Del 18 al 21 de septiembre de 2024, Monterrey será sede de la XIX Cumbre Mundial de Premios Nobel de la Paz. Paz para el Progreso, el camino a la prosperidad colectiva.
Todo un logro, así lo considero, de Cristina González Parás, presidenta del Encuentro Mundial de Valores, porque es una mujer que ha trabajado durante muchos años, por la promoción de la paz, de la equidad, de la compasividad y por supuesto, de inculcar en todos los miembros de la sociedad, desde el más pequeño, hasta los diferentes niveles de autoridad, valores que nos lleven a convertirnos en una mejor ciudad, en un país más próspero, y por supuesto, un mundo más feliz para heredar a las generaciones que nos siguen.
El esfuerzo de González Parás no sería posible si no hubiera encontrado eco en el gobierno del estado y en la propia Cumbre de los Nobel de Paz que encabeza Ekaterina Zagladina, otra incansable mujer impulsora de la paz.
La Cumbre sucederá justo en el marco de un aniversario más de la ciudad capital de Nuevo León y recibirá el título de Ciudad Internacional de la Paz.
No es sencillo construir la paz; nuestro día a día da cuenta de los terribles acontecimientos que suceden en el mundo, hoy, por ejemplo, en una Ucrania invadida por Rusia; o un Israel que insiste en acabar con Hamás, aunque en el camino extermine a miles de civiles y destruya sus hogares.
En la cimera habrá importantes personajes que a lo largo de la historia moderna han puesto su mejor esfuerzo por alcanzar la paz como el costarricense Oscar Arias Sánchez, cuyo papel impulsó el fin de los conflictos armados en Centroamérica en la década de los 80.
El Premio Nobel de Paz le fue conferido en 1987 y el monto económico recibido lo utilizó para establecer la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano; es así que el dos veces presidente de Costa Rica trabaja desde entonces para fomentar la igualdad de oportunidades para las mujeres; así como el cambio en la orientación filantrópica en América Latina y mantiene un esfuerzo permanente para la desmilitarización y la resolución de conflictos en el mundo en vías de desarrollo.
Cito a Arias Sánchez, no porque los demás panelistas y Premios Nobel de Paz participantes tengan menos méritos; nada más alejado de mis propósitos epistolares; sino porque es lo más cercano a la realidad que como latinoamericanos, vivimos, compartimos, entendemos.
En su oportunidad, Arias Sánchez logró apagar un problema, pero aún hay muchos por resolver en Latinoamérica: Venezuela, Bolivia, Perú, El Salvador y ni qué decir de Nicaragua. No se trata propiamente de guerras, pero sí de vulneraciones a la paz social, a los derechos de millones de latinoamericanos que, padeciendo las crisis internas de sus países, emigran buscando un mejor futuro hacia el norte.
El secretario de gobierno, Javier Navarro dijo sobre el evento que "nos viene, decía yo, del cielo a bendecir a nuestro estado un evento muy importante en el cual hay que sentirnos todos contentos".
Yo diría que el evento debería inspirarnos para predicar con el ejemplo, tendiendo puentes de diálogo hoy muy necesarios entre los actores políticos; y además, emprender acciones que realmente se traduzcan en una baja a los índices delictivos.
Y si se puede, aunque parezca mucho pedir, implementar programas que generen acercamiento, comunicación y amor, que tanta falta siguen haciendo para fortalecer la célula primordial de la sociedad, que es la familia.