Como a muchos lectores, me sorprendió la noticia de la reciente muerte de Paul Auster; lo que siguió a continuación era, por el contrario, lógico: evocar nuestras lecturas de su obra, confeccionar un florilegio de sus mejores páginas. Me desconcertó, sin embargo, que la primera imagen que se asomó en mi cabeza no haya sido de algún pasaje de su narrativa, sino una descripción de su ensayo La invención de la soledad. Ese libro aborda la muerte del padre del escritor y es un esfuerzo por entender o construir (incluso reinventar) la relación entre el progenitor, comerciante y agente de bienes raíces, descendiente de inmigrantes judíos austriacos para más señas, y el vástago, un joven taciturno con inclinación a la poesía francesa, al estudio de la literatura y a la redacción de cuartillas. Tras recibir, por teléfono, la noticia del deceso, Auster supo "que tendría que escribir sobre mi padre", aunque "No tenía un plan ni una idea precisa de lo que eso significaba". Escribir para salvar la memoria (o para reinventarla): "Pensé: mi padre ya no está, y si no hago algo de prisa, su vida entera se desvanecerá con él".
La escena en cuestión consiste en la descripción de la casa paterna: un hogar donde las cortinas estaban siempre cerradas y las persianas abajo. En una ocasión el escritor visitó, junto con su esposa, a su padre y se instaló con él durante varios días: "La oscuridad de la casa nos resultaba agobiante, así que subimos las persianas para dejar pasar la luz del día. Cuando mi padre volvió a casa y vio lo que habíamos hecho, tuvo un incontrolable acceso de furia, totalmente desproporcionado con relación a nuestra afrenta". Auster asociaba ese gusto por habitar en la penumbra con la personalidad evasiva y enmascarada del padre, un sujeto que vivía en la superficie de las cosas, evitando cualquier trato personal e íntimo: "Era un hombre invisible, en el sentido más profundo e inexorable de la palabra. Invisible para los demás, y muy probablemente para sí mismo".
Supongo que la permanencia en mi mente de ese episodio durante tantos años tiene que ver con algo más. Cerrar las cortinas es una manera de crear un refugio personal, frágil y provisorio, es verdad, pero sumamente simbólico. Forma de escudo ante el exterior, primera piedra en la construcción de un universo subjetivo y privado, (el cual me parece hoy más necesario que nunca). O tal vez tenga que ver con mi gusto personal por mantener las cortinas cerradas: busco la sombra porque en la ciudad que habito casi no existen: por el contrario, y como sostenía Alfonso Reyes, reina aquí la resolana. En todo caso no es una evasión de la realidad, o no completamente. El mundo exterior es demasiado pesado para llevarlo sobre los hombros todo el día. Necesitamos apartarnos. En ese sentido, la lectura es otra forma de mantener las cortinas cerradas. Darle la espalda al mundo por un momento, para luego regresar a él con otra perspectiva.
Los rayos del sol no son los únicos que se filtran por nuestras ventanas, también la mirada exterior, aquella que juzga y clasifica los comportamientos. Las redes sociales pueden ser (y suelen serlo) invasoras de la privacidad, aunque lo hagan con nuestro consentimiento. La oscuridad no es necesariamente sinónimo de algo ilícito, como tampoco el silencio es prueba de culpabilidad. Al releer lo que acabo de escribir empiezo a entender mi desconcierto inicial. Ese fragmento de La invención de la soledad me había llamado la atención desde la primera lectura porque la reacción del padre no era tan desproporcionada para mí: representaba la defensa de la frontera entre el mundo exterior y el universo interior. Con su ensayo, Auster trataba de entender a su padre, esforzándose por iluminar su existencia: "Creo que para él el mundo era un lugar lejano, un lugar al que nunca logró penetrar de verdad; y allí, a la distancia, entre las sombras que aleteaban a su alrededor, yo nací, me convertí en su hijo y crecí, como una sombra más que aparecía y desaparecía en el oscuro ámbito de su conciencia". Me pregunto que hubiera pasado si en lugar de querer descorrer las cortinas de la vida del padre, Auster hubiera tratado de dialogar con él en la penumbra.