El 2 de junio, Claudia Sheinbaum venció en las elecciones presidenciales a Xóchitl Gálvez, superándola por más del doble de votos. Morena y sus partidos aliados (Partido del Trabajo-PT, y Partido Verde-PVEM), obtuvieron la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, una "casi mayoría" calificada en el Senado, y vencieron en siete de nueve gubernaturas, así como en 10 de 27 capitales.
Juzgando por los resultados, parecería que Sheinbaum arrasó en todos los niveles a la coalición que encabezó Xóchitl Gálvez, conformada por el Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Sin embargo, al revisar las diferencias entre los porcentajes de voto para presidenta y los porcentajes de voto para las cámaras, gobernadores y alcaldes, observamos una diferencia que sugiere la existencia de voto dividido o diferenciado: el voto por Sheinbaum fue mayor que el voto para las y los candidatos de su coalición de partidos políticos a senadores, diputados federales, gobernadores y alcaldes, mientras que el voto por Gálvez fue menor que el voto para las y los candidatos de su coalición.
La manera ideal de medir la existencia y magnitud del voto dividido es de forma individual con encuestas de salida, ya que brindan información del comportamiento de cada elector. No obstante, al comparar porcentajes agregados, también es posible conocer si existe voto dividido. Así, por una parte, el voto de Claudia Sheinbaum para presidenta fue de 61 por ciento, mientras que el voto de Morena y sus aliados, tanto para senadores como para diputados federales, fue de 55 por ciento, una diferencia de seis puntos porcentuales.
Por otra parte, mientras que el voto promedio de Sheinbaum en los estados donde hubo elecciones para gobernador fue de 62 por ciento, el voto promedio de las candidatas y candidatos a gobernador de Morena y aliados fue de 57 por ciento (una diferencia de cinco puntos porcentuales). De igual forma, el voto promedio de Sheinbaum en las capitales donde hubo elecciones de alcaldes fue de 60 por ciento, mientras que el voto de las y los candidatos de Morena y aliados a alcaldes de las capitales fue de solo 38 por ciento (una diferencia de 24 puntos porcentuales). Del voto que obtuvo Sheinbaum en los estados donde hubo elecciones para gobernador, el mayor porcentaje de voto dividido fue en Morelos, donde uno de cada cuatro votos de Sheinbaum no fue para Morena y su candidata a la gubernatura. En Jalisco, uno de cada cinco votos de Sheinbaum no fue para la candidata de Morena.
En el caso de Xóchitl Gálvez, también se presentó voto dividido, pero en sentido contrario al de Sheinbaum. Es decir, el voto de presidenta (26 por ciento) fue menor que el obtenido por los partidos de su coalición en el Senado (29 por ciento), en diputados federales (30 por ciento), en las elecciones de gobernador (30 por ciento) y las de los alcaldes de capitales (37 por ciento). Del voto que obtuvo Gálvez en los estados donde hubo elecciones para gobernador, el mayor porcentaje de voto dividido fue en Yucatán, donde uno de cada tres votos de Barrera (30 por ciento) no fue para Gálvez. En las capitales, el mayor porcentaje de voto dividido fue en Chilpancingo, Guerrero, donde tres de cada cinco votos de Arcos (58 por ciento), no fueron para Gálvez, quien apenas obtuvo 19 por ciento de la votación.
La magnitud y el sentido del voto dividido de ambas candidatas se sugería desde antes de la elección. La encuesta telefónica preelectoral de Defoe, levantada un mes antes de la elección (3 de mayo), mostraba que, mientras que 91 por ciento de las y los votantes de Claudia Sheinbaum votarían por sus candidatos a diputados federales, solo el 73 por ciento de las y los votantes de Xóchitl Gálvez votaría por sus candidatas y candidatos a diputados federales. Un mes antes de la elección se proyectaba que el voto por Sheinbaum sería mayor que el voto en las demás elecciones, mientras que el de Gálvez sería menor.
Así, un primer análisis sobre los resultados agregados sugiere dos afirmaciones que pueden desarrollarse conforme se evalúen más elementos de las elecciones del pasado 2 de junio. En primer lugar, el voto dividido existió en todos los niveles, aunque no fue suficiente como para presentar gobierno dividido en el Congreso o emparejar el número de gubernaturas ganadas para cada coalición, aunque la oposición sí ganó 17 de 27 capitales.
En segundo lugar, la calidad de las candidatas no generó el arrastre suficiente como para arrasar o como para presentar gobiernos divididos. En específico, la candidata de la coalición del PAN, PRI y PRD no movilizó votos suficientes a su favor como para generar el arrastre que permitiera al resto de sus candidatas y candidatos más victorias el día de la elección. De hecho, fueron las y los candidatos de la coalición opositora, especialmente a las alcaldías de las capitales, quienes obtuvieron más votos que su candidata a la presidencia. El análisis descriptivo del voto dividido sugiere que la calidad de candidatas y candidatos, especialmente la de mayor jerarquía en elecciones concurrentes o simultáneas, impera sobre los acuerdos de coaliciones o, incluso, sobre las simpatías partidistas.