La semana pasada durante un evento donde el Rector de la UANL otorgó la medalla Dr. José Eleuterio González a médicos destacados, la Secretaria de Salud de NL alentó a los galenos presentes a revestir sus conocimientos con valores y virtudes. La Dra. Alma Rosa Marroquín fue más allá previniendo a todos por igual que, de no hacerlo podrían convertirse en bárbaros ilustrados, destacados conocedores, pero sin un compás moral.
En el mismo sentido el exbanquero español, Joan Antoni Melé, igualmente advirtió que la falta de ética en la banca muchas veces es inversamente relacionada con la preparación académica, e incluso de los talentos. Don Antoni mudó el terreno de juego de la banca a los empresarios y de ellos a los políticos. Más aún, sentidamente ejemplificó cómo después de la crisis inmobiliaria de a década pasada, la probabilidad de que los jóvenes españoles con ejemplares credenciales académicas encontraran trabajo era del 50% y de ello culpó a los políticos. Explicó que esos “pseudo líderes” políticos, responsables de dicha tragedia económica, no basaban su toma de decisiones en ocurrencia pues tenían bases sólidas en ciencias, matemáticas y en geopolítica. Así es, todos eran licenciados, doctores, ingenieros y con maestrías en las mejores universidades del mundo, pero donde estaban notoriamente reprobados era en materia de ética y valores.
Tocante las catástrofes sociales, es justo hacer un “detente” y cuestionar el por qué nos enfocamos y permitimos un crecimiento desmedido en lo económico, pero con total indiferencia y apatía del los rubros moral y espiritual. Quizás valga la pena hacer una pausa en el delta del mercado para enfocarnos en madurar como sociedad. Haciendo una analogía de crecimiento sin sentido, recordemos que cuando las células crecen en forma desmedida se convierten en cáncer y terminan matando al organismo anfitrión.
Es imperativo considerar a la persona y dignidad humana. No es lógico, tolerable ni necesario que solo el 1% de la población mundial acumule más riqueza que el 99% restante. De que nos ha servido reconocer que el neoliberalismo ha provocado la mayor riqueza que el mundo haya conocido y, sin embargo, pululan los desamparados. Hoy en día las naciones han tenido un vehemente enfoque supeditado al dinero, negocios y a lo material, pero despreciando el sentido de la dignidad humana. Lo anterior dicho, no es cierto, ni se vale darle un enfoque netamente reduccionista al ser humano comparándolo con cualquier otro animal que debe económicamente pelear y “triunfar” para sobrevivir.
Más aún, en este momento hay el doble de muertes por suicidio que por guerras y, paradójicamente los mayores índices ocurren justamente en países ricos. Esto sucede porque pudieran tenerlo todo, claro, todo lo material, pero no tienen un sentido de vida. Así es, la dignidad humana debe ser el centro, la mira y el fundamento para una nueva economía y sostengo que no se puede obviar lo irreemplazable.
Al respecto, el expresidente mexicano, Ernesto Zedillo, en una conferencia magistral que impartió durante el Fundación Internacional para la Libertad sentenció que “desgraciadamente se confirma que América Latina tendrá otra década perdida”. Caray, cuánta pobreza, cuánto daño y cuántas oportunidades dilapidadas por culpa de “bárbaros ilustrados” sin valores ni vergüenza.