La democracia vive una preocupante crisis que se acentúa cada día con el crecimiento del desprestigio de la política. No hay por ello incentivos para participar en la vida pública
Joseph Robinette Biden fue elegido senador por Delaware en 1972. Se convirtió entonces en uno de los senadores más jóvenes en la historia de los Estados Unidos, país al que gobierna desde enero de 2021. Actualmente, a sus 81 años, busca la reelección ante el controvertido Donald Trump.
Sobre Biden se viene hablando con preocupación desde hace meses por su frágil estado de salud. Si sus tropiezos y extravíos lo habían ya puesto en el ojo público, su actuación en el debate presidencial del jueves pasado lo ha convertido en estos días en el personaje del que más se habla a nivel mundial. Y es que el hombre en el cargo más importante del país más poderoso, tuvo un desempeño tan malo que encendió todas las alarmas.
Al interior del Partido Demócrata son muchos los que han sugerido reemplazar a Joe Biden como candidato, pero para que eso ocurra, el propio presidente tiene que hacerse a un lado. Quienes lo conocen bien aseguran que eso no sucederá. Así que los destinos de muchos quedan sujetos a que exista altura de miras en quien no sabemos si tiene la suficiente lucidez como para tomar una decisión tan trascendental.
La disyuntiva para los estadounidenses en la próxima elección está entre un expresidente declarado culpable de delitos graves y otro que se ha mostrado incapaz de pronunciar siquiera una frase sin titubear.
Independientemente de lo que vaya a suceder con la candidatura demócrata, vale la pena reflexionar sobre la crisis de liderazgos que hay en la Unión Americana y en el mundo entero. Tenemos a una generación de mandatarios que no ha sabido irse a tiempo, ni supo encargarse de formar a nuevos cuadros para su relevo. La democracia vive una preocupante crisis que se acentúa cada día con el crecimiento del desprestigio de la política. No hay por ello incentivos para participar en la vida pública. Un joven brillante y destacado, prefiere no enlodarse en un mundo cuyas reglas son anacrónicas y cuyos protagonistas son deplorables.
Urgen esfuerzos por dignificar a la política para atraer de vuelta a quienes tienen ideales, energía y fuerza. Urge fomentar la vocación de servicio y generar programas de mentoría que permitan construir nuevos liderazgos. Pareciera que el mundo avanzó y la política se quedó estancada. Toca revitalizarla antes de que más oportunistas sigan tomando el atajo que ofrecen las posturas extremas. Urge una nueva visión refrescante, pero que no base su popularidad en el fanatismo o el miedo.
Por lo pronto, ante lo que se viene para los Estados Unidos, es una buena noticia que el próximo canciller mexicano sea un psiquiatra.