Hoy conmemoramos un día históricamente muy importante no sólo para el movimiento obrero, sino para la sociedad en general. El concepto de trabajo usualmente lo asociamos con una relación donde existe un empleado y un empleador, un trabajador y un patrón, un obrero y un capitalista, antiguamente un siervo y un señor o un esclavo y un amo. Se trata de relaciones productivas donde la explotación ha sido una constante, sin embargo, el concepto de trabajo actualmente es más amplio que sólo un vínculo productivamente activo.
Hace referencia no sólo a una relación de explotación, también lo asociamos como una manera para que el ser humano trascienda su propia existencia. Para ello se requiere que el trabajo funja como un instrumento que se convierta en un fin en sí mismo, que posea su propio propósito, que se inserte como parte medular en la construcción del sentido de vida que el sujeto le otorga a su existencia.
¿Què es mejor -es la pregunta que me surge en esta reflexiòn- que el trabajo sea un medio para lograr un propòsito mayor en cuanto a su significado trascendente, o que el trabajo sea un fin en sì mismo, donde no haya màs allà de este y que el sujeto logre realizar sus màximos anhelos exclusivamente por esta vìa?
En la era moderna e industrial que me tocó desempeñar mi ciclo de trabajo, las carreras laborales se realizaban generalmente dentro de las instituciones o corporaciones. En el sector público se tenía la expectativa de trabajar al menos 30 años para poder jubilarse con una pensión segura. En el ámbito privado, muchos profesionales trabajaban pero se enfrentaban llegando a los cuarenta años de edad, que los despedían, eran parte del reajuste de la empresa y tenían que empezar de nuevo a esa edad; esto representò para algunos una oportunidad de iniciar un emprendimiento exitoso, pero para muchos que fracasaban en este intento, su nivel de vida caìa estrepitosamente.
La seguridad social en el empleo cada vez ha ido peor, es màs insuficiente, y se ha legislado en este sentido: que las empresas, inclusive las pùblicas, no otorguen una jubiliaciòn como parte de un contrato colectivo, sino un sistema de ahorro privado que se administra en fondos para el retiro que estàn depositados en el sistema bancario.
En el ámbito magisterial los fondos para el retiro que manejan los administradores resultan en verdaderos fracasos financieros, considerando que invierten en negocios que implican un nivel de riesgo alto y el capital se esfuma, esto lo hemos observado principalmente en el sistema de ISSSTELEON.
En mi época de juventud, al poseer en lo personal una historia de obrero, al conocer de pequeño las injusticias propias de una sociedad desigual como la de Montemorelos, y tener como docentes a excelentes profesores en la preparatoria, terminan por convencernos de tomar conciencia de nuestra condiciòn de clase social, esto me empujó a convertirme en un socialista de corazòn que creía de manera entusiasta en el movimiento obrero internacional.
Fui un obrero de la General Electric, por cierto, tengo que reconocer que no me fue mal allí, al contrario siempre recibí buenos tratos de los jefes, inclusive ascendí muy rápido, sin proponérmelo, en la breve carrera corporativa que tuve.
Uno de esos días, casualmente llegaron unos norteamericanos a supervisar la planta. Nadie en la oficina hablaba inglés. El jefe don Panchito, desesperado por comunicarse con los norteamericanos, exigió que le consiguieran alguien que pudiera ser intérprete. El jefe del almacén se acordò y le dijo que allì trabajaba un joven que ademàs de la prepa, estudiaba también inglés. En ese momento me encontraba cargando diversos enseres domésticos, acudì al llamado y asistì a don Panchito como intèrpete, finalmente lograron comunicarse con la comitiva norteamericana. Esta situación agrado tanto al gerente que me ascendieron como asistente de oficina, también, como agradecimiento, me dieron un cheque que me permitió comprar muebles nuevos para mi casa. Pasó el tiempo y los compañeros de trabajo mostraron siempre muy buen aprecio hacia mi persona, aunque era joven y realmente con escasos recursos económicos. Mi inquietud política me llevó a involucrarme en la universidad con grupos de izquierda y comenzò así mi militancia. Esto se supo pronto en la General Electric y ocurrió lo que tenía que ocurrir: me despidieron con todas las prerrogativas que otorgaba la ley.
Con el tiempo volvì a encontrarme con mi antiguo jefe y me percatè que don Panchito se sentía culpable por haberme despedido, pero yo solito me lo busqué, por andar de activista universitario, lo cual era un eufemismo, realmente estaba ya convencido de la necesidad de la transformación violenta de la sociedad por medio de una revolución, así que en una época de Guerra Fría, era lógico que la empresa desconfiara de mi presencia y finalmente me echara fuera.
En aquel tiempo don Panchito, el gerente general, me insistía en que siguiera estudiando leyes en la UANL para proponerme, en su momento, como apoderado legal de la empresa. Era un buen camino que se abría ante mis posibilidades, pero la libertad de elección, me llevó a tomar otra alternativa distinta.
También recuerdo con gratitud que al finalizar cada año, además del aguinaldo, me pagaban por preparar y dirigir unas palabras durante las posadas de navidad, esto sin que yo lo pidiera, era algo que surgía espontáneamente por parte de los jefes de la empresa.
Viendo en retrospectiva, tengo que reconocer que los administradores de esta empresa capitalista transnacional, eran personas muy humanas que se portaron siempre de manera muy amable, que estuvieron siempre dispuestos a apoyarme en todo el tiempo.
Ahora veo con mayor claridad que lo que decían los maestros adoctrinadores en la prepa, no coincidía con lo que vivía como trabajador. Es cierto que era explotado, pero me retribuían dignamente por mi trabajo y mi tiempo. Nunca trataron de sacar ventaja de mi condición de joven con poca experiencia laboral, al contrario siempre me estimularon a que siguiera preparándome y ofreciéndome nuevas posibilidades de crecimiento profesional y laboral.
Continuando con mis reflexiones sobre mi vida laboral podría decir que había tres valores que me motivaban de manera constante: (1) No explotarás a nadie; (2) No disfrutarás del ocio; (3) Tu realización personal depende de tu esfuerzo laboral. Estos tres parámetros morales me llevarán a sentirme siempre motivado con respecto a mi empleo como profesor universitario y normalista.
Ahora que platico con mis nietos que tienen que trabajar 30 años como yo lo hice, ya no lo veo como algo inevitable. Observo que ellos piensan que se trata de un trayecto demasiado distante y que no necesariamente tienen que realizarlo, considerando que están muy preparados y pueden ganarse la vida de otra manera.
En estos dìas cumpliò años mi figlia Carolina, como parte de las celebraciones familiares me invitaron a una reuniòn en un lugar donde jugarìamos golf. Los palos y las pelotas son reales pero la actividad se desarrolla en un campo de golf virtual. Al principio me negué a asistir, pero al notar la insistencia, decidí dejar a un lado los prejuicios ideológicos de juventud y acepté acompañarlos para disfrutar ese momento.
Al percatarse la figlia Carolina de mi renuencia inicial, me cuestionò que si habìa sido yo un workaholic, me explicò que este término se refiere a la incapacidad de las personas para obtener satisfacciòn en diferentes actividades de ocio y solo lograrlo en el trabajo. Asì que mi respuesta fue lo más clara posible: Sì, acepto que fui un workaholic durante mi vida laboral pero ahora que estoy retirado, quiero disfrutar mi vida con mis seres queridos lo màs posible.
Con todo ello, tengo que admitir que el partido de golf virtual estuvo interesante y creo que como actividad recreativa y de ocio, comenzó a gustarme.