Finaliza el sexenio y la inseguridad está peor que antes. Recuperando una frase célebre del presidente mexicano respecto al tema: "Dejaron crecer mucho el problema". Como si fuera un acertijo que la esfinge le ha planteado al país y a sus líderes, la violencia se apropia de cada esquina de los municipios y pueblos de la nación.
La esfinge edípica se presentó aquella noche del 1ero de diciembre de 2018 en Palacio Nacional, y entre sueños interrogó al novel presidente: "¿Puedes descifrar el enigma que nos lleva al abismo de la violencia, o quedaremos ciegos ante el porvenir?" El noble tabasqueño no atinó a responder y la esfinge insistió antes de desaparecer evaporándose como el olvido: "¿Encuentras la salida de este caos, o caeremos como Edipo, en el destino ciego del fracaso?"
Y el fracaso llegó y se instaló a lo largo del sexenio, los criminales se volvieron los amos y señores de extensos espacios del territorio nacional, desafortunadamente también nuestro querido Nuevo León, especialmente el noreste. Aunque nací en el Valle del Pilón, pronto emigré a la antigua Villa de Santa Lucía, conocida como Monterrey y, ahora, por motivos familiares, pretendo vivir en una antigua comunidad que fue fundada a finales del siglo XVII, conocida como Hacienda Santa Fe, originalmente asentamiento clave para la vivienda de un grupo de mineros que laboraban para un real de minas típico de la región, hoy en día una ecoaldea en ciernes.
Digo "pretendo vivir" porque en ocasiones dudo del éxito de tal empresa, los motivos son evidentes: por los caminos aledaños al lugar, practicando algo de senderismo, es inevitable encontrarse con forasteros que deambulan en los alrededores de la comunidad y, cuando el hambre les aprieta, tienen el descaro de acudir a las casas para exigir que les den comida, incluso en la tiendita de "La Bertis" (así le llaman), solicitan refrescos, lonches, papitas fritas, cigarros, agua embotellada, etc., los pobladores acceden amablemente, por miedo por supuesto.
Por cuestiones propias de la inseguridad que reina en el lugar y, considerando la violencia que ejercen los criminales en contra de las instituciones encargadas de resguardar el orden público, es mejor que el nombre de la cabecera municipal de este poblado norestense del estado de Nuevo León, pueda permanecer en el anonimato. En la actualidad el despoblamiento que se ha generado es mayúsculo, se ha retirado cerca del 80% de la población. La capital municipal tuvo en su mejor momento hasta 790 habitantes.
El despoblamiento nos recuerda al fenómeno de éxodo rural que ha afectado las áreas del noroeste español, especialmente a la comunidad autónoma de Castilla y León, donde hermosos pueblos medievales han quedado con muy pocos habitantes. En la península ibérica no poseen el problema de inseguridad que aqueja a nuestras tierras, sin embargo, el problema de la concentración del empleo en las grandes metrópolis sigue contribuyendo a que el campo sea un lugar bello pero difícil de permanecer en él y prosperar.
El municipio al que me refiero lo llamaremos Martín de Zavala, en honor al exgobernador del Nuevo Reyno de León, y considerando que desde el 2021 no cuenta con autoridades estables, ya que el embate del crimen organizado ha creado un vacío de poder evidente e inevitable; pues, como se podrán imaginar nuestros amables lectores y lectoras, no posee, tan insigne lugar, tampoco con un cronista. Esto significa que el municipio de Zavala, hoy que enfrenta una larga noche de su historia, necesita quien actúe como un testigo objetivo e imparcial de tal tragedia social que sacude a los habitantes, que se esfuerzan heroicamente en permanecer en este lugar donde "la muerte anda suelta".
Hace unos días el municipio de Zavala salió a la luz de los medios de comunicación, las imágenes que observaron los habitantes del estado de Nuevo León, así como el mundo, fue el de patrullas incendiadas, también quedaron achicharradas las pocas ambulancias del lugar, los edificios tanto de Protección Civil como de la presidencia municipal. El mensaje del grupo criminal era claro, se trató de una represalia hacia el gobierno local por apoyar, presuntamente, al grupo criminal contrario con quien mantienen una cruenta disputa por la plaza.
Por si esto fuera poco, cuatro jóvenes que fueron capturados vivos por el grupo agresor, fueron decapitados para sellar el mensaje de horror con sangre. Se supone que estos desventurados sujetos pertenecían al grupo criminal en conflicto, siendo claro el mensaje de intimidación y espanto en estos actos.
Como cronista no oficial y autoproclamado del pueblo de Zavala, quisiera iniciar mi novel oficio esbozando una descripción contextual del lugar. Se trata de un municipio con una extensión territorial de 722,112 kilómetros cuadrados, un poco más pequeño que el país de Chile (756.626). Las coordenadas geográficas son 25°33'12"N 99°06'37"O, la altitud máxima sobre el nivel del mar es de 200 metros. Su población, de acuerdo con el último censo nacional fue de 1,360 habitantes, distribuidos en 163 localidades rurales, cuatro de ellas las más importantes Gachupines (790), Madero (175), Brasil (125), la Lajilla (48) y la cabecera municipal Zavala (790).
Estas cifras demográficas vienen en decremento desde el 2010, en una década con un -20.7%. Las mujeres predominan con un 51.7%. Solo un 0.59% del total de la población habla lengua indígena (huasteco y náhuatl). Se trata de un municipio con poco acceso a internet, un 4.47% de la población accede a este servicio; un 13.2% cuenta con una computadora en casa. Un 89.8% posee un teléfono móvil. El medio de transportación es el automotor (automóvil, camioneta o motocicleta) ya que 62.9% de la población lo utiliza como principal medio de transporte al trabajo. El tiempo de traslado laboral es de 21.4 minutos. La tasa de analfabetismo de Zavala en 2020 fue 4.35%. La escolaridad concluida es de 48.1% en el nivel de primaria, 30% en secundaria y 16.8% en preparatoria. Las principales carencias sociales son el acceso a la seguridad social, el rezago educativo y carencia por acceso a los servicios de salud. Llama la atención que la población adulta mayor presenta una proporción de discapacidades significativas: discapacidad visual (36 personas), discapacidad física (27 personas) y discapacidad auditiva (22 personas). El índice de Gini que mide el nivel de desigualdad en un municipio es de 0.3, lo cual es indicativo de que se trata de una población que muestra un nivel de inequidad considerable, sin embargo, menor al de General Terán o los municipios del sur del estado de Nuevo León. Se cuenta además con indicadores de un 1.01% de población en extrema pobreza, y 12.9% en pobreza moderada. Respecto al tema de la inseguridad, un 59.5% de los varones se sienten inseguros y un 76.1% de las mujeres reportan sentirse inseguras.
Retomando estas cifras podemos encontrar la descripción de un municipio rural, con clima semiárido, casi fronterizo, predominan la población adulta, mujeres, no existen grupos indígenas establecidos, hay poca actividad económica propia de las comunidades. La mayoría de la población joven tiene que estudiar y trabajar en los municipios cercanos: Los Aldamas, General Bravo y principalmente China. La población adulta productiva trabaja en los Estados Unidos, especialmente en la actividad agrícola, poseen propiedades que permanecen solas durante largos lapsos de tiempo, por lo que el pueblo parece fantasma durante los períodos de verano, en invierno reciben a los residentes pasaporteados que visitan a la familia y permanecen durante esa temporada. Los residentes locales no pasaporteados poseen mayores carencias sociales ya mencionadas. La mayoría de la población informa (y con mucha razón), sentirse insegura ante la violencia social que vive la localidad.