China es el competidor comercial más fuerte proveniente de Asia. Japón tuvo su momento, Corea del Sur está aún creciendo, pero China ha establecido un poderío económico fuera de serie, especialmente tratándose de una potencia gobernada por un partido comunista.
Coloquialmente le llaman la fábrica del mundo, y lo es, pero necesita muchos recursos naturales para poder transformarlos en bienes de consumo. En su afán por alcanzar un bienestar colectivo con base en su desarrollo industrial, ha llevado a cabo una destrucción grave de sus ecosistemas, con el efecto devastador de la contaminación de grandes ciudades de aquel bello país.
Su economía es tan potente que requiere de materias primas y no ha dudado en buscarlas en otros rincones, lo hizo con el norte y oriente de África. El mecanismo es sencillo, el gobierno chino establece acuerdos con gobiernos débiles y que nadie en el mundo los toma en cuenta. Promete invertir, pero para ello requiere una mínima infraestructura. A través de sus bancos realiza préstamos a los gobiernos frágiles, éstos aceptan y la inversión china comienza a penetrar lentamente en las economías involucradas.
Con el paso de los años, estas economías se vuelven dependientes de la china, y la influencia política crece. Gracias a este sistema de inversión a largo plazo, China logra extraer grandes recursos naturales que requiere para seguir creciendo en su industria. A su vez, la inversión china genera empleos y desarrollo regional, generando un beneficio mutuo para ambas instancias involucradas.
La ruta de la seda establecida en el siglo IX nos permite constatar que los antiguos chinos construyeron una vía comercial hacia el interior de Asia hasta los límites con Europa. El comercio principal era la seda, cuya elaboración era un secreto propio que sólo los chinos dominaban, pero también circulaban por esta importante ruta comercial: diamantes de las famosas minas de Golconda en la India, jade de China, perlas del golfo Pérsico, rubíes de Birmania, telas de lana o de lino, vidrio, porcelana, especias, hasta marfil y otros productos exóticos.
Además de esta profunda vocación por el comercio, la mentalidad china es muy inventiva, entre sus aportes a la humanidad se cuenta: la pólvora, la imprenta, la brújula, los cohetes, la tinta, el papel, la porcelana, el té, el reloj mecánico, la carretilla, los proyectiles y los puentes colgantes. Destacan históricamente con grandes aportes en el área de las matemáticas, la medicina, la agricultura, la navegación, la ingeniería, astronomía, entre otras.
Un antiguo axioma nos enseña que el comercio representa una actividad que requiere el desarrollo de habilidades diplomáticas, por lo que entre más comercian las naciones, menos guerra habrá entre ellas.
Este principio básico China lo conoce muy bien históricamente. Es cierto que al interior de su territorio se han vivido cruentas batallas entre los grupos que aspiraban a gobernar y fusionar los reinos; también en la defensa de diferentes grupos étnicos de la región que intentaron dominar tan importante reinado. De manera más reciente, con la invasión de Japón en su afán imperial durante la Segunda Guerra Mundial.
China no ha tenido guerras hacia el exterior para tratar de dominar como imperio otros países, sí ha tenido conflictos internos con grupos étnicos que reclaman territorios donde ambos, el gobierno chino y el gobierno tibetano, por ejemplo, han entrado en pugna. Mongolia interior en el pasado, también fue parte de una disputa territorial, hoy anexada a la república china. También de manera reciente, el caso de la isla de Taiwán, donde se refugiaron los disidentes anticomunistas a mediados del siglo XX.
Hoy China reclama Taiwán, como en el pasado lo hizo con Hong Kong; el caso Taiwán es muy ilustrativo porque demuestra fehacientemente que los chinos modernos pueden convivir civilizadamente como democracia, no necesitan un régimen autoritario.
Recientemente durante el inicio de la guerra contra Ucrania, Rusia comandada por Putin insistió en comprometer al líder chino en una actividad bélica conjunta, pero China lo rechazó. La vocación china es totalmente comercial, saben cómo llevar a cabo una guerra comercial porque esa es su fortaleza histórica y actual.
Como parte de una estrategia comercial transoceánica, China prácticamente se ha apoderado del comercio con América del Sur. Posee grandes inversiones e intercambio comercial, en Brasil, Argentina, Perú, Ecuador, Bolivia. Ha logrado sustituir el papel que jugaba los Estados Unidos en la región.
Muy cerca de Lima, Perú, cerca de 80 kilómetros, se está llevando a cabo una mega obra con capital chino, en una pequeña población ubicada en las playas del océano Pacífico. Se trata de la ciudad de Chancay, un pueblo pesquero que poco a poco se había convertido en un lugar turístico para los limeños, pero con muy poca inversión inmobiliaria, es decir, era en realidad un destino muy modesto en infraestructura.
Pero los chinos, muy visionarios, descubrieron el lugar estratégico antes que los norteamericanos y establecieron convenios con el gobierno peruano. Hoy en día se construye un mega puerto, para barcos de transporte de carga de gran calado. Con este logro en infraestructura, el comercio entre los dos países está garantizado, además, planean desarrollar vías de transporte de ferrocarril, para lograr una conexión con Ecuador, Bolivia, Brasil, Chile y Argentina.
Como dirían allá en mi tierra, en Los Arroyos, Montemorelos, Nuevo León: "a los gringos, los chinos ya les comieron el mandado". Y agregaría, "y en sus propias narices". La dependencia que está experimentando el cono sur respecto a la economía china cada día será mayor y más profunda.
En nuestro entorno inmediato, es evidente que las marcas de carros chinos están penetrando el mercado mexicano. En lo personal tengo tiempo ya manejando vehículos chinos, primero lo hice con un carro Chevrolet diseñado y ensamblado en China. Luego pasé a una JAC, y ahora la novedad me llevó a una BYD. Un vehículo que no hace ruido, no gasta gasolina, ni aceite ni agua, puedo recorrer, ida y vuelta, de Monterrey a la Ciudad de México con menos de un tanque, y el mantenimiento es tan competitivo como el de los japoneses o coreanos.
Seguramente los libros de historia del siglo XXII recordarán esta amenaza y guerra comercial, sintetizándola de la siguiente manera: El Tío Sam se durmió en sus laureles... y cuando despertó, el dragón chino todavía seguía allí.