Estaba peleado con casi todos. Había dicho de los jueces que querían ganarle a la mala y que estaban confabulados contra él. No soportaba a la prensa crítica, sobre todo a los grandes medios internacionales que se burlaban de su limitada capacidad de expresión y de sus elementales ideas (o de su escaso talento como estadista, para decirlo de otra forma).
Le caían bien solamente quienes eran sus aliados incondicionales. No quería tener cerca a personas que tuvieran un pensamiento propio o que le hicieran sombra. Él tenía que brillar como nadie y le encantaba ocupar el centro del escenario. Nada satisfacía más su ego que el hecho de que todo el debate público girara en torno a él.
Gobernó su país de forma autoritaria y populista, arremetiendo contra los intelectuales, contra los académicos, contra el Poder Judicial, contra los órganos autónomos y contra los medios que se atrevían a criticarlo.
Nunca hizo gala de su conocimiento de las políticas públicas, cosa de la que no tenía mucha idea y seguramente tampoco le importaba. Gobernó hablando directamente con el pueblo según él, apelando a los sentimientos más que a la razón. No dejó a su país mejor de lo que estaba cuando inició su gobierno.
Silvio Berlusconi marcó el debate político italiano durante los últimos 30 años. Fue adorado y odiado a partes iguales, porque representaba el alma picaresca y libertina que muchos querían emular, pero también una forma hueca y farandulera de ejercer la política.
La figura de Silvio Berlusconi heredó el populismo que tanto daño le ha hecho a las democracias liberales alrededor del mundo. Murió Berlusconi, pero sigue vivo el berlusconismo, emulado por Chávez y Maduro en Venezuela, por Trump y Bernie Sanders en Estados Unidos, por Duterte en Filipinas, por Bukele en El Salvador, por el clan kirchnerista en Argentina, por Daniel Ortega en Nicaragua, por los partidarios del Brexit en Inglaterra y por AMLO-Morena en México. Aunque a veces cuesta creerlo, es difícil concebir el daño que una sola persona le puede hacer a su país, cuando está decidido a desconocer todas las reglas y a imponer su propia necedad frente a las instituciones gubernamentales. Sucedió en Italia y le puede pasar o seguir pasando a muchos otros países. Estamos avisados.
Twitter: @MiguelCarbonell