Primer acto. Una persona comienza a tener los siguientes síntomas: cansancio generalizado, dolor en el cuerpo, sobre todo en la cabeza y en la zona lumbar, además presenta dificultades para conciliar el sueño, tiene múltiples despertamientos a lo largo de la noche, finalmente le alcanza la mañana sintiéndose con menos fuerzas con las que se durmió y en ese estado debe encarar el día. A lo largo de los meses ha ido perdiendo el sentido del humor, siente que nada le divierte, asume cada vez más una posición desesperanzada, cuando no sínica, cargada de mal humor todo el tiempo, y siente que, por más que se esfuerce, nada sale bien.
Segundo acto. Alguien en su trabajo nota que su rendimiento ha bajado en las tareas que solía realizar bien en tiempo y forma. Motivado por un deseo de ayudar, "por su bien", le manda hablar, le comentan lo que está observando, le da un feedback sobre las "áreas de oportunidad" y lo refiere con un coach de vida, no psicoterapia ni mucho menos psicoanálisis, ya que teme que se preocupe más, no, se trata de un life-coach que la empresa ha contratado para detectar y atender esas red flags. En una primera entrevista, el life coach habla con el trabajador, le explica el procedimiento a seguir y el esquema de trabajo, el cual consiste en entrevistas semanales, ejercicios en casa y contestar una encuesta todos los lunes y otra los viernes.
Tercer acto. Ahora, siente que, además del estrés y preocupaciones que maneja, tiene que dar resultados en el programa del life coach, ¡Una preocupación más! Después de un par de semanas sus malestares se intensifican, siente que está a punto del colapso, finalmente tiene lugar un accidente de trabajo que le permite, o más bien le obliga a que le den una incapacidad de un mes en su trabajo, lo que le permite tomar una distancia y descansar.
Este ejemplo, como muchos otros, se produce por el "bien" de las personas en las empresas, debido al abordaje que a menudo se tiene y que produce, incluso intensifica paradójicamente, los malestares y síntomas que buscaba atener. Por qué sucede esto, usted con razón se estará preguntando. El problema es de base, estructural. Desde la concepción del malestar mismo como una falla o error del "sistema" del cuerpo, el pensamiento y los afectos, del performance. Y, ante tal lectura, lo que hay que hacer es reparar, lo que hace que el trabajador se sienta perseguido por su "bien", siendo bombardeado por un serie de preguntas sin fin vía WhatsApp, a las cuales finalmente no tiene otra más que dejar en visto ¿Estás haciendo los ejercicios que te pasé? ¿Mejoraste la alimentación? ¡No has contestado la encuesta del viernes pasado y ya se te acumuló con la del lunes! Sólo te pido que cuando las contestes trates de hacerlo recordando lo qué sucedió y cómo te sentías ese día, y no al día de hoy, ya que con eso el programa que estoy aplicando en ti no va a funcionar y va a parecer que mi trabajo no está funcionado. Ahí te encargo, ¡Animo!
Los malestares humanos, en cualquier contexto y expresión, poseen un sentido más allá de su interpretación inadecuada como si se trataran de errores o fallas en una máquina que hay que reparar, expresan un sentido silenciado, atrapado en el cuerpo, que está a la espera de ser escuchado y reconocido, un mensaje sobre la vida de esa persona, que, al mismo tiempo, que le dice algo sobre lo que está viviendo y padeciendo, le anuncia lo que está pendiente de vivir y realizar, un deseo frustrado que no se ha olvidado del todo, y que le habla, o grita, a su manera, intentando comunicarle su mensaje. Pero que mientras dicho mensaje sólo se mida, es decir, se cuantifique y no se cualifique, y no se le traduzca en sus términos, quedará atrapado a la espera de un psicoanalista que, como un traductor de lo singular, pueda darle lectura al mensaje que parte de la persona y se dirige a la propia persona como en una lengua extranjera.