Corridos bélicos

Con los corridos belicones se genera un proceso de identificación tanto con los intérpretes como con los personajes de los dramas de sus canciones

La neurosis es el negativo de la perversión

Sigmund Freud

Por supuesto, para muchos, la vía más fácil sería hablar de lo degradante de las letras y la pobre propuesta musical de los corridos llamados, belicones; que si acaso, uno que otro se salvan musicalmente hablando, sea por sus intérpretes, por sus arreglistas, por la producción de sus conciertos o las mercancías que comercializan, por su nivel de influencia; añadir que dicha música promueve la violencia, la degradación de la mujer y las normas sociales, que son una clara y abierta invitación a la transgresión social con tintes de fiesta y arrojo, de riqueza amasada "haiga sido como haiga sido" a costa del sufrimiento de muchas personas, etc. Y claro, que hay algo de eso. Solo que no tomaremos esa vía. Sino plantearemos algo más simple y fundamental: ¿qué es lo que seduce/encanta tanto –pero también horroriza– de lo que plantea dicha música

En un contexto mundial de desajustes e injusticias sociales, de pocas oportunidades de mejorar las condiciones de vida, quien la ha sabido "hacer" burlando las acciones de la autoridad conquista las simpatías de las masas que han sido oprimidas por esa violencia estructural gubernamental. Una especie de héroe sin capa, un Robin Hood bélico, un antihéroe que toma la justicia en sus manos, que vende un objeto fascinantemente aterrador como lo es la droga. Que se hace temer por todos, que causa envidias y recelos, que muchos quieren imitar, tener y ser como él, porque se puede comprar lo que quiera y no necesita siquiera saber cantar, basta con colocar una letra de impacto que se viralice, que seduzca por el exceso y la transgresión, sin miedos ni reservas. 

Con los corridos belicones se genera un proceso de identificación tanto con los intérpretes como con los personajes de los dramas de sus canciones: el público que canta se siente, en un frenesí, identificado con las historias que se narran, con el fantasma perverso del que es capas de todo por poder y por amor, ¡Que ternura! 

Difícilmente ese tipo de música podría tener tantos seguidores en contextos sociales justos y legales. Las letras y melodías surgen de la frustración y el enojo, tanto como de la esperanza, de la ilusión y la ruptura, la fidelidad y la traición. De una identidad compartida: secreta o abiertamente muchos quisieran ser como ellos, ya que encarnan un cierto ideal para otros inalcanzable: deseo de tener y concentrar poder (económico, político, religioso y criminal, para entonces conquistar el amor de la familia y la muchacha) por eso en las canciones se entrecruzan esos campos y contextos, que en la vida practica conviven y se apoyan con complicidad. Precisamente porque cada uno posee en su estructura un costado de fascinación/horror con lo que plantea dicha música. Esto dista de ser un asunto meramente estético de apreciación musical, ya que se conecta con lo que representa: acaparar el poder, dominar, controlar, reducir al otro a simple pieza a mover al antojo. Convertir la degradación personal y social en timbre de orgullo y poder. Lo curioso es que eso es aplaudido por todo el mundo al son de la música. Lo cual dista de ser algo meramente azaroso, cuando no sintomático de cómo la estructura del narco y sus brazos alcanza y toca todo lo que existe.