Si bien la batalla por el agua entre México y Estados Unidos es un conflicto que continuará latente a lo largo de la frontera y no tiene una solución única, hay que respaldar la decisión de nuestra presidenta Claudia Sheinbaum Pardo de seguir trabajando junto con el gobierno de los Estados Unidos, a pesar de las presiones sociales, políticas, económicas y ambientales.
Ante el amago del presidente Trump de imponer el 5% de aranceles a México en caso de no cumplir con un adeudo de aguas durante los últimos cinco años, ello con base en el Tratado Binacional de Aguas de 1944, la compañera Presidenta actuó de inmediato con mente fría y sin ceder en nuestra soberanía.
La entrega de 246 millones de metros cúbicos de agua para agricultores y ganaderos de Texas justo hasta este 31 de diciembre, no solamente es a costa de agricultores y ganaderos de todo el norte de México, sino bajo los riegos de desabasto del vital líquido para millones de habitantes de ambos lados.
De frente a las condiciones crónicas de sequía por el fenómeno del cambio climático, que intensifica la escasez del agua en el norte de México y en el sur de los Estados Unidos, así como ante la presión por la amenaza de incrementar los aranceles, la estrategia más inteligente es que prevalezca la buena vecindad entre nuestros pueblos con base en el diálogo y el respeto.
La decisión de dar cumplimiento al Tratado de Aguas de 1944, reafirma el compromiso del gobierno federal con la cooperación y por evitar tensiones fronterizas y así poder renovar el pacto conjunto de medidas coordinadas para el eficaz manejo del agua en las cuencas del Río Bravo y del Río Colorado.
Aunque funcionarios y especialistas de México y Estados Unidos señalan que la solución a la disputa pasa por un nuevo acuerdo binacional, inversión en infraestructura hídrica y mecanismos de cooperación técnica para el uso equitativo y sostenible del agua, nuestro país debe poner en marcha planes y acciones para evitar afectaciones a la agricultura, a la ganadería y a la población.
Tras salir de la peor sequía de nuestra historia, gracias a la tormenta tropical Alberto en junio del 2024, con el llenado a la capacidad óptima de las presas Cerro Prieto, La Boca y El Cuchillo -de cuyo vaso se extrajeron 150 millones de metros cúbicos como abono para la deuda hídrica de México a Estados Unidos-, la esperanza es que llueva en Nuevo León y toda la región.
Pero, si aprendimos la lección de la crisis de agua que nos impactó en el 2022, resulta impostergable que la Comisión Nacional del Agua y los Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey fortalezcan sus mecanismos de cooperación para administrar el agua y concluir obras de infraestructura hídrica.
Esto implica cumplir la Constitución por ser un derecho humano el acceso, uso, disposición y saneamiento del agua para consumo personal y doméstico, bajo la obligación del Estado de garantizar el suministro continuo, de calidad y a precio asequible, con la participación de la ciudadanía.
Implica además cumplir la nueva Ley de Aguas Nacionales, promulgada apenas el pasado 12 de diciembre, cuyo objetivo de garantizar el acceso al agua se rige bajo los siguientes ejes y principios rectores:
- Acceso equitativo a través de bases y modalidades para asegurar que todas persona tenga acceso al agua para consumo personal y doméstico.
- Uso sustentable mediante prácticas sostenibles en el manejo del agua, reconociendo su interdependencia con otros derechos humanos.
- Participación ciudadana en la gestión y uso corresponsable del agua, asegurando que las decisiones se tomen de manera inclusiva y equitativa.
- Equidad intergeneracional para asegurar que las generaciones futuras también tengan acceso a los recursos hídricos sin discriminación alguna.
Siendo el agua un bien esencial para la vida, hay que fortalecer la unidad nacional en defensa de la soberanía hídrica y para negociar en condiciones de igualdad. Es justo dejar claro que México no tenía un adeudo inmediato de agua y reclamar por ello la interpretación correcta del Tratado de 1944, el cual otorga un plazo hasta 2030 para reponer volúmenes pendientes, tal y como el propio gobierno de Trump quiere esperar un año para pagar su parte a México.
Cerramos el 2025 con la convicción de que el 2026 nos encontrará más fortalecidos en la lucha por el crecimiento personal y la solidaridad colectiva, para construir un futuro de mayor bienestar, desarrollo y logros comunes.
¡Muy feliz y próspero año nuevo!