Los soldados de fortuna están presentes a lo largo de la historia en los diferentes conflictos bélicos, aún en la actualidad observamos este fenómeno, cómo un grupo de mercenarios están dispuestos a participar y arriesgar su vida por un sueldo, que suele considerarse buena paga.
En el proceso de conquista del noreste mexicano, específicamente en la exploración y colonización del Nuevo Reyno de León, participaron soldados del Rey, soldados de fortuna y "vagabundos" que emigraron hacia el nuevo continente en búsqueda de suerte y la posibilidad de enriquecerse de manera rápida.
El capitán Lucas de Linares fue nombrado justicia mayor un lunes 25 de abril de 1588, un año después ocurrió una sublevación de indígenas en la Villa de Santa Lucía, donde fue linchado, este evento contribuyó a que los pobladores comenzarán un éxodo masivo hacia la Villa de Santiago de Saltillo, donde se refugiaron y se establecieron, buscando la manera de continuar con sus vidas.
La familia del capitán era oriunda de Linares de Riofrío, población ubicada cerca de la ciudad de Salamanca, nació un martes 31 de octubre en el año 1550; cuando éste era aún muy pequeño, la familia se estableció en un villa portuguesa cercana, denominada Miranda de I Douro, allí creció y recibió su instrucción elemental.
Desde pequeño fue trilingüe, además del castellano y el portugés, aprendió una lengua local propia de esa área geográfica, denominada mirandés. Recibió como la mayoría de los niños de la época, una educación religiosa que se orquestaba desde la escuela dominical. Los monjes de la Orden de Cristo, encargados de la instrucción religiosa en el castillo de la villa, poseían tradiciones propias de la Orden de los Templarios.
Esta influencia fue muy importante en la educación del pequeño Lucas, prefiriendo desde edad temprana la instrucción militar sobre la religiosa. Aprendió el arte de la esgrima, manejaba perfectamente la espada caballeresca así como la espada tipo daga, además de las lanzas largas, hachas y mazos. Este aprendizaje temprano sería determinante para su éxito posterior como soldado.
En el año de 1565 llegó a Sevilla en búsqueda de oportunidades laborales, allí conoció a Alonso de Ávila, un soldado de don Luis Carvajal y de la Cueva, hijo de Gonzalo de Ávila, que había prestado servicios a la Corona Portuguesa en Cabo Verde, y del círculo cercano de colaboradores del próximo gobernador del Nuevo Reyno de León.
En el año de 1567 partieron a la Nueva España, en 1568 siendo alcalde de tampico don Luis de Carvajal y de la Cueva, participó Lucas de Linares en la captura de 77 piratas ingleses, al servicio del corsario John Hawkings; también en la exploración del Nuevo Reyno de León, peleó en la batalla de Tamholen, en la huasteca potosina, destacando por sus habilidades militares, logrando eliminar y capturar muchas cabezas para vender en el mercado clandestino de esclavos. Allí en Tamholen, se inició como esclavista y cazador de indios, oficio que llegaría a dominar en poco tiempo.
En esa época conoció al capitán Alberto Vieira do Canto, lugarteniente de don Luis Carvajal y de la Cueva. Pronto se unió a la expedición que lo llevaría a ser uno de los fundadores de la Villa de Santiago del Saltillo. En ese período de 1577, ya como teniente nombrado por Alberto Vieira do Canto, y hombre de todas sus confianzas, exploraron la ruta hacia el Golfo. Entraron al Valle de Extremadura y quedaron fascinados con la belleza natural, les recordaba las cordilleras propias de la A Raia en Portugal, de la que tenían bellos recuerdos y gran familiaridad. Debido a esta similitud y remembranza, fue fácil considerar a este valle como un nuevo hogar.
Además de la trata de indígenas como esclavos, durante la expedición encontraron un fértil lugar donde brotaban de manera infinita, aguas frías y límpidas, que llamaron los manantiales de los ojos de Santa Lucía. El lugar era conocido en lengua guachichil como Tlanamacatla, que representaba un lugar sagrado que solo era habitado por los espíritus de la naturaleza guardianes del agua. Esta creencia facilitó a los exploradores apropiarse de ese espacio tan óptimo para fundar una población.
