La muerte de una mujer a manos de la violencia tanto psicópata como machista llena a la sociedad de indignación y la une en una demanda de castigo ejemplar para el responsable.
Un feminicida serial despierta la irritación social. En todos los sentidos, este continuado crimen, impune por décadas, que incluyó la denuncia ciudadana y policial, es expresión del machismo exacerbado al límite de una naturalización enferma de una deformada percepción del mundo y lo cotidiano, en la cual se anula brutalmente el respeto a la identidad y la vida de otras y otros.
La existencia de una persona que, desde 1991, podría acumular 20 asesinatos de mujeres es una realidad entre otras probablemente ignoradas desde hace décadas, criminales que son activistas de partidos o directivos de organismos "de participación ciudadana", en este caso, se trata de un integrante del PAN.
Andrés, de 72 años de edad, vecino de Atizapán, Estado de México, es el presunto asesino serial y caníbal, como ocurre en las peores pesadillas y novelas europeas y latinoamericanas de dos siglos.
En la búsqueda de una mujer reportada como desaparecida, policías llegaron a su vivienda y, en el sótano, enterrados, encontraron, además de pertenencias de la víctima, así como otros enseres y credenciales de otras mujeres.
La fiscal para Investigación de Delitos de Género, Dilcya García, dijo que también había restos óseos que "hacen suponer que pudiese ser un feminicida serial".
La entidad padece una triste realidad en feminicidios. Al primer trimestre de este año ocupa el primer lugar del país, con 35 casos, que representan el 14.6 por ciento de todo el territorio nacional, y 13 por arriba del segundo sitio que es Veracruz.
La violencia feminicida ha sido una constante en el Estado de México. Un informe de la ONU Mujeres la ubica como la entidad que ha ocupado el mayor número de veces el primer sitio con las tasas más altas en este delito.
Y los casos de feminicidas seriales también han estado presentes. En 2018, una pareja fue detenida en Ecatepec y relacionada con la muerte de al menos 20 mujeres. En 2012 capturaron a un hombre que violó a ocho mujeres y asesinó a siete de ellas.
En el caso de Andrés, en la vivienda descubrieron evidencias que llevaban a confirmar que se trata de un feminicida serial. De acuerdo con la literatura en criminología, son fetichistas y acostumbran guardar —como una especie de trofeo— ropa, joyas u objetos de sus víctimas; en ocasiones tienen registros fotográficos, en video o en libretas de sus crímenes.
Ese tipo de elementos fueron hallados en esa casa de Atizapán, junto con dos credenciales de elector de otras mujeres reportadas como desaparecidas en 2016 y 2019. Las tres víctimas con las que vinculan, hasta ahora, al hombre estaban en el rango de los 30 años; otro rasgo de los asesinos seriales es que eligen víctimas con un mismo patrón de complexión, estatura, color de cabello, de piel o edad.
En su comunidad, este hombre pasaba como una persona normal, hasta que una denuncia anónima —un factor central en la construcción de comunidades seguras: reportar y denunciar ante cualquier sospecha —, de acuerdo con lo reportado por las autoridades, llevaron a su captura.
La criminología indica que no es fácil identificar a un asesino serial, pues no hay rasgos físicos que los señalen, pero sus crímenes mueven a la indignación, a reiterar, una vez más, que ningún grado de violencia es tolerable.