La era tecnológica que vivimos no deja de impresionarme cada día. Realmente no soy un fanático de la tecnología, pero mis nietos y nietas insisten en instruirme sobre este tema al que me muestro, tengo que admitirlo, sistemáticamente resistente.
He decidido escribir sobre esta temática que no corresponde precisamente a mi trayectoria profesional durante mi vida laboral, considerando que mi orientación fueron las ciencias humanas y políticas, pero hay giros inesperados del destino, supongo.
Con todo ello, heme aquí decidido a no prestar más resistencia a una ola tecnológica que se muestra imbatible, imposible de detener, aunque tuviera poderes mágicos estoy seguro de que no lo lograría, así que decidí sentarme a escuchar a mis figlios Arturo y Carolina, quienes obviamente están empapados de las aplicaciones prácticas de las innovaciones tecnológicas más recientes.
Continuando con mi reflexión sobre la era tecnológica, imagino la tecnología como las intensas aguas que llegan a la orilla de la cascada, donde se precipitan con gran fuerza y velocidad. Imposible detener las Cataratas del Niágara, igualmente, ¿para qué intentar lo imposible? Mejor dejar la vida fluir, independientemente de nuestra voluntad motivada por temores irrisorios y nostálgicos.
Hay que reconocer que la vida con la tecnología es más confortable, me lo demuestra el control remoto de la televisión que aún utilizo, que me permite estar descansadamente hundido en mi sillón sin la obligación de ponerme de pie cada vez que necesite subir o bajar el volumen o cambiar de canal. Igualmente, con el teléfono inalámbrico que me concede, desde el mismo mullido diván, tomar una llamada sin levantarme ni dirigirme a la recámara donde se encuentra la base del receptor.
Sí, reconozco que no son las tecnologías de punta las que utilizo a diario, sin embargo, para mi vida de jubilado, son bastante útiles. Obviamente el teléfono celular también me brinda un gran servicio, puedo localizar a mis nietos y nietas, así como a mis hijos en cualquier momento, al menos eso creo.
Recientemente me enseñaron a abrir mi correo electrónico desde el celular, me pareció una idea muy práctica, ya no tengo que acudir a mi oficina, prender la computadora, entrar a internet y luego buscar mi correo. Ahora es más fácil de utilizar, aunque también tengo que confesar que no poseo gran interés en el correo porque no tengo nadie quien me escriba. Eso de estar jubilado tiene, sin duda, implicaciones sociales a largo plazo.
Platicando con la figlia Carolina que estudia en la Universidad, me comentó de tres innovaciones tecnológicas que podrían ser de mi interés. La primera de ellas: las plataformas de taxis sin conductor. Me mostró videos de cómo operan en otras ciudades, realmente me pareció genial, esto considerando que, por mi edad, prefiero no manejar, así que cada vez que tengo que salir a reunirme con mis amigos y tomar café, ir al cine, al gimnasio o a jugar golf, dependo de la buena voluntad de la familia para que me hagan el favor y me trasladen de un sitio a otro.
La otra innovación que me mostró fue la Inteligencia Artificial (IA), que me pareció de gran utilidad para acceder a la información de manera expedita. Carolina insistió en impresionarme, así que le pidió a la Inteligencia Artificial que me propusiera ideas para mi próximo artículo en este importante periódico. Me recomendó cinco: (1) Desafíos educativos en la era digital; (2) La importancia de la educación ambiental; (3) El impacto de la inteligencia artificial en el mercado laboral; (4) La inclusión educativa; y (5) El rol de la educación en la formación de ciudadanos críticos.
Carolina se percató que los temas no me convencían del todo, así que me pidió que le preguntara a la IA de manera más específica lo que necesitaba. Le solicité al remedo de robot que me ilustrara respecto a qué cuestiones abordar en un artículo para el periódico El Porvenir, sobre la relación entre Educación e Inteligencia Artificial.
En segundos el susodicho robótico me respondió, sugirió que intitulara el artículo: Educación e Inteligencia Artificial: Transformando el aprendizaje en la era digital. Como Introducción me recomendó que hiciera hincapié en cómo la IA impacta nuestras vidas y cómo puede revolucionar la educación. Para iniciar el apartado de Desarrollo, consideró importante brindar una definición sobre qué es la Inteligencia Artificial. Insistió en destacar el potencial de la IA, en tres dimensiones: Aprendizaje personalizado (cómo puede la IA adaptar el contenido y la metodología a las necesidades educativas del alumnado); Retroalimentación instantánea (la IA puede brindar orientación a los estudiantes respecto a sus áreas de oportunidad, personalizando así su aprendizaje); Recopilación y análisis de datos (la IA recopila y analiza información para identificar patrones, tendencias y áreas de intervención); Asistentes virtuales y chatbots (la IA permite brindar apoyo en tiempo real a los estudiantes y responder preguntas y proporcionar recursos adicionales).
Además de lo anterior, brindó otras recomendaciones que debería atender para escribir este artículo, haciendo referencia a consideraciones éticas. Para ello sugirió examinar la privacidad y la seguridad de los datos; prevenir los sesgos e inequidad derivada del uso privilegiado de los recursos tecnológicos; y reflexionar sobre el rol del docente, cómo puede adaptarse, aprovechar la tecnología y enriquecer su enseñanza.
La figlia Carolina ahondó más sobre las conclusiones de la IA aplicada a la educación, pero me pareció que el asunto había sido suficientemente tratado, pensé que el contenido podría ser tema de una tesis doctoral; como yo ya hice mi doctorado, hace tiempo, en la Universidad de Sussex, bajo la asesoría de Ernesto Laclau, abordando el discurso del populismo en América Latina, cedo el lugar a las recientes generaciones para que profundicen e investiguen sobre tópicos tan polémicos e interesantes.
Carolina insistió en que aún faltaba una idea más que abordar, además de la Conducción Autónoma, la Inteligencia Artificial, quedaba una innovación tecnológica en el área médica que podría ser de mi interés, me aclaró que era un argumento posthumanista cien por ciento: la Criogénesis.
Le pedí que luego me hablara de ello, por hoy había sido suficiente con el asunto de la tecnología y la inteligencia artificial. Eso de la Criogénesis puede esperar, le aseguré y luego la convidé a compartir los alimentos, considerando el motivo de la celebración los éxitos académicos en sus estudios universitarios alcanzados a lo largo de este semestre en la Facultad de Música. Me sentí muy orgulloso de ella.