Con Alberto do Canto como su mentor, no sólo se preparó en el cruel oficio esclavista, perfeccionó las estrategias para llevar a cabo capturas masivas con el menor riesgo posible, también asimiló profundamente actitudes racistas para tratar a los esclavos como objetos. Gracias a su mentor dejó de lado los diques morales que podían contener sus acciones, fue así que aprendió a ser temerario, sin miedo a nada ni a nadie.
Lo anterior lo llevó a imitar algunas conductas poco saludables de su mentor, como por ejemplo, el abuso del alcohol, el cual en estos lugares lo obtenían de manera artesanal, como el vino, sidra, vino mezcal y el pulque. Posteriormente este abuso del licor los llevaría a utilizar de manera no ritual, algunas sustancias psicoactivas que los chamanes utilizaban de manera ritual, como cactus, plantas y hongos alucinógenos.
También mataban el tiempo con el pasatiempo de "montear fieras", donde utilizaban sus viejos arcabuces que les permitían tiros de precisión de hasta 25 metros, además el capitán Lucas de Linares aprendió, de los indígenas, a utilizar el arte del arco primitivo con gran destreza, inclusive desde el galope montado a caballo.
Por si lo anterior fuera poco, de Alberto do Canto también aprendió a transgredir el mandamiento religioso de no desearás la mujer de tu prójimo. En aquel tiempo pocas mujeres se atrevían a subirse en una barca para cruzar el mar Atlántico, y luego adentrarse en tierras ubicadas en el fin del mundo, aisladas y con múltiples riesgos. La mayoría que se atrevían eran mujeres casadas o hijas de estos matrimonios.
A Alberto do Canto no le importaban estas limitantes, sorteaba este desbalance entre la mayor cantidad de varones y pocas mujeres. Era atrevido y mientras los maridos realizaban largos viajes, aprovechaba la ocasión para enamorar a las casadas y adentrarse a sus aposentos. Este comportamiento era temerario porque implicaba que tarde o temprano el consorte sabría la verdad, se vería lastimado en su honra y arremetería violentamente contra la mujer adúltera así como contra el usurpador de su morada.
Había algunas mujeres solteras sefarditas pero pertenecían a la aristocracia familiar de don Luis Carvajal y de la Cueva, por lo que por motivos de discriminación de clase social, así como por creencias religiosas, preferían esperar a encontrar marido dentro de su grupo étinco y religioso, generalmente en otras comunidades alejadas fuera de la Nueva España.
Una opción muy viable era que los solteros colonos se casaran con indias guachichiles que pertenecían a la nobleza indígena, en este caso, no era muy estratificada la sociedad guachichil, pero los jefes, chamanes y guerreros eran el equivalente, así que era frecuente el matrimonio por conveniencia, donde se emparentaban las tribus y disminuían los riesgos de mayores conflictos bélicos.
Los colonos y españoles que tenemos noticia que transitaron por esta vía, los relatos de la crónica señalan que estaban satisfechos con sus matrimonios, tenían hijos mestizos y disfrutaban la vida familiar, como el caso conocido de Gonzalo Guerrero en 1511, y en el área de la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, durante la segunda década del siglo XVII, con Manuel Díaz que junto con su mujer guachichil, Yoltzin Tlachixtli, nieta del cacique Napayan, tuvieron cinco hijos mestizos nacidos como primeros regiomontanos.
Alberto do Canto propuso el nombramiento del capitán Linares a don Luis de Carvajal y de la Cueva, el cual fue aceptado y promovido con reconocimiento del Virrey don Martín Enríquez de Almanza, en el año de 1580. En este viaje, con motivo del nombramiento, a la Ciudad de México, el capitán Lucas de Linares conoció a Libertad de Toledo, una joven criolla que considerando el buen estatus social del pretendiente, aceptó el matrimonio y se mudaron a la Villa de Santiago del Saltillo.
