El pasado lunes 27 de marzo ocurrió otra tragedia en una escuela elemental en territorio norteamericano. Fue un tiroteo escolar, así le llaman las autoridades, murieron seis personas: tres de ellas adultas y tres menores.
En honor a su desempeño laboral quisiera mencionar el nombre de las víctimas adultas: la directora, Cynthia Peak, la maestra suplente, Katherine Koonce y Mike Hill, el intendente, que murieron tratando de proteger la escuela que amaban. También los pequeños niños y niñas, de tan solo 8 y 9 años: Evelyn Dieckhaus, Hallie Scruggs y William Kinney. Si tuviéramos oportunidad de hacer un minuto de silencio, sería conveniente, considerando que son pérdidas trágicas que no deberían de ocurrir.
Hay que vivir para ver, decía un proverbio antiguo. Gracias a la vida, me ha tocado vivir una existencia plena y extensa. Este tipo de acontecimientos de violencia extrema en los centros escolares no debería formar parte de mi experiencia actual de vida, sin embargo, no es la primera, y lamentablemente, no será la última, considerando que en el vecino país del norte no han controlado la venta indiscriminada de rifles de asalto.
Realmente espero que el presidente Joe Biden se decida a actuar y se aplique aún más a fondo en el tema de la prohibición de la venta de este armamento. Como sabemos el tirador compró legalmente las armas en la misma ciudad donde perpetró el crimen masivo. En el ataque se utilizaron dos rifles de asalto y una psitola.
Los números de este tipo de eventos violentos escolares, son apabullantes al mostrarnos una clara tendencia a la alta, una espiral ascendente que no se detiene. Desde la masacre en la secundaria de Columbine en 1999, se han presentado tiroteos en 15 centros educativos, de todos los niveles. Estos actos de barbarie han generado 175 víctimas mortales.
Pienso que el pueblo norteamericano debe aprender que las armas de fuego no son necesarias en una sociedad que aspira a una convivencia pacífica. Inclusive son un estorbo, considerando que una persona armada piensa, sueña, imagina y, supremamente, anhela secretamente, tener la oportunidad de enfrentar una oportunidad adecuada para utilizar su poder de fuego; y el que busca, encuentra.
Sabemos que en su historia como nación, los colonos se lanzaban a la aventura en su afán migrante, con la esperanza de encontrar un lugar que les permitiera mejorar sus condiciones de vida. Arriesgaban todo en este afán, viajaban largas distancias en su anhelo por encontrar la tierra prometida. En este proceso requerían defenderse de los riesgos existentes, por lo que portar armas de fuego para la autodefensa, fue una práctica social muy valorada en su momento. Pero ese tiempo ha.
Las armas como instrumento adquirieron un valor de sobrevivencia innegable, pero se quedó como impronta en la cultura y la identidad del pueblo norteamericano. Hoy en día, este aporte cultural e histórico, ha sido aprovechado por las empresas que fabrican armas, así como los vendedores de las mismas, para obtener grandes ganancias económicas, establecer un emporio financiero y político, considerando que la Asociación Nacional del Rifle, se ha convertido en un poder fáctico de gran influencia en la vida pública del país.
En esta ocasión, observamos en la evidencia de los videos que la policía local difundió, que se generó un aprendizaje en las organizaciones de seguridad que tienen que detener este tipo de agresiones. La policía de Nashville no cometió el error que se observó con la policía de Uvalde, en Texas, durante aquella masacre reciente que tristemente recordamos. No, la policía en esta ocasión no dudó de su responsabilidad para detener al tirador, considerando la urgencia de ello y utilizando toda la fuerza necesaria para lograrlo; y así procedieron, el agresor fue abatido antes de que pudiera causar más muertes en el plantel escolar.
El otro tema que genera preocupación, se refiere al tipo de motivación que causó este ataque. El perfil del tirador, sus circunstancias y su determinación para llevarlo a cabo, son preocupantes. Se trató de un joven de 28 años que estudió en ese mismo instituto educativo cristiano. La primera línea del móvil se presume que fuera un acto de venganza pero aún no se sabe qué influyó en esta decisión. Algo que llama la atención es que el agresor era un varón que en el momento del ataque vestía como mujer, no es el primero que lo hace así, probablemente busquen, como parte del plan de acción, despistar o confundir a las víctimas, para que no sospechen de las negras intenciones que se esconden detrás de un disfraz femenino y burlar los cercos de seguridad. O tal vez este dato obedezca a una identidad de género diversa del atacante. Aún no lo sabemos.
La sociedad norteamericana seguramente seguirá saliendo a las calles para protestar y gritar un: "Ya basta de tanta violencia escolar"; "Ya basta de tanta sangre derramada en las escuelas"; "Ya basta de esa locura asesina en contra de inocentes". Estoy seguro que los valores de paz y compasión prevalecerán sobre las inclinaciones homicidas y de barbarie que se asoman cada vez que es posible, y se escudan detrás de jóvenes resentidos, que deciden destruir vidas humanas de manera irreparable y realmente cruel, antes de finalizar su propia vida, ya sea por sus propias manos o en manos de la policía.
Las escuelas deben ser uno de los espacios sociales más seguros para el ser humano, un oasis de paz, donde se promuevan valores de respeto, armonía y principalmente, compasión, una virtud que poco a poco desaparece del radar humano.
Ahora fue Nashville, pero quién sigue, quién es el próximo, este fenómeno violento puede presentarse sigilosamente, en cualquier lugar y en cualquier momento. Ahora le tocó a la ciudad de la música country, también conocida como la Atenas del Sur, por su gran cantidad de instituciones de educación superior de gran prestigio.
Antes de esta tragedia, la figlia Carolina me insistía en viajar a los Estados Unidos, que pudiéramos visitar New Orleans, la capital del jazz, luego tomar un autobús para viajar hacia el norte, hasta llegar a Tennessee y poder recorrer las calles de Nashville. Carolina es una alumna muy destacada de la Facultad de Música de la Universidad Autónoma de Nuevo León y, por si esto fuera poco, es también cantautora, adora la música country, especialmente el pop country.
Así que aunque no batalló mucho, me convenció, y espero que podamos viajar en familia para recorrer las intensas calles de la Ciudad de la Música (Music City). Afortunadamente cuento con mi pasaporte y visa vigente.