Yo me pregunto por qué un Presidente que llegó con tanta popularidad, que su arribo a esa elevada responsabilidad fue resultado de su esfuerzo, tenacidad, perseverancia y hemos de suponer también su deseo de servir a México, se comporta en la forma absurda y sin sentido que procede cotidianamente.
Tiene virtudes republicanas que deben poseer los gobernantes, pero adolece de defectos que lo harán inolvidable en la historia de México.
Ha impuesto sus ideas personalísimas, que no creo sus asesores y colaboradores las compartan, pero que él si ha estimado son las más adecuadas, y eso ha sido suficiente y las implanta. Mencionemos algunas.
Comenzó abandonando la casa presidencial construida por Cárdenas, para irse a vivir a Palacio Nacional. Monumento histórico a no dudar, pero nada funcional para las muchas actividades oficiales que tienen que atenderse.
La construcción de un mediocre aeropuerto para la capital, cuya única importancia es el nombre que lleva de un ilustre revolucionario. Pretende, sin lograrlo, substituir al que se suspendió como resultado de una consulta popular, en la que muchas de las personas que participaron jamás han viajado en avión.
Arguyó, entre otras razones, que lo suspendía por haberse detectado actos de corrupción en su construcción, sin embargo, no se ha presentado denuncia alguna para investigarlos y en su caso castigarlos.
Como resultado también de otra consulta, suspendió la construcción de una planta cervecera, y con eso espantó inversiones extranjeras que tanto necesitamos.
Tuvo la ocurrencia de cerrar guarderías, escuelas de tiempo completo, propiciar, por haber centralizado compras, un desabasto de medicinas que, entre otros males, ha causado muertes y desatención de niños enfermos con cáncer. Suspendió el Seguro Popular, y pretendió reemplazarlo con un organismo que no ha funcionado.
Decidió vender el avión presidencial, después rifarlo y ahora al parecer ofrecerlo en renta. Esas acciones han sido económicamente más costosas, que si se mantuviera al servicio de las actividades oficiales del Titular del Ejecutivo Federal.
Con su peculiar sentido del humor, intervine abiertamente en el futuro político con la invención de sus famosas “corcholatas” que tanto se auto festeja. Critica a los integrantes de los otros poderes sin prudencia alguna.
En las relaciones exteriores México no es ya el ejemplo a seguir en el ambiente internacional, por formular pretensiones ridículas como exigirle disculpas a España y al Vaticano por la conquista y la evangelización; por primera vez, un Embajador mexicano fue declarado en el Perú persona no grata, y se le invitó a salir por la grosera postura intervencionista, nunca observada por nuestro gran país. Podría seguir enunciando muchos otros actos que permitirán que a López Obrador se le recuerde por mucho tiempo.
Termino diciendo con auténtica preocupación el darme cuenta que todos los días, sin ninguna causa ni propósito útil, destila veneno, odio y resentimiento, con lo que alienta la discordia y la desunión.
Por supuesto que él no disparó el arma que pretendió privarnos de la voz y el carácter limpio y valiente de un hombre íntegro como lo es Ciro Gómez Leyva, como que es también evidente que cuando se siembran rencores, se cosechan balas.
Por eso como se sigue gritando “dos de octubre no se olvida”, evocando un pasaje doloroso de nuestra vida nacional, estoy cierto que pasarán años y por su forma de gobernarnos, y las negativas consecuencias que dejará su administración se gritará “AMLO no se olvida”
Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM