"Los medios violentos nos darán una libertad violenta"
Mahatma Gandhi
Disculpará usted que no me ocupe del ascenso al poder de la primera Presidenta (así pidió que le llamaran) de México, pero ya muchos, por no decir todos, han escrito y hablado de ella, de manera que lo que este humilde escribidor pueda aportar es más bien poco.
Deseo, eso sí, que le vaya bien, porque si le va bien a ella nos va bien a los mexicanos.
Hablemos de otras cosas, tal vez menos relevantes para algunos, pero no para chorro de millones de compatriotas que vivieron, sufrieron, votaron, lloraron y se enredaron con eso de "La Casa de los Famosos México" que concluyó el domingo.
Los "Reality Shows" no son tan nuevos como algunos suponen. Recuerdo en la década de los 60´s un concurso patrocinado por Mueblerías y Relojerías Monterrey, que se ubicaba en Diego de Montemayor y Ruperto Martínez, que llevaba por título "El Bello Durmiente" y en el que colocaban en su escaparate una cama en la que se acostaba un hombre vestido de pijama antigua (ropón y gorra con borlita) y a diario transmitían segmentos por el Canal 6 de Televisión Independiente de México; el asunto era adivinar cuántas horas duraría ahí "El Bello Durmiente".
Como a mi me quedaba a tres cuadras de casa, iba a diario a ver retozar entre las sábanas al tipo y disfrutaba cuando otras personas le hacían caras a través del cristal, le gritaban para que no se durmiera o se ponían a chupar limones para que se estimularan sus glándulas salivales. Hasta aquí la anécdota del Monterrey antiguo.
Pues bien, el domingo resultó ganador de La Casa de los Famosos México el actor y conductor Mario Bezares, regiomontano por adopción y figura ampliamente reconocida en el medio artístico por las razones que ya todos conocen.
Porras, gritos, abrazos, confeti y serpentinas, pura felicidad. Sin embargo me cuestiono la amplia difusión que dentro del concurso le dieron al tema de que el triunfador recibiría un maletín de 4 millones de pesos.
Durante diez semanas estuvieron friegue y friegue con que el ganador se haría acreedor a esa suma y sólo en el capítulo final lo repitieron unas mil veces, mostrando en pantalla el maletín azul con el logo del patrocinador que supuestamente contenía los billuyos que, luego de recibir Bezares, se los entregó amorosamente a su esposa Brenda (casi colapso de la ternura y emoción).
Cuatro millones pueden ser poco o mucho según lo aprecie alguien, dependiendo de su condición, sin embargo, me parece un despropósito monumental el insistir, reiterar y repetir el monto del premio, que puede ser atractivo para la audiencia y más para los participantes, dado que junto con el maletín el ganador recibe una diana de caza que le colocan encima para que cualquier delincuente común, vulgo ratero o pandillero, se le antoje secuestrarlo a ´él o alguien cercano para bajarles dinero.
Sí, sí, sí, no cargan el dinero encima, pero los malosos saben que lo tienen y al saberlo se convierten en presas antojables a las que no hay que investigar, porque ya tienes una idea de cuánto se puede pedir a cambio de su libertad.
Por eso desde hace tiempo instituciones como el Tec de Monterrey han optado por dar a conocer únicamente el primer nombre del ganador de sus primeros, sin apellidos o más información, protegiendo la identidad de las personas.
Yo que Mayito anunciaba que ya le di en la madre a los cuatro millones y que no sólo no me quedó nada, sino que hasta quedé a deber dinero, para poder dormir más tranquilo en un Monterrey cada vez más violento.