El culto a Trump y la legitimación divina

El suceso y la simbólica fotografía que ilustró las portadas del mundo entero ha otorgado una legitimación divina a las políticas y al liderazgo de Trump

La suerte puede ser percibida de diferentes maneras según la cultura y la perspectiva individual, aunque por lo general se considera como una combinación de factores impredecibles y fuera del control humano. El atentado contra el expresidente y hoy candidato republicano Donald Trump acaecido hace unos días y que ha desencadenado una secuencia de acontecimientos donde cada uno de ellos está conectado con el anterior y con el siguiente formando una serie continua, ha dado un brusco e inesperado cambio en la carrera por la presidencia en los Estados Unidos.

Paralelo a catapultarlo al epicentro de la conversación en la esfera doméstica e internacional por los presagios de una probable victoria en noviembre próximo, la construcción de una narrativa con simbolismo religioso inundó la Convención Nacional Republicana.

El partido de Trump tiene una base significativa de votantes que se identifican como cristianos evangélicos. Utilizar lenguaje religioso en los discursos —empujado también por los seguidores del magnate que vieron "la protección de Dios" para evitar su muerte y ahora lo ungen como el "salvador de América"— los ayuda a conectar con este grupo mostrando que se comparten sus valores y creencias.

El suceso y la simbólica fotografía que ilustró las portadas del mundo entero ha otorgado una legitimación divina a las políticas y al liderazgo de Trump cuya decisión de nombrar al senador por Ohio, JD Vance como su compañero de fórmula para ser vicepresidente, dibuja el cuadro de lo que será su agenda no sólo electoral sino de gobierno.

JD Vance no es un populista. Su madre fue una adicta a las drogas desencadenando el odio del hijo y un resentimiento contra los cárteles del narcotráfico a quienes acusa de conspirar para matar con fentanilo mexicano a la población blanca de los Estados Unidos. De paso Vance ha expresado que el TMEC le quitó empleos a los estadounidenses. Un cuadro por demás tóxico y peligroso para México.

La relación bilateral en el gobierno de Sheinbaum puede alcanzar niveles insospechados de tensión y de presiones que van a poner a prueba, en primerísimo lugar, su estrategia contra la imparable ola de violencia y del empoderamiento de las organizaciones criminales que cogobiernan regiones enteras del país. Vance está convencido que deben etiquetarse como organizaciones terroristas y ese relato permea hace meses la esfera política estadounidense.

La politiquería de Morena y sus funcionarios de pronunciar discursos en materia de seguridad llenos de lugares comunes y mentiras no tendrá fondo en el banco del ánimo del próximo gobierno en los Estados Unidos. El destino de México luce en la incertidumbre, pero con bastante certidumbre si gana Donald Trump.

La figura desgastada de Joe Biden que ha desencadenado un efecto dominó sobre su reemplazo como candidato presidencial exhibe el ambiente electoral que danza en las llamas de una polarización que puede explotar en noviembre liberando energías geopolíticas difíciles de administrar. Las múltiples reuniones encabezadas por el embajador Ken Salazar y las eternas giras de Cancillería son una clara muestra de la genuina preocupación ante el convulso escenario legislativo mexicano.

La suma de todos estos factores de riesgo que representa la transformación y su segundo piso afectará el resultado final y la cohabitación no está dejando salidas para evitar la escalada del conflicto latente.

@GomezZalce