Nos hemos cansado, hasta el hartazgo, de decirnos unos a otros, de generación en generación: no hay mejor herencia que la educación.
Esa educación que ocupa lo mismo un aula, pero también un hogar donde se adquieren valores, un entorno que inspire a querer aprender más, mucho más, de tal modo que la siguiente etapa en la genealogía familiar, viva en mejores condiciones y no, como lo cuentan los ancestros, con limitaciones y con poca experiencia hasta para hablar o escribir.
Claro, no necesariamente pasar por la escuela nos garantiza el mejor de los empleos; hay gente tan valiosa y exitosa que es autodidacta que salió adelante y sacó a los suyos adelante, con el ingenio y justo esas ganas de un porvenir más próspero.
Canadá, por ejemplo, es un país que invierte mucho en educación; tiene uno de los mejores sistemas educativos del mundo. En ese país las escuelas públicas conviven con las privadas y aún con todo, casi el 100 por ciento de los padres elige la educación pública, según la Asociación Canadiense de Escuelas Públicas.
Y podría desmenuzar el ranking educativo mundial, pero más allá de eso, lo realmente importante es, de acuerdo con el cuarto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, dar una educación de calidad. Nuestra Constitución la garantiza.
¿Qué estamos haciendo como gobierno y sociedad para ello? Diría, que los padres de familia realmente se esfuerzan, por allegar a cada uno de sus hijos las herramientas materiales y tecnológicas para aprender, de acuerdo al nivel de estudios y a sus aspiraciones futuras.
De los gobiernos, al menos en México, veo tibios intentos por evolucionar en la asignatura, pero me queda la inquietud de hasta dónde se podría llegar, de querer convertir a nuestro amado país, en una gran potencia educativa.
Decía el diplomático estadounidense Edward Everett que "la educación es una mejor salvaguardia de la libertad que un ejército permanente" ¡Exacto! Una sociedad educada piensa, actúa de manera libre.
Es por ello que en mi cabeza no cabe cómo es que, satirizando un escenario en el aula y con bailecito de por medio, la maestra normalista Ana María Prieto Hernández, crea que le abona al crecimiento de la educación.
"Y yo sí sé, y yo me saco diez; y tú te sacaste cinco, lero, lero; yo sí voy a ser exitoso", es lo que dice la maestra en el video.
Este contenido que se hizo viral en redes sociales no es nuevo, lo sé, pero Prieto no puede negar lo que dijo ni lo que hizo.
Una calificación no lo es todo, eso me queda claro; tener puros dieces no es garantía de éxito, cada cual aprende de diferente manera y a diferente ritmo y a cada cual hay que tenerle paciencia, apoyarlo-
Ya de por sí la pandemia atrasó la adquisición de conocimientos de los mexicanos, entonces no hay necesidad de seguirlo haciendo con actitudes estériles, que seguramente involucran los tan cuestionados libros de texto gratuitos.
Hay tanto por hacer, empezando por oportunidades igualitarias para todo aquel que desee estudiar y darle un acompañamiento para que todos puedan alcanzar sus sueños.
A la par, hay que establecer condiciones para que las familias vivan mejor y sin tener que partirse el lomo para alcanzar esta meta. La lista de requerimientos es larga.
En repetidas ocasiones he aplicado esta frase del Premio Nobel de Paz, Nelson Mandela, al respecto de la necesidad de llevar educación para todos y la traigo a colación porque así pasen los años, sigue vigente como cuando lo dijo Madiba.
"La educación es el arma más potente que puedes usar para cambiar el mundo" y si queremos mejores países, mejores personas, hay que apostarle, pues, a la educación.