Sus ojos enormes se pegan a la ventana de la camioneta, sus grandes pestañas se aplastan sobre el cristal, como muchas veces han aplastado a tantos mexicanos al cruzar esa frontera que divide hermanos, sueños, riquezas. Esa frontera que te regresa a casa, que te lleva fuera de tu tierra o que te confunde hasta el punto de no saber dónde está tu hogar. Así me imagino que lo vive Alex, de tan solo 14 años, que vuelve a cruzar esa frontera después de que siendo un bebe de un año salió de México y ahora Claudia, su madre, lo lleva a que conozca a su abuela y sus familiares mexicanos, a quienes nunca ha visto.
¿Cuántos mexicanos vivieron esta odisea durante la época de vacaciones de fin de año? Cruzan el Río Bravo, en sus camionetas cargadas de regalos, de ropa, hasta de comida como si ya no fueran a regresar a su “nuevo país”. Lo extraño es que al regreso es igual, de nuevo van repletos de cosas que solo en México encuentran, sus cuadros de la Virgen de Guadalupe, productos de comida, ropa artesanal etc. Y quizás también regresan con el corazón lleno a reventar de los los momentos familiares y de esas calles, de esas casas, del rancho, de haber vuelto a pisar su tierra, el país donde nacieron.
Mi primer encuentro con Alex fue en Austin Texas, cuando apenas tenia él nueve años, había planeado una sorpresa para él; quería un ambiente diferente, al aire libre. Elegí un parque con un lago, con patos y me senté con él en una antigua banca de madera frente a ese lago. Le llevaba unos regalos un libro, un guante y una pelota de béisbol, un balón de futbol, preparé una carta en donde le decía según yo de una manera amorosa, por qué no lo había visto en estos nueve años, pero a medida que leía la carta, Alex, me veía con sus grandes ojos de manera muy extraña , hasta que le pregunte si le gustaba lo que le estaba leyendo y el solo dijo: “I do not speak spanish”. ¡No había entendido todo lo que le había leído, no habla español! Por lo cual, con mi mal inglés le traté de explicar la carta, para terminal diciéndole, como en la película de “Star Wars”: I am your father.
Después de ese primer encuentro con mi hijo he intentado ir a verlo en su “hogar” al otro lado del río, por cuestiones migratorias no habían podido venir él y su madre a México, pero este diciembre después de 13 años regresaron. Decidimos que era momento que conociera Alex a sus hermanos mexicanos, Iker de 11 y Gabriel de 9 años. Otra vez con mis ideas raras, quería que nos viéramos en primera instancia solo los cuatro, que compartiéramos algo en común y pues a Alex, a Iker, a Gabriel y a mi nos encanta “Spider-Man”; por lo cual fuimos a ver su ultima película “No way Home”, “Sin regreso a casa”.
Quizás esos días para los pequeños fue también un poco como el film, el encuentro de otras realidades, de un multiuniverso, en espacial para Alex, al ver otros dos niños que nunca había visto y llamarlos Brothers, aunque creo que todos en mi casa, mi mujer, sus tíos… todos éramos extraños para él, comenzando por las calles de Monterrey, donde nació. Era como estar lejos de casa (Far from home); sin embargo, esos días salimos cada mañana a jugar en diferentes parques, futbol, basquetbol, le enseñé las montañas y por supuesto hicimos una carne asada para que se sintiera de regreso a casa. (Homecoming)
A su regreso los acompañe manejando la camioneta de su mamá a cruzar la frontera, al ir por el puente y ver la bandera norteamericana su semblante era diferente, de alegría, me costo trabajo entender al principio esa emoción por pisar el suelo americano, pero Alex como la mayoría de nuestro paisanos que se van desde niños a esa tierra del “American Dream” se sienten seguros y protegidos en ese país. Al final me despedí de mi hijo con un fuerte abrazo esperándolo ver pronto y deseé que Alex como todos nuestros paisanos, no crean que no hay camino a casa (“No way home”) porque solo hay que cruzar el rio y los estaremos esperando.