Después de la fundación definitiva de la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, el 20 de septiembre de 1596, el despegue fue muy lento y difícil. Hubo un repartimiento significativo de tierras: a Manuel Mederos le otorgaron al oeste de la ciudad, área hoy comprendida por el municipio de García; Diego Díaz de Berlanga, fue beneficiado con cientos de leguas en Apodaca; a Diego de Montemayor el Mozo, le ofrecieron el área sur de la ciudad hacia Santiago, y así por el estilo; el compromiso era residir por cuatro años consecutivos, luego podían vender o traspasar si así lo decidían.
Estas mercedes reales de tierras otorgadas a Montemayor el Mozo tenían para entonces ya una historia en ciernes asociadas al surgimiento incipiente del cacique "Hijo del Fuego". Podemos ubicar el hito significativo de esta crónica en el año de 1587, específicamente un sábado 7 de febrero, cuando el Justicia Mayor, el capitán Lucas de Linares, fue víctima mortal de un asalto sorpresivo a la villa de Santa Lucía (hoy Monterrey).
La dinámica de esta violencia social era clara: los españoles tenían como fuente principal de ingresos la captura furtiva y el comercio de indios. Los grupos originarios se percataron de esta actividad comercial que atentaba contra sus vidas, y las sublevaciones se volvieron cada vez más frecuentes, donde morían españoles a manos de los nativos. Después venían las represalias, los españoles perseguían y atacaban a los indígenas, castigándolos con la muerte, y esclavizando a "la chusma" (ancianos, mujeres y niños).
El cronista Alonso de León lo describe así: "Después del referido castigo, los indios de este reino, entre la paz y la guerra, hacían los males que podían. En el puesto que llaman de Camacho, abajo de la labor que es hoy de Santa Catalina, estaba poblado Pedro Íñigo, primer alcalde ordinario de Monterrey, y los indios le mataron sin causa. Algunos días después, donde hoy es la labor de Juan Cavazos, la tenía Domingo Manuel; allí le mataron lastimosamente sus indios..."
Después de siete años de hostilidades entre ambos bandos, en febrero de 1587 el capitán Linares fue linchado en la primera sublevación ocurrida en la villa de Santa Lucía. Esta fue la gota que derramó el vaso, las condiciones políticas en contra de Carvajal y de la Cueva, así como la falta de liderazgo por parte de su sobrino Luis Carvajal El Mozo, contribuyeron para que este hecho violento fuera el motivo que justificó el abandono y despoblamiento del lugar.
"Hijo del Fuego", después conocido como capitán Guajuco, estuvo presente en este trascendente momento histórico para la villa de Santa Lucía. Era un joven de 14 años y participó activamente en los sucesos que allí se desarrollaron. Su vida dio vueltas y de líder revoltoso, al paso de los años se convirtió en el consentido de los españoles.
En la carta de agradecimiento al virrey Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, "Kanu Kõki" o "Hijo del Fuego", también conocido como Guajuco, hace referencia a su lealtad al Rey, así como su eterna gratitud y deseo de seguir colaborando con el gobierno virreinal para la pacificación de los indios en el Nuevo Reyno de León.
A continuación, transcribo íntegramente del manuscrito original: "Excelentísimo Señor Virrey,
A Vuestros pies, ruego a Dios que os guarde en perfecta salud. Fui recibido en audiencia Real con grande regocijo y honor en vuestro palacio imperial. Vuestra benevolencia y magnanimidad se manifestaron en el trato que me brindasteis, otorgándome vestimenta digna, de fina tela, que ha abrigado mi cuerpo y ha sido la envidia de mi tribu guachichil. La humildad y el agradecimiento que siento por tan generoso obsequio no pueden ser expresados en simples palabras.