El matrimonio tuvo un par de hijos, pero la vida en la Villa de Santiago del Saltillo era mucho más difícil que en la capital. Cuando Lucas de Linares le propuso viajar a Monterrey en el año de 1582, ella se negó, alegando su estado de preñez, además tenía la intención de criar a sus hijos en un lugar sin tantos riesgos e incomodidades. Pronto, de manera furtiva, partió de regreso a la Ciudad de México donde permaneció con su familia de origen, alejada ya de manera definitiva del que había sido su marido.
El capitán Lucas de Linares destacó en la defensa de la Villa de Santa Lucía así como en la cacería de indios para su comercialización como esclavos. Cuando don Luis Carvajal y de la Cueva tuvo que viajar a la capital para atender un proceso que el virrey había abierto en su contra, las riendas de la ciudad quedaron en manos de su sobrino, Luis Carvajal El Mozo.
Las conductas de riesgo del capitán Lucas de Linares se volvieron más intensas una vez que llegó la noticia de que su mujer había regresado a la Ciudad de México con sus hijos. Esta situación lastimó emocionalmente al capitán quien recurrió cada vez con mayor frecuencia e intensidad al alcohol y a las apuestas.
Luis Carvajal El Mozo, considerando que el capitán Lucas de Linares pertenecía al grupo de Del Canto, y debido a la enemistad política que El Mozo tenía hacia don Diego de Montemayor, que había sido nombrado justicia mayor de la Villa de Santa Lucía pero estaba inhabilitado por un proceso judicial en la Ciudad de México, decide nombrar a Lucas de Linares como justicia mayor y alcalde, de manera expedita y contraviniendo los procedimientos ordinarios de cabildo.
Los indios le temían, los vecinos de la Villa de Santa Lucía también y desconfiaban de su integridad moral. La finca del capitán Lucas de Linares se volvió refugio de vagabundos, así les denominaban a los soldados de fortuna de poca monta, sin entrenamiento exhaustivo en las armas, y que viajaban de un lugar a otro en expediciones o en busca de aventura.
Las mariscadas se volvieron más intensas, la crueldad hacia los indios aumentó, los reales de plata que ganaba los gastaba en vino y en apuestas cada vez más compulsivas. Teniendo cinco años de residir en su predio, decidió apostarlo considerando que tenía ya la propiedad a partir de los cuatro años consecutivos de residencia. La perdió, cientos de fértiles hectáreas ubicadas hacia el norponiente de la villa de Santa Lucía.
La desgracia penetraba lentamente en su vida. Una calamidad tras otra. Luis Carvajal el Mozo no logró convencer a los vecinos para que le cedieran un área de sus extensos terrenos. Así que lo envió a que organizara las expediciones desde las orillas del río Pesquería rumbo al oriente. Allí entabló amistad con los vagabundos de las minas de la Villa de León, y continuó con su vida de excesos cada vez más arraigados.
El cronista narra el desenlace que tuvo esta historia: "Sucedió que el capitán Linares mató en el pueblo un indio, por decir le forzó una hija suya; enterráronlo en el corral de las yeguas, y a pocos días se descubrió entre los indios por un pie que estaba fuera; ordenaron de vengarse convocando un alzamiento..."
La joven guachichil huyó de la finca del capitán Linares, contó los agravios acontecidos por parte del soldado español y su plebe, los cuales obviamente eran repetitivos, así como el homicidio del papá, que había sido enterrado por el capitán Linares en el establo bajo los efectos del alcohol.
Fue fácil la sublevación considerando que el capitán y su caterva aún dormían anestesiados por los efectos etílicos. Los sorprendieron y les dieron muerte, sus cuerpos nunca se recuperaron, imposible considerando que terminaron, según narra el cronista, hechos chicharrón.
Después de estos sucesos ocurridos un sábado 21 de octubre del año de 1589, Luis Carvajal el Mozo, decidió, bajo la presión de la población que se sentía insegura, abandonar la Villa de Santa Lucía y regresar a buscar refugio en la Villa de Santiago del Saltillo.