“Probablemente en ningún lugar del mundo vivan, lado a lado, dos países tan diferentes como México y Estados Unidos,” comienza así el libro Vecinos Distantes, que en 1984 escribió el corresponsal del diario The New York Times, Alan Riding. “Probablemente en ningún lugar del mundo dos vecinos se entiendan tan poco”. Los dos países están separados por el nivel de desarrollo, el idioma, la religión, la raza, la filosofía y la historia. Pero, entre todas esas diferencias, hay al menos una coincidencia: cada 12 años, las elecciones presidenciales de las dos naciones se sincronizan. Parece algo mínimo y en realidad es una simple casualidad de calendario, pero es importante porque, al mismo tiempo, todo lo que ocurre en México y en Estados Unidos tiene como telón de fondo la batalla por el poder.
2024 será uno de esos años y las carreras hacia la Casa Blanca y el Palacio Nacional ya comenzaron.
Imaginemos entonces que sobrevolamos el Río Bravo y desde arriba lo vemos todo con mayor claridad. Apuntemos primero la mirada hacia el norte. En Estados Unidos las elecciones primarias comienzan formalmente hasta el próximo año, pero hay asuntos y personajes que desde ahora merecen nuestra atención.
En el partido republicano, por ahora, el único que ha anunciado formalmente que buscará llegar otra vez a la Casa Blanca es Donald Trump. Pero seguramente se enfrentará con otros aspirantes. Uno de los contendientes con mayor impulso hasta el momento es el gobernador de Florida, Ron de Santis. Su salto a la fama política comenzó, paradójicamente, con el espaldarazo de Trump en la elección de 2018. Después, en 2022, ganó la reelección del estado con claridad. La forma en que respondió al Covid 19 y la cantidad de personas que se han mudado de Nueva York a Florida desde que comenzó la pandemia, lo llevaron a la escena nacional.
No es el único. El exvicepresidente Mike Pence, y el exsecretario de Estado Mike Pampeo, han dejado abierta la pregunta sobre su interés en ser presidentes de Estados Unidos. Una cosa es clara: cuantos más candidatos se apunten del lado republicano, mejor para Trump. Eso fue cierto en 2016. Después de todo, el expresidente tiene todavía una base sólida de simpatizantes y si el voto anti-Trump se divide dentro de su partido, él sale beneficiado.
Del otro lado, el Partido Demócrata por ahora está congelado. Hay que esperar a ver lo que el presidente Biden hará. Todo indica que podría volver a lanzarse con Kamala Harris como su vicepresidenta. Si lo hace, es muy posible que el campo quede libre para él. A lo largo de la historia, un presidente en funciones que se enfrenta a un oponente en el proceso de elecciones primarias de su partido, suele debilitarse y después pierde la elección general. Difícilmente habrá quien quiera traer esa mala suerte entre los demócratas.
Pero si Joe Biden no busca un segundo periodo, atención con el gobernador de California. Gavin Newsom tiene claras aspiraciones políticas. Para muestra su publicidad, sus viajes a Texas y Florida, y sus enfrentamientos con los gobernadores de esos estados sobre el futuro del país y los valores que Estados Unidos representa. Todo en un esfuerzo por hacerse relevante a nivel nacional. Ojo también a Gretchen Whitmer, la gobernadora de Michigan. Comparada con Gavin Newsom, ella está menos identificada con la izquierda más progresista del Partido Demócrata y puede ser popular en una elección general.
Nada está escrito de este lado del río. En la próxima entrega voltearemos la mirada al sur, hacia México, en esta sincronía electoral de vecinos distantes.