El día de ayer domingo, apareció una nota periodística señalando que la secretaría de educación en el estado de Nuevo León, aceptó una recomendación del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), señalando que no se puede negar el acceso a la escuela a niños, niñas y jóvenes que acuden con el cabello largo o pintado a clase.
La apariencia es uno de los primeros motivos que tienen los seres humanos para formarse una gestalt del otro y discriminarlo, generando con ello aceptación o rechazo. La moda es un tema que se ha posicionado en la manera de vestir y el look que se espera para un cierto período y cierta cultura.
En el siglo XX, en la década de los sesenta, parte de la contracultura implicó para los varones dejarse el pelo largo, y para las mujeres el poder vestir minifalda o pantalon de mezclilla en lugar de falda.
Como recuerdo personal de aquella época tengo que confesar que sí me identifiqué con esa moda del pelo largo, pero para mi propia frustración, mi cabello es ondulado, y nunca tuve la suerte de poder lucir una melena como la de los cantantes de rock and roll de aquella época. Secretamente deseé poseer un pelo lacio que me permitiera lucir una larga cabellera de look rebelde, pero no fue posible.
Han transcurrido seis décadas desde entonces, y la escuela tradicional sigue resistiendo a esta diversidad del estudiantado en cuanto a sus gustos o estilos de vestir propios.
En el campo disciplinario escolar han ocurrido muchas historias de castigos para aquellos que no cumplieran con este código de vestimenta y apariencia estipulado para las escuelas.
Cómo no recordar, entre muchos, aquel tristemente célebre caso de una directora que en su afán por procurar una disciplina formativa en su alumnado, amenazó que quien acudiera el siguiente lunes con el pelo largo, ella, con sus propias manos, se encargaría de cortárselo allí mismo. Y así ocurrió, un alumno desobedeció el supuesto reglamento y ella, haciendo gala de una medida ejemplar, en plena asamblea escolar, lo sentó en una silla y con unas tijeras comenzó a cortarle el pelo a la fuerza, obviamente el joven se resistió y ella, accidentalmente, le cortó parte del lóbulo de la oreja derecha. El escándalo mediático fue total.
También es común hoy en día que los jóvenes se tiñan el pelo de diferentes colores, lo cual no me desagrada, pero sí me llama la atención que estén dispuestos a utilizar potentes soluciones químicas para untarlas a su piel, finalmente el cuero cabelludo entra en contacto con estos químicos que me perece un riesgo de salud innecesario, especialmente porque una vez que lo realizan, tienen que repetirlo de manera regular.
La secretaria de educación en Nuevo León mencionó que acataría la recomendación del CONAPRED, señalando que “ningún director o directora podría sancionar al alumno por el cabello o el color, mientras tenga una apariencia limpia y ordenada”. Sobre este último punto, ¿qué quiere decir una apariencia limpia y ordenada? ¿No se trata nuevamente de una posibilidad para que la autoridad escolar pueda discriminar sin respetar la apariencia del niño, niña o joven?
Este tema de la apariencia está vinculado directamente con el uso de un código de vestimenta. Sabemos que el uniforme no es obligatorio en las escuelas, es opcional de acuerdo con lo que los padres y madres de familia consideren, pero no puede ser motivo para sanción alguna o para negar el servicio educativo, eso nos queda muy claro.
En el ejército fue necesario para su formación y consolidación, el uniformar a los conscriptos, pero en una escuela va en contra de su esencia de diversidad humana y el respeto a su libre expresión. La escuela busca atender las necesidades educativas de sus estudiantes reconociendo su heterogeneidad, no existe tal cosa como un alumnado homogéneo.
La concepción de la homogeneidad del alumnado es propia de la escuela tradicional, y ésta siempre anhelará el poder uniformar a sus estudiantes, y qué mejor para ello que un código de vestimenta obligatorio.
Hemos observado que el exceso del liderazgo autoritario del director(a) escolar, va más allá y no sólo alude al código de vestimenta para sus alumnos y alumnas, también lo hace hacia su personal docente.
Varios casos vienen a mi memoria para señalar este situación, uno de ellos, las madres de familia se acercaron a la directora haciéndole notar que la forma en que la docente de sus hijos(as) vestía, no les parecía adecuada, además de que tenía teñido el pelo de diferentes colores. La directora confiada en su liderazgo autoritario decidió encarar a la docente y señalarle su obligación para vestir de una manera formal. La docente acudió a la Comisión Estatal de Derechos Humanos, quienes emitieron una recomendación para la directora, señalando que había vulnerado los derechos humanos de la docente, para decidir sobre su propia apariencia, además, de que había cometido un acto discriminatorio.
Recientemente me platicó un director escolar que estaba preocupado porque uno de sus docentes tenía el pelo muy largo. Efectivamente, cuando lo conocí, tenía el pelo al estilo rockero hasta mitad de la espalda, no observé ningún otro detalle sobre su apariencia que pudiera estar asociado, como piercings o tatuajes. El director me decía, “a ver cómo le hago para convencerlo, es que no deja de ser una figura importante para sus alumnos…”. Me pareció un predicamento difícil e innecesario, porque el maestro realmente se veía muy a gusto con su aspecto rockero de los años sesenta, y tampoco consideré que fuera una situación que actuara en contra de los aprendizajes de los estudiantes. Al contrario, estimé que sería una oportunidad para que los alumnos(as) aprendan que la diversidad humana existe entre pares, así como entre sus docentes.