Los valiosos caballos que me donasteis han supuesto una riqueza inmensa y una bendición para mi vida y la de mi pueblo. Permitidme expresar mi más profundo agradecimiento por tal regalo, que ha enriquecido nuestras vidas y ha facilitado nuestras labores. Además, el título de Capitán con el que me habéis honrado aumenta mi gratitud y mi compromiso de servir a mi pueblo y a la Nueva España con fidelidad y honor.
Las mercedes de tierras Koku Huake, así como el solar y la estancia en la Ciudad Metropolitana de nuestra Señora de Monterrey que me habéis otorgado, son un regalo inmenso, un testimonio de vuestra generosidad y de la voluntad de Dios Todopoderoso. Este acto de bondad me llena de gratitud y alegría, y agradezco de todo corazón este obsequio que fortalecerá a mi pueblo y nos permitirá prosperar en esta nueva tierra.
No tengo palabras suficientes para expresar mi agradecimiento por Vuestra Generosidad. Que Dios os bendiga y guarde a Vos, a Vuestra noble familia y a la Nueva España.
Con humildad y gratitud eterna, Capitán Guajuco Linares
La fecha de este manuscrito data del miércoles 13 de octubre de 1621, siendo virrey Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel. Lo acompañaron a este importante acto, en notable comitiva: el gobernador del Nuevo Reyno de León, Alonso Lucas el Bueno, también el regidor del primer ayuntamiento y fundador, Diego Maldonado, el justicia mayor, Diego Rodríguez, entre otros distinguidos miembros fundadores. En la redacción del documento, recordemos que el capitán Guajuco Linares, había sido alfabetizado recientemente, recibió asistencia de parte de García de Luna, escribano de guerra de Luis Carvajal y de la Cueva.
Cabe mencionar que años antes, en 1613, había recibido un reconocimiento por parte del cabildo regiomontano, por su osadía y acciones a favor de las personas que sobrevivieron a la inundación de 1611. El Hijo del Fuego, gran cacique guachichil se convirtió en un héroe local, al rescatar a varias personas de morir ahogadas. Su cuerpo atlético lo convertía en un gran nadador, con experiencia en aguas abiertas donde competía contra otros residentes locales y algunos provenientes de la villa de Santiago del Saltillo, especialmente en las justas que se llevaban a cabo en la estancia del Valle de Pesquería Grande.
Durante su infancia corrió libre por los caminos de la Sierra Alta, en la Estanzuela, a sus seis años llegaron los primeros exploradores, soldados al mando de Alberto del Canto, la familia decidió esconderse en lo profundo del cañón, cerca de la cascada "Yokoi Kõki", que en lengua guachichil significa "Cascada del Cielo".
Estos primeros fundadores abandonaron pronto la Villa de Santa Lucía, sin embargo, regresaron cinco años después, sometiendo a servidumbre a la familia del pequeño guachichil. Junto con otras familias de diversas tribus, formaron (obligados por los españoles) "Tolantoyan" ("Lugar de encuentro") un pequeño poblado al norte de los ojos de Santa Lucía.
En el año de 1583, Hijo del Fuego, pasó a la hacienda del capitán Lucas de Linares, ubicada al oeste de Villa de Santa Lucía. Allí aprendió pronto el castellano, además poseía una aptitud lingüística muy sobresaliente, hablaba cuatro lenguas indígenas además del guachichil. Se convirtió en intérprete del capitán Linares y lo acompañó en sus expediciones esclavistas. Pronto el joven aprendió el oficio de las "mariscadas", es decir, redadas para atrapar especialmente a la "chusma", presa fácil y de rápido comercio.
Los colonos despoblaron nuevamente la Villa, pero regresaron seis años después. Guajuco colaboró decididamente en el comercio esclavista, se convirtió en guía, intérprete y estratega de tan cruel oficio. En 1599 logró usurpar el poder al cacique guachichil, Napayan, del área de Santiago, y se convirtió en el máximo líder de la región, aliado de los españoles, terror de las poblaciones originarias que se resistían a su pesado yugo. Fue amo y señor del cañón que hoy lleva su nombre, hasta el final de sus días en el año de 1625.