¿Amor = control del otro?

El amor verdadero no es ni de lo imaginario ni de la reducción del otro a un sirviente

Por más que intentemos hablar y describir qué es el amor, siempre hay un misterio que resiste a cualquier pretensión de explicación y teorización. ¡No podría ser de otra forma! No obstante, se sigue cantando y danzando al son del amor; produciendo poemas, cartas que escurren empalagosos cariños, ensayos que intentan descifrar su enigma: ¿Qué es el amor? ¿Cómo nos enamoramos? ¿Cómo es que, al amar, puedo estar lleno de eso que amo, sin ni siquiera tener una aún una pizca de ello?

Hay quienes han pensado que el amor se localiza en los genes o en la producción de ciertos neurotransmisores, por el hecho de encontrar algunos correlatos neurofisiológicos asociados a reacciones comportamentales ante la presentación de tal o cual estímulo auditivo o visual. A lo mucho que llegan dichos abordajes es a describir las reacciones de un circuito del organismo, más no el sentido y significado del amor, pues este siempre escapa, se fuga, se reinventa; el amor siempre es por principio una excepción a la regla, un encuentro que trastoca y amplifica los horizontes de vida, una sorpresa que da un nuevo sentido al mundo, haciéndolo vivo, pulsante…sacándolo del movimiento repetitivo y monótono, en el cual se vive creyendo que en la vida no hay lugar para nada nuevo, que ya todo está dicho y trazado. El amor desentume y destruye dicho sueño tranquilo. ¿O será más bien pesadilla? 

Inclusive el mismo Freud veía en parte al amor como una operación, por un lado, imaginaria-narcisista (amo en ti eso propio idealizado inalcanzable) como regresiva-imposible: remontada a las relaciones primeras con las imágenes idealizadas de los propios padres, que el enamorado/a coloca (proyecta) en el ser amado, con una cuota de renuncia a un porcentaje de amor propio. Bajo esa lupa, cada uno iría buscando algo de aquellos en el nuevo amor, al estilo del filme Vértigo de Hitchcock. En ese sentido el amor sería una mera repetición, un retorno a un pasado imaginario, en el aquí y ahora, un automatismo, más que un movimiento in avanti a ser inventado. También, en otros momentos, el padre del psicoanálisis al ser interrogado sobre el amor, recomendaba buscar en los poetas, en los músicos y demás artistas, quienes han hablado desde hace siglos sobre el amor.  

Degradación de la vida amorosa: en un intento por desentrañar qué es el amor, hay quienes, muchas veces por costumbre sociocultural, gustan asociarlo a figuras más simples y degradadas, como lo el binomio control-sometimiento, donde alguien controla a otro -lógica de amo y esclavo, según la noción de autoconciencia de Hegel, podría alguien decir; creyendo que el amor es controlar y dominar al otro; tener un esclavo/a que cumpla con todos los caprichos. Muchas veces quien funciona así en las relaciones, creyendo que el amor es asunto de control y dominio (controlar los mensajes, llamadas, correos electrónicos, la ubicación, poner GPS, etc.) son las mismas personas que tienen miedo de enamorarse, pues consideran que al estar enamorados pierden potencia, viven a merced de los caprichos del otro, quien puede hacer y deshacer, manipular la voluntad de su enamorado/a, “El león cree que todos son de su condición”. ¡Nunca podrán disfrutar del amor! Por lo que no es extraño que alguien, después de una ruptura amorosa, ya habiendo tomado distancia, diga: “¡Cómo no me di cuenta todos esos años de lo que estaba pasando!”

El amor verdadero no es ni de lo imaginario (aquel color de rosa o donde el otro está “secuestrado” a tener que encarnar el ideal que le es proyectado para ser interpretado como si fuera un guion teatral) ni de la reducción del otro a un sirviente, a un esclavo/a, o cajero automático; el amante no es alguien a ser domesticado/a a capricho, sino una persona a ser reconocida y celebrada en su diferencia, en su parte más extraña e intima, incluso escabrosa, no como algo a ser conquistado o moldeado al propio deseo, sino a la invención y amplificación. En ese sentido, el amor no es deseo ni pretensión de control de las decisiones y voluntad del otro, que no se sala del molde, sino al contrario, amor por la absoluta y radical diferencia, no por la igualdad con quien busca controlar, sino todo lo contrario. Ese es quizás el mayor gesto de amor: poder exclamar y posicionarse ante alguien, diciendo: te amo porque no te entiendo, ni necesito una razón ni un motivo, te amo en el respeto a tu libertad. Siempre, incluso cuando tus decisiones pueden ir contra de lo que yo deseo.