Todas las personas somos únicas, parece una frase para poner en una tarjeta de regalo, pero es más que eso.
Pretender que todas las personas seamos iguales es irracional, las diferencias nos hacen ser tan únicos e irrepetibles que nos genera nuestro lugar en el mundo.
Al mismo tiempo las personas somos iguales, pero no en nuestro pensamiento, forma de ser o vestir, pero si somos iguales en dignidad.
La utopía es ser iguales también en derechos. Durante las distintas épocas la humanidad ha luchado por derechos, para poseer tierras, tener trabajo digno, educación, agua, servicios básicos como luz, transporte, seguridad, incluso derecho a la información y a la comunicación digital.
Todas y todos nuestros ancestros lucharon contra el sistema, que en las distintas épocas negaban derechos que posteriormente se han garantizado. Nada ha sido una graciosa concesión, todo ha sido producto de movilizaciones, diálogos, reclamos, gritos, escritos, peticiones, notas de prensa, audios, canciones de protesta, etc.
Hay una escrito de Flores Magón, uno de mis escritores favoritos que lo resume todo.
"Todo hombre -dice Carlos Malato- es a la vez el reaccionario de otro hombre y el revolucionario de otro también.
Para los reaccionarios -hombres serios de hoy- somos revolucionarios; para los revolucionarios de mañana nuestros actos habrán sido de hombres serios"
Esta es una verdad de la humanidad, el continuo cambio, el progreso de las ideas, de los derechos humanos, de la dignidad. Siempre existirán ideas nuevas, siempre habrá resistencia y siempre existirán revolucionarios creando nuevas realidades. Realidades donde podamos vivir con nuestras diferencias, pero con igual dignidad.