si el desprestigio del líder del PRI ya era un lastre difícil de remontar, la condena estadunidense al gobierno de Felipe Calderón —porque de eso se trata: de una condena a ese periodo— será utilizada con creces para minar las aspiraciones electorales del partido que gobernó durante los primeros doce años del Siglo. Una vez más, como tantas otras en nuestra historia, los estornudos de los Estados Unidos producen tormentas en México.

Lo cierto es que el presidente no tiene una oposición que amenace objetivamente su permanencia en el mando de la república. Y además, al uso intensivo de los recursos públicos repartidos de mano en mano, a la presencia de las fuerzas armadas por todas las ciudades y las comunidades, a la cohesión del aparato político que lo obedece sin discutir y a la comunicación dirigida desde Palacio, hay que sumar la campaña política permanente que hacen los funcionarios públicos del gobierno. Tienen todo a favor: oposiciones muy descompuestas y el aparato del Estado al servicio de sus ambiciones. Pero no les basta, en parte porque saben que el sexenio no terminará bien y en parte porque no quieren ganar sino avasallar, pues el proyecto no es dirigir el país sino reinventarlo, a imagen y semejanza del líder. Volver a nacer entre las cenizas.

Por eso han decidido modificar las reglas del juego, antes de la contienda. En vez de competir en las mismas condiciones del 2018, cuando arrasaron con la mayoría absoluta de la votación, han preferido otorgarse garantías plenas de que nada ni nadie pondrá en riesgo la continuidad del proyecto. Alegan que el INE hace fraudes, pero esa institución nació el mismo año que Morena y ha convalidado, una a una, las 331 elecciones que han consolidado al partido del presidente como el principal vencedor de todo el periodo. ¿Acaso el INE ha hecho fraudes para que gane Morena? Dicen que quieren ahorrar dinero, pero los sueldos de 3 mil 331 funcionarios capacitados, examinados, evaluados y probados por años, no medran sobre las arcas públicas y el órgano electoral ha ahorrado mucho más recursos que las dependencias del gobierno federal —como lo acaba de probar, otra vez, la Auditoría Superior de la Federación. Así que esos argumentos son falsos. Lo que quieren es usar los recursos públicos para hacer campaña y organizar las próximas elecciones con personas que les sean leales.

Aturdidos por la acumulación de poder, están cometiendo un error garrafal. Cree el león que todos son de su condición y están desdeñando la pluralidad, la diversidad y la conciencia política que suele aflorar en la sociedad mexicana, cuando reconoce que se han rebasado todos los límites. No es necesario ir lejos: sucedió en la segunda mitad de los años ochenta, con el terremoto de la Ciudad de México y el fraude del 88; volvió a ocurrir en el año 2000, cuando los excesos del PRI resultaron ya insoportables para la gran mayoría; y estalló nuevamente en 2018, cuando los partidos tradicionales fueron castigados por la corrupción, la violencia y la desigualdad. Y hoy seguimos atestiguando que esas tres lacras están vigentes, mientras el gobierno sigue anclado al pasado.

Podrán ganar las elecciones del 2024, pero habrán destruido su legitimidad, nos habrán dividido con violencia política y habrán perdido capacidad de convocatoria para afrontar los verdaderos problemas del país. En el mejor de los casos, será una victoria pírrica y, en el peor, el principio de una confrontación que nos hundirá más, mientras el presidente se afirma en el mástil.

Investigador de la Universidad de Guadalajara